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P. Felipe

6 min

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HÁGASE TU VOLUNTAD

Resumen: Jesús no se dejaba llevar por lo que decían de Él. Que el motor de nuestra vida sea hacer siempre su voluntad, sin importar lo que otros dicen de nosotros.

El pasaje del Evangelio que nos presenta la misa de hoy es un pasaje que, a veces, nos puede sorprender un poco.

Nos sorprende sobre todo la dureza del corazón de los escribas y fariseos.  Vemos que hoy van directamente a criticar a Jesús.  Dicen que Jesús actuaba y hacía sus milagros y hacía sus cosas por el poder de Beelzebul, o sea, el diablo.

““Tiene dentro a Beelzebul” y “expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios””

(Mc 3, 22).

Esa es la crítica que le hacen al Señor.

Pero Jesús no se echa para abajo, no se entristece, no se preocupa tanto de lo que le van a decir los otros, sino que tiene una sola preocupación en su vida: hacer la voluntad de su Padre Dios.

En otro pasaje del Evangelio dice:

“Tengo un solo alimento: hacer la voluntad del Padre que me ha enviado”

(Jn 4, 34).

Podemos complementar, lo que dicen los otros sobre Él no le afecta especialmente.  Obviamente que en su parte humana le gustaba que su mensaje llegara y que entrara en esos corazones y muchas veces lo vio, pero otras veces no.

PAN DE VIDA

Por ejemplo, nos puede servir contemplar ese otro pasaje del Evangelio en el que Jesús le habla a mucha gente sobre el Pan de vida.

Les está prometiendo un pan que los va a salvar, un pan que es muy especial porque es su propio Cuerpo, su propia Sangre, su propia Carne.

¿Qué pasa después de ese discurso? La gente lo deja, lo abandona.  Son muy fuertes sus palabras, porque Jesús no se movía por lo que opinaban sobre Él.  Su gran preocupación es hacer la voluntad del Padre.

Y hacer la voluntad de su Padre siempre es lo mejor para Él y para cualquiera, porque es lo que va a tener más eficacia, lo que va a llegar mejor a los corazones, aunque parezca, en un principio, un fracaso.

Quizás a nosotros nos pasa que a veces estamos muy preocupados de lo que opinan sobre nosotros, de lo que van a decir.

“Oye y el vecino qué va a decir o esta persona i esta otra; y si hago esto; si hago la voluntad de Dios, si hago apostolado, si hago algo por el Señor, si rezo una oración, ¿qué van a decir?  Mejor me quedo callado, mejor no hago nada…”

A veces estamos muy preocupados de lo que dicen los demás o nos enredamos con nuestras propias preocupaciones y “no, mejor lo dejamos para después, total, para qué complicarnos la vida, para qué hacer la voluntad de Dios, para qué hacer lo que Dios me está pidiendo ahora si no le hago mal a nadie, si total, qué importa”.

QUE NOS MUEVA EL AMOR

Padre Dios

¿Cuántas veces a ti y a mí nos ha pasado eso? Muchas quizá, pero podemos ver, podemos preguntarle al Señor, en este rato de oración:

“Señor, ¿cuál es tu voluntad? Porque yo quiero hacer tu voluntad, porque yo te quiero Jesús, porque quiero que me mueva el amor, no la opinión de los demás, no mis propias complicaciones interiores o mis propias preocupaciones.

Quiero que lo único que me mueva siempre sea tu amor, porque yo sé que Tú me quieres mucho y sé que como Tú y el Padre son uno, el Padre también me quiere muchísimo.  El Padre es mi padre de verdad y Él me quiere mucho”.

San Josemaría nos animaba siempre a confiar mucho en Dios, en que somos hijos de Dios.

Hace un tiempo un sacerdote mayor, que vivió con él, me contaba una anécdota que me pareció muy llamativa.

Contaba que había un momento en el que san Josemaría tenía bastantes problemas, algunos de tipo material, estaban construyendo una casa y tenía muchas deudas.

También algunos problemas con algunas personas que no lo comprendían, que, quizá como a Jesús, criticaban un poco su actuación, pero san Josemaría no se dejaba echar abajo, no se entristecía, sino que, por el contrario, decía:

“bueno, vamos hacia adelante para hacer la voluntad de Dios y Dios ya nos indicará por dónde tenemos que ir”.

SOY HIJO DE DIOS

En concreto, lo que contaba este sacerdote era que estaban en esa casa que estaba en construcción, esa casa en Roma, por la cual tenía muchas deudas. 

Estaba ahí recorriendo la casa y, de repente, salen a un patio y había unos tambores grandes de metal, de esos que se usan para guardar gasolina o bencina.

Había un palo que estaba sostenido por esos dos tambores y san Josemaría se puso a hacer como equilibrio entre esos dos tambores encima del palo y empezó a saltar incluso y decía: “¿a qué le voy a tener miedo si soy hijo de Dios?”

Como queriendo enseñar o quizá, convenciéndose a sí mismo,

“¿a qué le voy a tener miedo si soy hijo de Dios?”

Padre Dios

¿Por qué vamos a temer? ¿Por qué vamos a tener preocupación por lo que van a decir de nosotros o por lo que viene de fuera si lo único importante es la voluntad de Dios?

Dios es la única opinión que importa y hacer la voluntad de Dios, a veces, puede costar y a veces chocar, pero es lo mejor que nos puede pasar.

“Señor, en este rato de oración te pedimos que nos ayudes a convencernos de que tu voluntad siempre es lo mejor.

A veces no lo entendemos, nos cuesta cuando hay problemas, cuando hay sufrimiento, cuando hay dificultades, nos cuesta aceptar tu voluntad Señor”.

CONFIANZA

Hace un tiempo leía una historia que nos puede ayudar también en este sentido.  Se trata de un obispo que iba en un avión con poca gente, un avión privado de los que cuando se mueve un poquito se siente todo.

Entonces iban pasando por una zona de turbulencia y había bastante, entonces el avión se movía hacia arriba, hacia abajo, hacia un lado y hacia el otro.

Este obispo estaba un poco preocupado y, de repente, mira a su lado y ve que había un niño pequeño de seis, siete, ocho años, que iba muy tranquilo jugando con un cubo Rubik y muy tranquilo él a pesar de toda la turbulencia.

Este obispo le dice: “hijo mío, ¿no tienes miedo?” Este niño le responde con total seguridad y confianza, sin alarmarse ni nada: “no, porque el piloto es mi papá”.

En nuestra vida el piloto es mi papá, mi Padre Dios.

Tú, yo y todos somos hijos de Dios.  El Señor nos ama muchísimo, nos quiere muchísimo.  Qué me importa lo que pase por fuera, qué me importan las turbulencias, las contrariedades.

Obviamente, vamos a hacer todo lo posible por solucionar todo lo que está en nuestras manos, pero lo que escapa de nuestras manos… no podemos hacer nada.

Podemos estar tranquilos, jugar al cubo Rubik con mucha confianza, con mucha paciencia, confiando en que mi Padre Dios me ama y todo lo que me pase va a ser lo mejor siempre.

QUE SE HAGA EN MÍ TU VOLUNTAD

Vamos a pedirle ayuda a la Virgen santísima, a nuestra Madre del Cielo.  Ella todo lo que estaba en sus manos luchó para hacerlo lo mejor posible y lo que se le escapaba…

“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”

(Lc 1, 38).

Que se haga en mí, según la voluntad de Dios.  Que tú y yo podamos decir lo mismo, que le podamos decir lo mismo al Señor (quizás si nos damos cuenta, porque muchas veces nos daremos cuenta de que nos cuesta mucho decir eso): “Jesús, dame la fuerza para poder decir siempre:

“Que se haga en mí tu voluntad”,

como lo dijiste Tú en el Huerto de los olivos:

“Que no se haga mi voluntad sino la tuya”

(Lc 22, 42).

Y como lo dijo la Virgen:

“He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.


Citas Utilizadas

2Sam 5, 1-7. 10
Sal 88
Mc 3, 22-30
Jn 4, 34

Lc 1, 38. 22, 42

Reflexiones

Jesús, dame la fuerza para poder decir siempre: “Que no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Predicado por:

P. Felipe

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