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ALTOS Y BAJOS

pasará

A veces, te escucho Jesús y, tengo que aceptarlo, me da miedo… Porque le vas diciendo a los apóstoles: 

«Les echarán mano y los perseguirán, entregándoles a las sinagogas y a las cárceles, llevándolos ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: esto les sucederá para dar testimonio. 

Así pues, convénzase de que no deben tener preparado de antemano cómo se van a defender; porque yo les daré palabras y sabiduría que no podrán resistir ni contradecir a todos sus adversarios. 

Serán entregados incluso por padres y hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de ustedes, y todos los odiarán a causa de mi nombre.

Pero ni un cabello de su cabeza perecerá. Con su perseverancia salvarán sus almas».

RELATO 

Hoy me ha dado miedo. Porque no me gusta…, no me gusta… eso de que me echen mano, que me persigan, que me odien…

Pero me acordaba del siguiente relato que te comparto a ti que escuchas:

“Su majestad el rey le habló a uno de sus ministros de confianza de la existencia de un anillo muy especial que tenía la propiedad de convertir el gozo en pesar, y el pesar de nuevo en gozo.

Dentro de seis meses voy a ofrecer una gran fiesta y quisiera lucir el anillo para la ocasión. —Haré cuanto pueda para dar con la mágica joya, le respondió el criado.

Y emprendió su camino durante semanas y meses en busca del anillo. Llegó la mañana del día señalado y el ministro no había encontrado rastro alguno. 

Vagando por las calles desanimado, avistó a un humilde comerciante que tenía expuestas sobre un trapo algunas joyas de insignificante valor. 

Se acercó y le preguntó: —¿Conoces de la existencia de un anillo mágico que torna la alegría en pena y la pena en alegría de nuevo?

El hombre metió la mano en su bolsa, extrajo un anillo muy corriente con algo tallado en su interior, y se lo tendió al ministro. —¿Es esto lo que buscáis?

El ministro, tras leer la talla, supo que había hallado lo que durante tanto tiempo había estado buscando. Y, tras pagar unas monedas al comerciante, se precipitó hacia el palacio.

La fiesta estaba a punto de dar comienzo. Cuando vio al ministro, el rey se sintió muy contento, porque ahora su felicidad se vería completada al haber encontrado el anillo con propiedades mágicas. 

Y, sin embargo, al leer el mensaje que este contenía, quedó sumido en la tristeza más absoluta. Tras pasar unos minutos pensativo y preocupado, volvió a mirar el anillo de nuevo y su inquietud se tornó en alegría radiante. 

Pero ¿cuáles eran las palabras que escondían tal poder mágico? El anillo decía sencillamente: Esto también pasará’” (El buen carácter, Rosa Rabbani).

TODO PASARÁ

“Esto también pasará…”. Habrá gozos y contradicciones, luces y sombras. Todo pasará. Y de todo hay. 

Lo que pasa es que lo que nos cuesta nos parece eterno, nos da la impresión de que la contrariedad (cuando está) se empecina, como si el mal se cebara con nosotros… 

Pero todo pasa…

Y también pasa, también sucede, que vivir coherentemente puede traer sinsabores. Porque no nos entienden, porque nos critican. 

Como decía san Josemaría,

“Llegan a herir a las ovejas, con las piedras que debieran tirarse contra los lobos: el seguidor de Cristo experimenta en su carne que, quienes habrían de amarle, se comportan con él de una manera que va de la desconfianza a la hostilidad, de la sospecha al odio. 

Le miran con recelo, como a un mentiroso (…). No es extraño que propaguen contra los que sólo hablan de Jesucristo, celotipias, sospechas, falsas denuncias, ofensas, maltratamientos, humillaciones, dicerías y vejaciones de todo género”

(Amigos de Dios, n. 301). 

Y también pasa que la vida, por ser la vida misma trae cosas menos fáciles, difíciles o, incluso, casi “insoportables”.

Pero, no te olvides que el que habla en el Evangelio, es el mismo Jesús. Lo único (Él único) inconmovible es Dios. Dios es roca firme. La piedra que eres Tú, Jesús. 

Es más así te describiste en una ocasión:

«La piedra que rechazaron los constructores, ésta ha llegado a ser la piedra angular. (…) Y quién caiga sobre esta piedra, se despedazará, y al que le caiga encima lo aplastará»

(Mt 21,42.44).

Tú, Jesús, eres el punto de apoyo firme. Eres eterno, eres lo permanente. Todo lo demás pasa.

«El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán»

(Lc 21, 33),

les dijiste a los tuyos. 

LA PIEDRA ANGULAR

Se lo dijiste sabiendo que iban a encontrarse con dificultades por ser discípulos tuyos. Seguro que también se los dijiste sabiendo que, en ocasiones, por las mismas circunstancias de la vida, iban a sentir que el mundo se les venía encima, o que los aplastaba como dos planchas de acero… 

«En el mundo tendrán sufrimientos, pero confíen: yo he vencido al mundo»

(Jn 16,33). 

El hijo de Dios va adelante sabiendo que Jesús es la piedra angular. 

San Josemaría lo experimentó en carne propia. Es lo que se entrevé en algunos escritos, como el que te compartí, y como en ese punto de su libro Camino, en el que dice:

“Otra vez…: Que han dicho, que han escrito…: En favor, en contra…: Con buena, y con menos buena voluntad… (…): sandeces y aciertos… [O sea: hay de todo.]

–¡Tonto, tontísimo!: ¿Qué te importa, cuando vas derecho a tu fin, (…) el clamor del viento o el cantar de la chicharra, o el mugido o el gruñido o el relincho?…

Además… es inevitable: no pretendas poner puertas al campo”

(Camino p. 688).

Apóyate en Jesús, que es la piedra angular, y que ya contaba con la posibilidad de que pasaran estas cosas. Y que, por eso mismo, Él está ahí. Para que te agarres a Él en lo que pasa la tormenta. Porque pasará, todo pasará…

Y mira que Jesús es el primero en experimentarlo en carne propia porque hizo todo bien, y ahí está, en el crucifijo. ¡Está crucificado…! Así le trataron (le tratamos) los hombres…

SABER CONVIVIR

Voy terminando con una consideración que hacía un sacerdote que tiene que ver con esto. 

Decía: “Nunca me ha gustado la música de Julio Iglesias. Pero no odio a Julio Iglesias, ni deseo matarlo. Simplemente, no lo escucho. Tampoco me ha gustado nunca el cine de Terrence Malick. Pero no odio a Terrence Malick, ni deseo matarlo. Simplemente, evito ver sus películas”.

¿No es este el que intentan matar? (preguntaban algunos en los evangelios al ver a Jesús predicar con libertad. Podríamos responder: ¡sí es Él!) Lo intentaron, y lo lograron: lo mataron. ¿Por qué? 

Ese interrogante es el fondo negro, negrísimo, de cualquier crucifijo: ¿Por qué? 

Si no les gusta lo que dice Jesús, si no les atrae su vida, no se acerquen a Él, vivan las suyas. ¿Por qué odiarlo? ¿Por qué matarlo? 

El otro día, alguien a quien no había visto en mi vida, por el mero hecho de llevar un alzacuellos, me llamó «perro». ¿Por qué? Si él lleva un anillo en la nariz y se ha pintado el pelo de rojo, yo no lo odio. ¿Por qué me odia él a mí?

Nadie puede responder a esa pregunta. Y las respuestas que se dan no se sostienen, son vómitos de odio. 

Pero lo cierto es que el demonio dejó su semilla en nosotros. Cuando la gracia no llena el alma, algo hay en ella que odia a Dios” (cfr. Evangelio 2024, José Fernando Rey Ballesteros). 

Esto es muy duro, pero un poco de lo que dice Jesús en el Evangelio.

A nuestra Madre, santa María, tampoco es que la hayan volteado a ver siempre bien. Solo imagínate las miradas de los soldados romanos o de los fariseos en la cumbre del Calvario. 

Y, sin embargo, ella se agarraba al mástil del barco: a esa Cruz que se levantaba en la cumbre.

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