JESÚS EL UNGIDO
Estamos ya en la última semana del tiempo de Navidad. De hecho, faltan solamente dos días para terminar este período litúrgico con el Bautismo del Señor el próximo domingo. Y hace menos de una semana estábamos contemplando al Niño recostado en el pesebre, que era visitado por esos hombres venidos del Oriente. Era la fiesta de la Epifanía, que es la manifestación de Dios a los gentiles, a los paganos, antes incluso que a muchos de su propio pueblo.
La Liturgia quiere que estos últimos días de Navidad contemplemos a Jesús ya adulto, en sus primeros años de vida oculta en Galilea. Dice el Evangelio que “su fama se extendió por toda la comarca. Jesús enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Fue a Nazaret, donde se había criado, [y aquí se cumple más o menos aquello de que nadie es profeta en su tierra porque]entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso de pie para hacer la lectura.
Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo [cosa que no es tan fácil, porque el rollo del profeta Isaías es bastante grande, es un libro muy largo] encontró el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me haenviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista;a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor»”. (Lc 4, 14-19)
UNA PRECIOSA OFERTA: AÑO JUBILAR
Este evangelio aprovecho para decir que nos viene muy porque el año de gracia del Señor a nosotros nos recuerda que estamos en Año Jubilar.
“Jesús enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. Y él comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esa Escritura que acaban de oír». Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca”. (Lc 4, 20-22)
Efectivamente, el espectáculo, la escena habrá sido impresionante. Un hombre joven con una sabiduría que asombra muchísimo, a quien han visto crecer en Nazaret, se acaba de atribuir una de las profecías del profeta Isaías que habla del Mesías. Él se acaba de asignar a sí mismo ese título, el del ungido. Porque lo es.
Y más sorprendente es que todo esto apenasacaba de empezar. Del dicho al hecho hay un largo trecho y ahora van a ver todas estas personas que lo que acaba de proclamar Jesús del profeta Isaías no son solamente palabras al viento, no es palabra hueca. Ahora vienen las acciones que van a acompañar su predicación y van a confirmar todo lo que ha sido anunciado por Isaías: Él llevará la buena nueva incansablemente por todas aquellas tierras, Él devolverá la vista a los ciegos, Él dará vida a los difuntos, va a curar a muchos leprosos, convertirá el agua en vino y muchos prodigios más.
VINO A LOS SUYOS Y NO LO RECIBIERON
Pero aquí lo asombroso es que parece que las palabras no son suficientes, y tampoco lo son los hechos. Porque más de uno de estos que han escuchado a Jesús en la sinagoga de Nazaret ymás de uno de los que han visto sus prodigios, va a terminar desconfiando de que Él es verdaderamente el Mesías.
Curiosamente, Dios contaba con esto en sus planes.
En otra ocasión Jesús volverá a citar al profetaIsaías en el Antiguo Testamento para aclarar que esto efectivamente tenía que ser así o iba a ser así.En el Evangelio de san Mateo leemos: “Así se cumple en ellos la profecía de Isaías:
‘Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure’. Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”. (Mt 13, 15-17)
Aquí el Señor, efectivamente, dice que es como el sembrador, la parábola que siembra a bolea y se recibe aquello como cada quien quiere, y hay, obviamente, algo de queja. La misma palabra de Dios lo dice en el prólogo de san Juan, una especie de lamento:
“Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió”. (Jn 1, 5) (…)
“Vino a su casa y los suyos no lo recibieron”. (Jn 1, 11)
DESPIDIENDO LA NAVIDAD
De nuevo, muchos de los que vieron a Jesús y que lo oyeron en la sinagoga afirmando que Él era el Mesías, muchos de los que escucharon su predicación y fueron testigos de sus prodigios, van a confirmar esto dicho por el profeta.
Y ahora que estamos a dos días de terminar el tiempo de Navidad, de despedirlo al menos hasta el año próximo, la liturgia nos ofrece una oferta de última hora: nos invita a examinarnos con este pasaje del Evangelio. Porque así como los que estaban presentes en la sinagoga de Nazaret, nosotros estos días hemos escuchado cosas maravillosas.
Hemos escuchado un mensaje de paz, hemos escuchado las palabras y las promesas del Redentor. También hemos contemplado el nacimiento del Mesías, cumpliendo lo que se habíadicho desde antiguo por los profetas. En la sinagoga de Nazaret esto no fue suficiente para que muchos de estos hombres se convirtieran. La mayoría, creo yo, se quedaron en el mero asombro, en lo anecdótico, pero seguramente muy pocos se decidieron a seguir radicalmente a Jesús.
¿CÓMO HE VIVIDO ESTA NAVIDAD?
Ahora, el balón está de nuestro lado: ¿cuánto me ha convertido a mí esta Navidad después de todo lo que he visto y de todo lo que he escuchado? ¿Se puede aplicar también esa queja del cielo a mi vida en esta Navidad? ¿Será que Dios vino a mi casa y yo estaba tan distraído que no lo recibí?
El Evangelio es una oferta, y afortunadamente la oferta todavía tiene dos días de vigencia en este tiempo de Navidad. Tenemos todavía tiempo para asimilar lo vivido en estas fechas, para agradecer a Dios todo lo que quiso pasar por nosotros en ese portal de Belén; para imitar todavía esos ejemplos de humildad y de confianza en la voluntad de Dios que vemos en María y José. Todavía hay tiempo para corregir nuestra soberbia y nuestro egoísmo, o ante las preocupaciones desmedidas por lo material.
Como esa noche serena en la que nace el Redentor, en la que vino la luz al mundo, todavía podemos reducir al máximo ese ruido cotidiano que nos distrae tanto del Señor. Y como la Sagrada Familia, todavía podemos sonreír en medio de la adversidad, si estamos seguros de que Dios está a nuestro lado, de que no nos abandona.
AGUA SOBRE ROCA
Podemos hacer un breve recorrido por esos propósitos que hemos sacado de estos ratos de oración. Sería una pena que esta Navidad pase por nuestras vidas como el agua sobre la roca. Y por eso el Evangelio de hoy es una bonita advertencia, una última oferta, al menos en este tiempo de Navidad, ante este peligro del agua sobre la roca. No basta con oír y no basta con ver: hace falta el libre asentimiento de la voluntad para poder recibir a Jesús, para dejarle que cambie para bien nuestras almas.
Vale totalmente la pena. Así como en el prólogo de san Juan escuchamos la queja de que “vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1, 11) también ahí hay una afirmación que es la otra posibilidad. Aunque muchos utilizaron mal su libertad para cerrar la puerta a Jesús, también “a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el poder de ser hijos de Dios”.(Jn 1, 12)
Ojalá que tú y yo estemos en este último grupo. Aunque sea en la última hora de este tiempo de Navidad, Dios nos sigue llamando; su invitación a aprovechar estas fechas sigue vigente. No demos por descontado esto que Dios nos ofrece.
Vamos a aprovechar esta oportunidad de reconocer a Jesucristo como nuestro Salvador hecho Hombre por nosotros para que seamos libres de todo pecado, de toda esclavitud y para que vivamos verdaderamente con la libertad de un hijo de Dios. Vale totalmente la pena.