BUSCAR LA ESTRELLA
Estando ya en el Adviento, estando así con el corazón, con los ojos puestos en Belén, en Ti Jesús, ahora que estamos estos 10 minutos de oración Contigo, podemos empezar pidiendo al Señor: “Señor, ayúdame de verdad a poner los ojos, a poner el corazón en Ti; a buscar, así como los magos de Oriente, a buscar en el cielo la estrella, a buscar por dónde va mi camino, por dónde va la señal para encontrarme Contigo este Adviento”.
En estos 10 minutos también: ¿Por dónde nos va a ir llevando el Señor? Quizá nos sirvan las cosas que van saliendo, las cosas que va predicando el sacerdote –que voy diciendo yo; no solo diciéndolas, sino intentando decirlas y, al mismo tiempo rezar, acompañar a Jesús, estar con Él, decirle cosas, darle cariño, recibir cariño del Señor.
Pero no solamente oír ¿verdad? Sino que es tan razonable que, en todo el Adviento, con esa actitud del corazón, despierta escudriñando el horizonte a ver dónde está la estrella, porque la estrella me lleva al Señor. Tener esta actitud, digamos, echada para adelante, buscando al Señor, mirando, buscando, buscando…Esperando también, porque el Señor viene.
HACER REALMENTE ORACIÓN
Y es natural que, haciendo oración, de repente por dentro, en el corazón, vayan saliendo palabras hacia el Señor. No sé, qué tú le digas o qué yo le diga al Señor –yo en voz alta, tú quizá en el corazón: “Gracias Señor, por esto, por lo de más allá, por una idea, por una consideración… por algo.”
Es natural que no sea sólo oír ahora, sino que sea de verdad hacer oración. Y de repente poner pausa y gracias por los 10 minutos; sigo yo por mi cuenta y tomo el Evangelio o tomo un libro espiritual o hablo con el Señor de lo que tengo en el corazón. Por supuesto que sí. Pausa y adiós.
O no: seguir escuchando y seguir haciendo oración al hilo de estas consideraciones. Pero lo importante es que cada uno de nosotros haga oración y de repente esto: “Gracias, Señor”. O tan fácil como decirle ahora mismo: “Te quiero, Jesús”.
HABLARLE AL SEÑOR
Pero no sólo porque lo diga el sacerdote, sino porque de verdad, ojalá vaya brotando de nuestro corazón. “Sí, gracias, Jesús”; ”Te quiero, Señor”; también: “Jesús, Señor, ayúdame en esto”.
Quizás se te viene a la cabeza a ti (a mí se me vienen varias cosas a la cabeza) qué necesitan personas cercanas a nosotros. Y entonces miramos a Jesús y le decimos: “Señor, te pido por esto”.
Es natural que en la oración vayan saliendo cosas así; que la oración sea también intervenir, decirle cosas a Jesús.
Ojalá que nuestro Adviento, ojalá que estos 10 minutos de oración, ojalá que siempre -durante el día también- esa oración continuada, ese diálogo, esa amistad cariñosa con nuestro Señor, tenga muchas de estas palabras.
QUIETUD DEL ALMA EN EL SILENCIO DE LA ORACIÓN
Y también, al mismo tiempo (que puede parecer como que fuera contradictorio, pero no lo es realmente), que estoy diciendo cosas al Señor, que lo estoy mirando, que lo estoy acompañando, que tenga una quietud del alma profunda. Como un silencio de escucharte a ti también, de mirarte.
Uno dice: Pero entonces ¿estoy hablando o estoy escuchando? Es que puede ser las dos cosas realmente.
San Josemaría lo decía así: que busquemos al Señor, que lo encontremos, que lo tratemos, que lo amemos. Pero decía también de buscar esa oración de escuchar al Señor, de mirarlo, de oír.
LA FE ES AMOR Y ALEGRÍA
Hace ya bastantes años, pero siendo Papa, Benedicto XVI tuvo un buen montón de miércoles. Esas audiencias de los miércoles las dedicó a los Padres de la Iglesia y, en una de ellas, en mayo del 2008, habló de un autor, de un personaje que quizá es muy poco conocido, que se llamaba Romano el Méloda o Romano el cantor.
Y aunque tuviera nombre de romano, era nacido en Siria y componía poesía, (melodías realmente), canciones llenas de teología, llenas de amor de Dios.
Y comentando algunas obras de la vida de Romano el Méloda, de este hombre del siglo V, en un momento, Benedicto XVI dice lo siguiente:
“La fe es amor, y por ello crea poesía y crea música”. Luego pone un punto seguido y dice: “La fe es alegría y por ello crea belleza”
(Benedicto XVI; Audiencia General 21 de mayo de 2008).
Fíjate cómo Benedicto XVI, que suele ser tan preciso en sus términos, aquí parece como trastocar un poco las categorías. Dice:
“La fe es amor y por ello crea poesía y crea música. La fe es alegría y por ello crea belleza”.
UN ADVIENTO LLENO DE CARIÑO
Nuestra oración es así. Nuestro Adviento puede ser así. Y si uno se fija en el Evangelio de hoy, uno vuelve a ver a Jesús así: “Señor, te volvemos a ver atento, generoso, cariñoso”.
Uno podría decir, comentando a este Romano el Méloda, este sirio del siglo V, Benedicto dice:
“Como nuestra fe es cariñosa, como nuestra fe es amor, entonces crea poesía, crea música. Como la fe es alegría, nuestra fe es alegría, entonces crea belleza”.
Y entonces salen himnos, salen canciones y salen ratos de oración o proyectos como este y hay administradores que mandan y mandan Whatsapps y suben a YouTube y a Spotify y a no sé qué…
Pero realmente, es que el cariño de Dios… De ahí nos viene toda esta belleza, de ahí nos viene toda esta alegría. Uno lo ve y piensa en Mateo.
Dice:
“Al entrar Jesús en Cafarnaúm, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa a un criado que está en cama, paralítico y sufre mucho»”.
Mira la actitud de Jesús. Le contestó:
“»Voy yo a curarlo». Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro “Ven” y viene; a mi criado: “Haz esto” y lo hace»”.
Y termina San Mateo:
“Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «En verdad les digo que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Les digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos»”
(Mt 8, 5-11).
“VOY YO A CURARLO”
Esta es la escena de hoy día del Evangelio, pero fíjate la actitud del Señor. Se le acerca a este centurión -no es judío– y le abre el corazón; le dice: “Señor…” como nosotros también. Quizás tú y yo ahora le hablamos de algún familiar, de algún amigo, de nuestro país. “Señor, tengo esta necesidad, tengo estas personas que...” Y la actitud de Jesús: “Voy yo a curarlo”.
Claro, nuestra fe -como decía Benedicto XVI- es amor y por ello crea poesía y crea música. La fe es alegría y por eso crea belleza.
Nuestra fe es así, es tan bonita -ahí están las catedrales y los himnos y tantas cosas maravillosas.
“Pero realmente Señor, es que realmente ¡qué bueno eres Tú! Qué maravilla verte diciendo esto: Voy Yo a curarlo”.
El Adviento es esto, esta es nuestra esperanza: que nosotros vemos cómo Dios por mí viene. “Voy yo a curarlo”. O quizá nos dice, para llenarnos de fuerza, de esperanza, a ti, a mí, ahora el Señor: «Voy yo a curarte. Voy yo, espérame, que voy llegando ya, voy».
Así es el corazón del Señor. Digo, para que nos llenemos de esperanza, de seguridad, de admiración, para que se suscita en nosotros el amor.
SIGAMOS SU EJEMPLO Y DEMOS UN POCO MÁS A LOS DEMÁS EN ESTE ADVIENTO
Pero también quizá el Señor quiere, en este Adviento, que nosotros -siendo cristianos- actuemos como Cristo; es decir, que también nosotros tengamos esta actitud de salir al encuentro de «voy yo a curarlo», voy yo a ayudar y entonces ayudar un poquito más en la familia, en el lugar de trabajo, sonreír a esa persona en la entrada del metro o subiendo al transporte público…
«Voy yo a curarlo». ¡Que alegría ver al Señor así!
Le podemos terminar diciendo así a Jesús: “Señor, qué ganas de yo también de tener en mi corazón estos mismos sentimientos de Tu corazón. Ojalá me pareciera un poquito más a la Virgen, a San José”.
Señor, que sepa rechazar la tentación siempre, sabiendo que Tú caminas a mi lado para darme la fuerza.
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