Hoy, Jesús, vamos a oír tus palabras en el Evangelio de la misa, que nos cuentan cómo va a ser tu segunda venida.
De alguna manera estás hablando ahí a los que te escuchan en un contexto de lo que Tú viviste en ese momento.
Pero también, me parece que para los que ya no estamos en la misma época que Tú, viviendo físicamente, sino de una manera distinta, también tiene su mensaje, como siempre, claro.
EL REINO DE LOS CIELOS
Dice el Evangelio:
«En aquel tiempo los fariseos preguntaron a Jesús: ¿Cuándo llegará el Reino de Dios?»
Es una pregunta hecha en lenguaje religioso, pero que todos nos podemos hacer cuando tenemos alguna preocupación que quisiéramos que acabe… ¿Cuándo terminará una enfermedad, que quisiéramos que mejore? ¿Cuándo se curará?
Y en un contexto, que quisiéramos que sea pacífico, ¿cuándo, pues se hará la paz? O sea, ¿cuando se notara que que Tú, Señor, estás actuando?
Es un poco lo que nos podemos preguntar todos. Y entonces dice:
«Él les respondió: —El reino de Dios viene sin dejarse sentir. Y no dirán vedlo aquí o allá, porque el Reino de Dios ya está entre vosotros».
Y esto es una maravilla, porque aquí terminas diciendo, Señor, que tu intervención vas a arreglar los problemas, que vas a solucionar los conflictos o curar las enfermedades.
¡Tu intervención ya ha empezado, ya estás aquí, ya has hecho el milagro!
Y entonces resulta que Tu presencia, que los fariseos esperaban que fuese como así muy evidente, contundente incluso. O sea, que se notara con claridad que estabas ahí como Dios, pues ahora es más humilde todavía.
Y e
Entonces podemos decir que en ese acto de esconderte en una persona, el Hijo de la Virgen Santísima, lo que has hecho es respetar nuestra libertad.
RECONOCER A JESÚS OCULTO
Y lo que ha pasado es, que las personas de tu época no te han reconocido. Y cuando al final de tu vida te has dejado clavar en la Cruz como si fueses un malhechor, las personas que estaban ahí, se burlaban de ti y te mataron. O sea, lejos de reconocerte.
Y has resucitado. Te escondes en nuestros sagrarios, y ahí escondes también, como dice Santo Tomás en el himno a Doroteo: “Te escondes también Tú, tu humanidad, cuerpo, mirada, sonido de tu voz…”
Y eso que te escondes en la Eucaristía y estás en los sagrarios. Puede pasarnos, que nosotros, viéndote tan escondido, pues prefiramos la calle, las conversaciones, las pantallas, el estar en las redes sociales, en nuestros trabajos, o viendo una serie…
Entonces, claro, Tú has dicho en este Evangelio también:
«Vendrán días en que desearemos ver uno solo de los días del Hijo del Hombre y no lo veréis. Y os dirán vedlo aquí, vedlo allá, no vayáis, ni corráis detrás, porque como relámpago fulgurante que brilla de un extremo a otro del cielo, así será el Hijo del Hombre en su día».
OCULTO EN EL SAGRARIO
O sea, estás advirtiéndonos que, no nos dejemos confundir cuando salgan noticias sobrenaturales que advierten de algo que tiene que ver Contigo, Señor. No.
Porque cuando tú realmente decidas ya terminar con la época de este mundo, tu venida será contundente como el fulgor del relámpago y brillará de un lado a otro del Cielo. Pues así será.
Bueno, lo que va a pasar en ese momento es que las personas que te han sabido reconocer, cuando has estado oculto, te podrán reconocer con alegría cuando seas evidente y claro.
Y al revés, quienes no te hayamos sabido reconocer ahí, en el silencio de este Sagrario, en la aparente monotonía de una oración vocal que repetimos, como el Padrenuestro, el Ave María. Y lamentablemente está el riesgo de que no podamos entrar Contigo en tu Reino, ese que anhelamos.
O sea, tener una eternidad llena de paz y plenamente satisfechos, rodeados de las personas a las que hemos querido. Eso lo anhelamos todos.
Si aquí en la Tierra nos impacienta algo que nos incomoda, que nos perturba, que nos quita la paz o que nos duele, ¿cómo será la eternidad? Pues eso, sin paz. Y no nos la imaginamos…
VIVIR COMO HERMANOS
Yo leía de Martin Luther King que dice:
«Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos».
Me deja esto pensando, Señor, porque en realidad lo que ha pasado Contigo, cuando te has acercado a nosotros en el mundo hecho una persona, pues efectivamente es que no hemos actuado como quien sabe convivir, como quien sabe acoger.
Y me parece que es tan necesario este arte de saber convivir, no solo Contigo, obviamente que principalmente, pero en nuestras casas podemos generar ambientes más bonitos todavía…
En nuestro entorno laboral, seguro todos podemos lograr que no haya ninguna persona que se sienta sola, rechazada o que se sienta como de menos…
Lo mismo ya en la calle misma, todas las personas pueden ser mejor tratadas por mi.
Entonces, claro, está la enseñanza Tuya, Señor, de que ya estás aquí, que El Reino de Dios ya está entre nosotros que nos dice Jesús. Es que entonces está, en gran parte, en el prójimo, en los demás.
No solo el que pueda tener una necesidad económica. No, no solo el que pide limosna, que también, pero principalmente aquel con quien convivimos. Las personas con las que más tratamos…
Y ahí está el Reino de Dios, y quiero descubrirte Jesús.
DESCUBRIRLO EN LO OCULTO
Bueno, pues vamos a intentar que estas enseñanzas Tuyas nos ayuden a detectarte en dónde te escondes en tu gran humildad.
Y así pues, será para nosotros muy bonito poderte encontrar en esa oración sencilla que aprendimos cuando éramos chiquitos. En esa misa aparentemente igual a todas, en las personas con las que convivimos en el Sagrario…
Que la Virgen María nos ayude.