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P. Daniel

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PASTOR: ¿YO?

Jesús se mueve a compasión frente a la ignorancia de Dios de las gentes. Nosotros, igual. El Señor cuenta contigo para llegar a muchos.

“En aquel tiempo, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella porqué andaban como ovejas que no tienen pastor.” (Mt 9, 36)

Contemplamos en este texto de hoy, una vez más, el corazón misericordioso de Cristo, qué se compadece frente a nuestras indigencias. Multitud que andaban como ovejas que no tienen pastor…

Esto hace dos mil años y no digamos ahora. ¿Cuánta gente que no conoce al Señor? Cuántos cristianos, porque han sido bautizados por sus padres, que incluso, luego, a los 8 años, más o menos, recibieron por primera vez a Cristo en la Eucaristía. Incluso algunos de ellos recibieron el don de la Confirmación.

Pero van como ovejas que no tienen pastor, porque no es fácil orientarse bien en la vida. No es fácil. Cuando todo el mundo parece decirnos que no hace falta Dios para ser feliz. Que nos bastamos a nosotros mismos. Que somos capaces de construir una vida así, humana, controlada, calculada, bien planificada, en la que Dios sobra.

Entonces, somos como ovejas que no tienen pastor y están a merced de los lobos. Que no faltan y son muchos, y es cuestión de abrir los ojos para darse cuenta de que hay mucho lobo que quiere morder, que quiere hacer daño. Y la oveja tiene poca capacidad de defensa, es un animal muy inerme.

No tiene una gran velocidad para arrancar, ni uñas para defenderse, ni colmillos, ni una piel gruesa. Es una empresa muy fácil. Podríamos decir: somos presa fácil del demonio.

Pero, conociendo el corazón misericordioso de Cristo, sabemos que el Señor vigila, qué está siempre atento, aunque a veces no te parezca, no me parezca a mí que el Señor nos cuida.

DIOS NOS CUIDA

Sin embargo, el amor de Cristo es vigilante, no duerme, no descansa, porque Dios. El amor de Dios que encierra el corazón de Jesús está siempre, siempre, siempre atento a todo lo que nos pasa. Somos nosotros los que a veces no nos damos cuenta o esperamos de Dios cosas que en el fondo no nos convienen.

Qué importante, entonces, es sabernos guiados por el amor de Cristo. Protegidos por ese amor. Ahí encontraremos la fuerza, sobre todo en la oración y en los sacramentos: la Eucaristía, la confesión, para no separarnos de Él, para no arriesgar inútilmente.

¡Qué pena! Cuando ponemos en juego nuestra felicidad, apartándonos del Señor. No somos felices si nos dejamos llevar por la esclavitud del pecado. Somos felices, e incluso sufriendo, cuando con la gracia de Dios tratamos de cumplir su santa voluntad cada día, esa es la cuestión.

“Subió la multitud y se compadeció de ella porque andaban como ovejas que no tienen pastor…”

(cfr. Mt 9, 36)

y se puso a enseñarles muchas cosas. Qué interesante es esto. El Señor no resuelve los problemas humanos así, como decir básicos; luego viene el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces y los va a alimentar…

Pero lo primero que hace Cristo, lo primero que le mueve a compadecerse es la ignorancia de Dios, la ignorancia de Jesús: no saber quién es Jesús, no conocer su amor, no entender o no saber, si queremos lo podemos decir así también, no entender que el sentido de la vida es llegar al cielo. Eso es ignorancia.

El tiempo no nos pertenece. La vida es un lapso que no controlamos y siempre deberíamos caminar cada día orientados hacia la eternidad. Al Señor le duele, a Dios le duele ver esta humanidad, cada hombre, tú y yo -podríamos decir- errante, desorientados, que están demasiado afanados en las cosas de la tierra, descuidando lo verdaderamente importante.

ENSEÑAR A CRISTO A LOS DEMÁS

Escrutopo

Cuando lo que se trata es estar afanado en las cosas de la tierra, pero con la razón, puesto las cosas del cielo, amando a Cristo a través de la vida diaria. Cuánta ignorancia hay de lo que significa ser cristiano. Cuánta ignorancia hay del amor de Cristo, así dicho simplemente.

Cuánta ignorancia hay del valor infinito de la Eucaristía, del milagro maravilloso, del sacramento del perdón, en que el Señor mismo nos limpia nuestras heridas y da vida nueva a nuestro corazón: frágil, débil, vulnerable.

Jesús se mueve a compasión y se puso a enseñarles muchas cosas… y esta es la tarea de todo cristiano, también tú: que es la gustosa obligación, el encargo divino de enseñar a Cristo a los demás. No es tarea solo de los curas o los obispos o del Papa.

Todo cristiano, por su condición bautismal, está llamado a la santidad, al amor de Dios y el apostolado, enseñar a Cristo los demás.

Quizá convenga en ese sentido hacerte esta pregunta: ¿Hablas habitualmente del Señor? Sin caer en cosas raras ni predicar en las esquinas, que no es lo nuestro.

Pero a través de esa amistad normal en que se dan espacios de conversación y de confidencia, es lógico que surja la pregunta significativa dirigido a tu amigo, a tu amiga: ¿Cómo está tu fe? ¿No sientes un poco de hambre, quizá en la parte más profunda de tu alma, pero no sientes hambre de Dios, hambre de verdad?

¿Cómo te puedes conformar con una vida en que termina siendo tan superficial? Esto lo decimos no porque nos sintamos mejores que los demás, no lo somos, sino simplemente hemos recibido el don maravilloso de la fe, la esperanza y la caridad.

AMAR A CRISTO

cruces, amor

Creemos en Cristo, esperamos en Cristo, amamos a Cristo y tenemos, decíamos, la gozosa obligación de llevarlo a los demás, enseñar, mostrar, hablar con el ejemplo, sí, por supuesto, pero también con la palabra.

Hoy en día se ha metido una especie de pudor o respetos humanos en que, si bien mucha gente no tiene ningún empacho en hablar o plantear su punto de vista en cuestiones muy complejas y, sin embargo, nosotros, los cristianos, a veces nos sentimos acobardados.

Pídele al Señor que te dé la valentía, la naturalidad de mostrar a Cristo a los que tienes cerca. ¿Y cómo? Primero, cuidando la propia vida interior, procurando con la gracia de Dios ser coherentes. Sabiendo comprender, ponernos a la altura de los demás. Nunca desde arriba, sino que a la altura de cada persona y avanzando en la medida que se puede.

¡Pero siempre se puede! Un gesto, una sonrisa, una palabra de consuelo, de ánimo, de esperanza. Es lo que el mundo necesita.

Los grandes milagros que cambian la vida de las personas muchas veces comienzan por pequeños gestos de caridad. Se lo pedimos a María santísima, que también nosotros veamos esta multitud que nos rodea, que están como ovejas sin pastor y nos sintamos responsables de sacarlos de esa ignorancia y llevarlos a la verdad y al amor de su Hijo Jesucristo, que dio la vida por nosotros.


Citas Utilizadas

1 Jn 4, 11-18

Sal 71

Mc 6, 45-52

Reflexiones

Señor, te pedimos valentía y naturalidad para mostrarte ante todos los que tenemos cerca. Danos la fortaleza para cuidar nuestra vida interior, procurando con Tu gracia ser coherentes y así ser buen ejemplo.

Predicado por:

P. Daniel

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COMENTARIOS

  1. Muy hermosa reflexión
    El pecado es la tentación diaria de toda humanidad, quiero aprender más de la vida de Jesús

  2. Carmen Pilamunga dice:

    Muy hermosa reflexión
    El pecado es la tentación diaria de toda humanidad, quiero aprender más de la vida de Jesús

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