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ÁNGELES CUSTODIOS Y FUNDACIÓN DEL OPUS DEI

Opus Dei

Hoy es dos de octubre, fiesta de los ángeles custodios y aniversario de la fundación del Opus Dei, que no son puras coincidencias…

Ahora, para entenderlo mejor, nos remontamos al inicio.  Resulta que un niño nació en Barbastro el nueve de enero de 1902 y nació a la Iglesia, tan solo cuatro días después, porque Dios le concedía la gracia del bautismo y, con ella, le hacía hijo Suyo y preparaba su alma…

A los dos años, lo daban por muerto, pero sus papás le pidieron a la Virgen su curación y así fue.  Por lo que hicieron una peregrinación de acción de gracias a la ermita de Nuestra Señora de Torreciudad.

MÁS MUERTO QUE VIVO

Su mamá le repetía de vez en cuando:

“Hijo mío, para algo grande te ha dejado en este mundo la Virgen, porque estabas más muerto que vivo”.

            Pues ya se ve que, como buena madre, algo intuía…

Pasaron los años y Josemaría tuvo que vivir cosas duras: la muerte de sus hermanas, la ruina familiar, el traslado de ciudad a Logroño… pero Tú, Señor, escribes recto con renglones torcidos.

LAS HUELLAS

Fue en Logroño donde vio las huellas de un carmelita descalzo en la nieve, que le arrancaron un pensamiento y, con él, el corazón.

“Si otros son capaces de ofrecer esto a Dios, yo ¿qué estoy haciendo?”

            San Josemaría sabía que Dios le pedía algo, pero no sabía exactamente qué era.  Lo que está claro es que no se quedó de brazos cruzados.

Era joven y estaba discerniendo su vocación.  Alguna vez comentó él mismo:

“Comencé a rezar por lo que no sabía qué era desde que tenía quince años…”

HACER LA VOLUNTAD DE DIOS

Y no era solo era un querer ver o querer descubrir, sino que era hacer ya la voluntad de Dios.

Entonces ¿qué hizo?

“Tomando aquella blanca ruta, el muchacho se fue al carmelita en busca de dirección espiritual.  Llevaba ya, metida muy dentro, una “inquietud divina” que renovó su interior con una vida de piedad más intensa, en la práctica de la oración, de la mortificación y de la comunión diaria”

(Andrés Vásquez de Prada. El Fundador del Opus Dei I).

            O sea, iba dando ya unos pasos decididos y así resolvió hacerse sacerdote para estar más disponible a la voluntad de Dios.  Es algo que se dice rápido, pero que conlleva mucho.

DOMINE, UT VIDEAM

Y con eso no acabó todo y él lo sabía.  Así que clamaba, mientras estudiaba en el seminario de Zaragoza, con unas jaculatorias que eran como flechas lanzadas al Cielo: ¡Domine, ut videam! ¡Domina, ut sit! (¡Señor que vea! ¡Señora, que sea!) Que sea eso que tu Hijo quiere y que yo no sé todavía.

Años de espera, años de oración, de generosidad… Murió su padre y él se traslado a Madrid para continuar con sus estudios y para continuar rezando: ¡Domine, ut videam! ¡Domina, ut sit!

FUERZAS ESPECIALES

Un paréntesis abrimos aquí, porque te quería compartir algo que me llamó la atención hace poco que leía:

            “Uno contaba, emocionado, que tenía un ángel de la guarda que era de las fuerzas especiales, al menos eso le había dicho el sacerdote de su pueblo.  Y es que ese verano, las vacaciones terminaron de manera abrupta por una imprudencia…

            Estaba jugando con sus primos y unos amigos en el pueblo de sus abuelos y se les había ido la pelota en un terreno vecino al que ellos usaban como campo de fútbol.

            Sin pensar ni conocer el lugar, aquel joven salió corriendo y saltó la cerca de piedra de, aproximadamente, un metro de alto”

(que separaba los dos terrenos).

            “Con tan mala suerte que, al otro lado, había un desnivel equivalente a dos pisos de altura.  Afortunadamente, por el lugar que saltó, había una caseta y el techo amortiguó su caída…

            Unos metros a la derecha, se encontraba una máquina cosechadora que, si hubiera caído sobre ella, habría sido fatal… El resultado: una pierna rota y… gracias.  Gracias al custodio que, como le dijo el párroco, era de las fuerzas especiales y le había protegido de un desenlace peor”

(Antonio Fernández. Octubre 2017 con Él).

RELOJERICO

Los ángeles hacen maravillas, pero no hay que ser temerarios.  Todos tenemos ángel de la guarda, al que hoy felicitamos, pero no hay que comprobar si es de las fuerzas especiales.

Había un ángel que yo creo que sí era de las fuerzas especiales…: Relojerico le llamaba Josemaría… y cómo se lo debe de haber gozado.  Había sido testigo de muchas cosas.

Le despertaba por la mañana, le hacía favores, contemplaba la lucha de aquel joven sacerdote e, incluso, en al menos una ocasión le había protegido de unos agresores susurrándole al oído: borrico sarnoso, que era como él, san Josemaría, se autodenominaba ante Dios, pero de lo que solo tenían noticia su director espiritual, el mismo Dios y Relojerico

EL RETIRO

Así le cuidaba y así le acompañó su custodio a hacer un retiro espiritual.

            “Componían aquella tanda de ejercicios seis sacerdotes.  Se levantaban a las cinco de la mañana y se retiraban a las nueve de la noche.  Entre medio: exámenes de conciencia, misa, pláticas, oficio divino…

            El martes por la mañana, dos de octubre, fiesta de los ángeles custodios, después de celebrar misa, se encontraba don Josemaría en su habitación leyendo las notas que había traído consigo. [Se trataba de anotaciones personales de lo que Dios le había ido inspirando].

            De repente, le sobrevino una gracia extraordinaria, por la que entendió que el Señor daba respuesta a aquellas insistentes peticiones…”

(Andrés Vásquez de Prada. El fundador del Opus Dei I).

SAN JOSEMARIA

Decía él mismo:

“Jamás me había pasado por la cabeza, antes de aquel momento, que debería llevar adelante una misión entre los hombres.  (…) Desde que Tú comenzaste Señor, a manifestarte a mi alma a los quince o dieciséis años; desde que a los dieciséis o diecisiete supe ya, de algún modo, que me buscabas, sintiendo los primeros impulsos de Tu amor, pasaron muchos años…

            [Hasta que] rompió la Obra en el mundo aquel 2 de octubre de 1928.  (…) Recibí la iluminación sobre toda la Obra mientras leía aquellos papeles.  Conmovido, me arrodillé – estaba solo en mi cuarto, entre plática y plática – di gracias al Señor y recuerdo con emoción el tocar de las campanas de la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles”

(Josemaría Escrivá de Balaguer. En diálogo con el Señor).

2 DE OCTUBRE 1928

¡Cómo se ve su respuesta de amor! Y ¡cómo se ve ese guiño de Santa María (Para algo grande te ha dejado en este mundo la Virgen) y de los ángeles custodios (especialmente de Relojerico) se ve ese guiño con ese repicar de las campanas de la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles!

¡Qué especial es siempre la Virgen! ¡Qué especial son los custodios! ¡Qué especial eres Tú Señor!

Y san Josemaría se puso a trabajar.  Quién le iba a decir lo que iba a llegar a ver, no solo el 2 de octubre de 1928, sino con el pasar de los años… ¡Quién se lo iba a decir!

Nosotros, al menos yo, ya lo hemos conocido todo hecho.  Pero qué distinto es poner un ladrillo sobre otro.  Aquello cuesta y costó sangre, sudor y lágrimas.

Pero san Josemaría nunca estuvo solo.  Es Dios quien funda siempre.

“El Reino de Dios viene a ser como un hombre que echa la semilla sobre la tierra y, duerma o vele noche y día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo.  Porque la tierra produce fruto ella sola: primero hierba, después espiga y, por fin, trigo maduro en la espiga”

(Mc 4, 26-28).

Pues san Josemaría puso lo que estaba de su parte, pero estuvo siempre convencido de que todo venía de Dios.

GRACIAS

Yo te animo a darle gracias a Dios por tantas gracias que nos concede a los hombres y por tantos que han correspondido generosamente a ellas.

Darle gracias por tantas delicadezas que tiene contigo y conmigo.  También esta que celebramos hoy porque, de no ser por esto, no existiría 10 min con Jesús y a mí me parece claro que yo no sería sacerdote y esta meditación no existiría.

Te sugiero que te animes a renovarte en tu trato con tu ángel custodio y con nuestra Madre santa María, que son cómplices y firme apoyo, sostén de todo lo que Dios nos confía a cada uno.

Sin olvidar, como decía el mismo san Josemaría:

“De que tú y yo nos portemos como Dios quiere – no lo olvides – dependen muchas cosas grandes”

(Camino 755).

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