OPORTUNIDAD DE AYUNO Y ORACIÓN
Esta semana acabamos de celebrar el Miércoles de Ceniza. Hace ya 22 años san Juan Pablo II celebró, como es habitual cada miércoles, una audiencia general que en aquella ocasión dedicó a hablar sobre el sentido de la penitencia porque cayó, precisamente aquel día, el Miércoles de Ceniza. Allí decía el Papa: “El ayuno es de gran valor en la vida de los cristianos.
Es una necesidad espiritual que permite relacionarse mejor con Dios. De hecho, los aspectos exteriores del ayuno, aunque importantes, no son lo principal. Junto con esta práctica debe haber un sincero deseo de purificación interior, disposición para seguir la voluntad divina y una solícita solidaridad con nuestros hermanos, especialmente con los más pobres. Hay, además, un estrecho vínculo entre ayuno y oración. La oración significa escuchar a Dios y el ayuno favorece esta apertura del corazón”. (Audiencia, 5 de marzo de 2003, Miércoles de Ceniza).
En el pueblo de Israel esto del ayuno y de la penitencia era muy común. Tenía un sentido expiatorio, además de que con eso se procuraba favorecer la escucha de parte de Dios. Era algo muy bien visto en la mentalidad judía.Por eso tiene todo el sentido la indignación de algunos de los discípulos de Juan en el Evangelio de hoy: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos con frecuencia y en cambio tus discípulos no ayunan? Jesús lesrespondió: –¿Acaso pueden estar de duelo los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos? Ya vendrá el día en que les será arrebatado el esposo; y entonces ya ayunarán”. (Mt 9, 14-15).
“Mientras el esposo está con ellos” es una imagen muy chévere, porque mientras el esposo está con ellos, no tiene mucho sentido aquello del ayuno. Obviamente, con lo del esposo Jesús se refiere a sí mismo: Él es el esposo. Y los apóstoles ven a Jesús, comen con Jesús, conversan con Él, hay un trato continuo y natural de amistad, el Señor les explica las Escrituras...
Es decir, que siguiendo la definición tradicional de oración que recoge aquí también san Juan Pablo II, podemos decir que los apóstoles estaban en contínua oración. Es que estaban constantemente con Jesús, con Dios, que camina junto a ellos. Y este mismo Dios les dice: “Ya vendrá el día en que les será arrebatado el esposo y entonces ya ayunarán”.
LA ORACIÓN DE LOS SENTIDOS
En eso estamos nosotros. Es verdad que Dios está a nuestro lado – loacabamos de decir al empezar este rato de oración: “Creo finalmente que estás aquí”. Está de continuo, pero de un modo diferente al de aquellos tiempos. Bien dice san Juan Pablo II que vivir el ayuno favorece la apertura del corazón. Nosotros sí que necesitamos del ayuno para facilitarnos el ver ese rostro de Jesús en los demás, en los sacramentos; para afinar los sentidos y poder reconocer esa voz de Dios en todo lo que nos sucede; ver y reconocer a Dios en la oración.
Nos hace falta el ayuno para renovar el corazón, para para liberarlo del egoísmo y así quepan todas las emociones, los efectos, los propósitos, las inspiraciones que Dios quiere regalarnos. Por eso, partimos de esta premisa: para un cristiano, todo es oportunidad. El ayuno también es oportunidad.
Por eso en la Cuaresma se pone tanto el acento en la penitencia, porque,como decía san Josemaría, “la mortificación es la oración de los sentidos”. Y la Cuaresma, que es un tiempo especial de oración, nos ayuda precisamente a eso, porque nos queremos preparar muy bien para revivir el Misterio Pascual en la próxima Semana Santa.
OPORTUNIDADES
Y nos vamos a preparar poniendo los medios para la propia conversión, procurando estar muy cerca de Dios con la oración y los sacramentos, y arrancando mediante la penitencia todo afecto desordenado, todo afecto egoísta que nos inclina a movernos más por amor propio que por amor de Dios.
La Iglesia nos da una sugerencia que está basada en su sabiduría multisecular. Vivir la abstinencia de carne los viernes y aumentar la práctica de la caridad con los más necesitados. Pero este es el mínimo sugerido. Para un alma que desea amar a Dios, el mínimo es muy poca cosa, es insuficiente. Tú y yo, conversando con Dios en oración, vamos a procurar a una lista de pequeñas mortificaciones habituales en este tiempo de Cuaresma.
Te puedo pasar también la recomendación de san Josemaría, porque él prefería más bien las mortificaciones que fuesen pequeñas y discretas, pero constantes: retrasar algunos segundos el vaso de agua cuando tengo mucha sed, tomarme el café sin azúcar si no me gusta el café amargo o al revés –si me repugna el café con azúcar, pues echarle azúcar-, sonreír cuando uno está más cansado… Estas son el tipo de mortificaciones que recomendaba san Josemaría, y las prefería a las otras que pueden ser más grandes, más visibles, pero más de vez en cuando y a la vista de todos.
LA HEROICIDAD DEL CORAZÓN
“Cuántos se dejarían enclavar en una cruz, ante la mirada atónita de millares de espectadores, pero no saben sufrir cristianamente los alfilerazos de cada día. –Piensa, entonces, qué es lo más heroico” (Camino 204). Este es uno de los puntos más famosos de Camino. Recordamos nuevamente que lo que nos interesa es la heroicidad del corazón enamorado de Dios. Y para eso, el sacrificio es un medio, no es un fin en sí mismo. Por eso, vamos a buscar los sacrificios que nos ayuden a enamorarnos más de Dios.
Por otra parte, volviendo al Evangelio de hoy, si nos ponemos en lugar de los discípulos de Juan, entendemos mejor su comentario. Están indignados. Ellos siguen la lógica de la Antigua Alianza que Jesús ahora está llevando a su plenitud según la nueva lógica del amor. Los discípulos de Juan emitieron un juicio contando con los datos que tenían: “hacer penitencia es bueno y los discípulos de Jesús no están haciendo penitencia”. En cambio, tú y yo, ya cristianos, sí que tenemos el dato que a ellos les falta.
Nos suele pasar lo mismo a nosotros con muchísima frecuencia: tenemos unos datos de lo que sería bueno, de lo que sería recomendable, de lo que sería justo, vemos que otros no lo están haciendo y ¡ya! inmediatamente se dispara el juicio. Es verdad que cabe la posibilidad de que nos estemos equivocando porque nos faltan datos, como le pasa a los discípulos de Juan.Pero también podría ser que no nos estemos equivocando y que nuestro juicio sea verdadero.
¿Por qué los demás no hacen lo bueno? En este caso, las mortificaciones. Pero también puede ser que estemos bastante seguros de lo que ven nuestros ojos, y de verdad es que estamos juzgando sobre una cosa buena.
En todo caso, como para un cristiano todo es oportunidad –todo menos el pecado–, podemos aplicar aquí un consejo buenísimo de San Agustín. Él decía:
“Procurad adquirir las virtudes que creéis que faltan en vuestros hermanos, y ya no veréis sus defectos, porque no los tendréis vosotros”.
(S. Agustín, Enarrationes in psalmos, 30, 2, 7)
HABLAR CON JESÚS
Es decir, que en este tiempo de Cuaresma en que nos dedicamos más intensamente a hablar con Dios, podemos suponer –y me parece una presunción bastante buena– que Dios nos habla en especial en estas ocasiones en las que vemos que el prójimo falla en alguna virtud determinada. Entonces ahí podemos asumir: “Mira, aquí Dios me está hablando y me está diciendo que yo tengo que ser más ordenado, más servicial, más piadoso, más justo, más puntual, etcétera”. Es decir, que cualquier cosa que veamos mal en el otro, nosotros podríamos asumir que es Dios que me está diciendo: Yo quiero que tú luches exactamente en ese mismo punto.
Este consejo de San Agustín a me parece excelente porque trae una paz al alma impresionante, porque da diálogo con Dios y da ilusión con la propia santidad. Así no nos amargamos con los juicios críticos y además funciona siempre, porque la meta para un cristiano es estar cada vez más cerca de Dios hasta el punto de que nos parezcamos más a Jesucristo. Esto es una tarea que no tiene límites: va a durar hasta el último segundo de nuestra vida.
Pero ahora, con este consejo de San Agustín, también aplicamos aquello de que para un cristiano todo es oportunidad. E incluso la tentación de caer en juicios críticos la podemos convertir en una oportunidad de ser más santos, de decir:
Yo tengo que mejorar exactamente en eso que estoy viendo mal en el otro, porque siempre se puede mejorar. Y de agradecer a esa otra persona por enseñarnos lo que Dios quiere que mejoremos.
Hasta la muerte misma, vencida por Cristo en la Cruz, puede ser oportunidad. Hoy tenemos un ejemplo buenísimo de las mártires Perpetua y Felicidad, que ahora gozan del cielo, gozan de la bienaventuranza eterna, gozan de una de las más altas glorias que puede existir allá en las alturas porque dieron su vida por Jesús. Que nos ayuden ellas también con su intercesión a ver toda nuestra vida como oportunidad, especialmente ahora en el tiempo de Cuaresma, a ver la mortificación, la penitencia, los sacrificios como oportunidades para amar más a Dios.
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