DE QUE TE SIRVE GANAR EL MUNDO ENTERO…
“Era un hombre joven, lleno de vida, guapo, de familia noble, inteligente y con dinero. Lo tenía absolutamente todo o, al menos, eso parecía. Era de esos que muchas veces miramos con muchísima envidia, porque es el mejor futbolista o el actor más famoso, con una cartera repleta de dinero y una lista de contactos llena de chicas dispuestas a morir por él.
Aquel muchacho era un triunfador. Estudiaba en la universidad, como muchos de nosotros hacemos o hemos hecho.
Fue un día, en medio de su éxito y de su aparente bienestar, cuando al volver a casa se encontró a Ignacio, un sacerdote vasco que le conocía muy bien. Imagino que hablarían de mil cosas y, después de ver el estilo de vida que llevaba aquel universitario, el bueno del padre Ignacio le dijo, citando el Evangelio de hoy: —Javier, ¿de qué te sirve ganar el mundo entero si pierdes tu alma?
Aquella consideración cambió el corazón de ese joven llamado Francisco Javier. Entendió que
«lo que se necesita para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón enamorado»
(Surco, 795) (Cuaresma 2015, vívela con Él, Fulgencio Espa).
CUARESMA, TIEMPO DE CONVERSIÓN
Así cambió el corazón y, con él, la vida de san Francisco Javier. Así, con ese golpe interior a raíz de una pregunta, de una frase, cocinada en el horno del amor de Dios por él. Y de allí proviene esa misma pregunta, pero dirigida a nosotros, a ti y a mí.
Así, un jueves, este jueves después de ceniza (que así le llama la Iglesia a este día), Jesús mismo nos dirige esa misma pregunta: “—Fulano, fulana, ¿de qué te sirve esto o aquello si pierdes tu alma? ¿Dónde estás parado? ¿Cómo está tu alma? ¿Cómo está tu corazón?”
Porque es el corazón el que puede tener su conversión en la Cuaresma. La Cuaresma es eso: tiempo de conversión. Es un tiempo para tener el corazón enamorado o para volverse a encender en amor (si es que el corazón se me ha enfriado), para volver a latir con fuerza, si es que se me ha `apagado´.
¿CÓMO LA PREPARAMOS?
Como a Francisco Javier, Jesús te dice: “No me vengas con que sacas buenas notas o con que tienes prestigio profesional… No me vengas con que no hay nadie que se queje de ti entre tus amigos y familiares… No me vengas con que no le haces daño a nadie, con que las cosas te van bien y la vida te sonríe… ¿De qué te sirve todo eso, si pierdes tu alma? ¿De qué te sirve todo eso, si no tienes el corazón enamorado?”
Por eso, te lo recuerdo y me lo recuerdo: Ya estamos aquí en Cuaresma, ¿cómo la llevo…?
Que facilidad tenemos para preparar otras cosas… La fiesta del viernes, el plan del fin de semana que me voy a la playa, al lago o donde sea… Para planear un viaje pensando en los destinos, en los vuelos, en el hotel y en que tal día haremos tal cosa…
Tal vez se nos escapa un: “Jesús, perdón por no tomármelo en serio… Por no tomarte en serio… Por estar aquí, ya en jueves después de ceniza y no tener muy claros mis puntos de conversión en esta Cuaresma. Por no haberlo previsto. Por organizar y planear muchas otras cosas, pero con el alma y el corazón desorganizados…”
REPARAR NUESTROS PECADOS
Porque solo pienso en mí y en mis cosas y no en lo tuyo, en lo que Tú me propones…
Yo te pregunto y me pregunto: ¿Cómo le hacemos? Y pienso: Tal vez si tuviera más conciencia del pecado… Conciencia de lo que es y de la necesidad de perdón… Si viera el pecado a la cara y me diera cuenta de lo feo que es, del daño que me hace, de la lastra que vengo arrastrando y lo que eso supone.
Creo que algo de eso hay… Porque la Cuaresma tiene un sentido penitencial; o sea, de reparación por nuestros pecados. Algo hay de pérdida del sentido del pecado. A veces no nos damos cuenta de la maravilla que supone el perdón de nuestros pecados. Y lo veo hasta en la confesión.
Cómo llegamos y nos acusamos de nuestros pecados como quien pide una orden en el autoservicio de McDonald’s. O repasamos mentalmente la lista de nuestras faltas como quien repasa la lista del supermercado; solo con la intención de no dejar nada fuera, pero dejando fuera lo más importante: la verdadera contrición, el dolor de los pecados y el auténtico propósito de enmienda…
UN CORAZÓN NUEVO…
Te digo Jesús: “Perdón Señor, por no saber pedir perdón… Por hacerlo miserablemente, lo acepto… Pero te pido que me ayudes a cambiar en esta Cuaresma, este año.
“Señor, cámbiame este corazón mío que parece de piedra, porque no se duele ante sus faltas, porque se acostumbra a ir a medio vapor, a amarte a medio vapor… Cámbiame este corazón de piedra por uno de carne”
Tú lo dijiste por boca del profeta Ezequiel:
“—Les daré un corazón nuevo y pondré en su interior un espíritu nuevo. Arrancaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne”
(Ez 36, 26).
Pues así lo prometió el profeta y así lo pido yo. Porque necesito conversión, conversión del corazón. Y estamos nuevamente, un año más con esta oportunidad….
UN AÑO MÁS…
Se me venía a la mente lo que Jesús decía con la siguiente parábola:
“Un hombre tenía una higuera plantada en su viña y vino a buscar en ella fruto y no encontró. Entonces dijo al viñador: —»Mira que hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera sin encontrarlo; córtala, ¿para qué va a ocupar terreno en balde?»
Pero él le respondió: —»Señor, déjala también este año hasta que cave a su alrededor y eche estiércol, por si produce fruto; si no, ya la cortarás»”
(Lc 13, 6-9).
Un año más… De allí surgen los propósitos concretos: cavar alrededor, echar estiércol, cargar con la Cruz. Pero no una cruz en abstracto, si no de esas cruces mías, esos puntos de lucha que tanto me cuestan, esas cosas en las que me puedo negar o esas en las que me tengo que negar, pero nunca me decido a hacerlo.
Un año más… No nos cansemos.
“No nos cansemos de hacer el bien”
como dice el Papa en su mensaje para la Cuaresma de este año. No nos cansemos de hacer el bien o, al menos, de intentar hacerlo.
CUARESMA: UN NUEVO COMIENZO
Ahora, como siempre,
“La Cuaresma es un nuevo comienzo (…) lleva a no contentarse con una vida mediocre”
(Mensaje para la Cuaresma 2017).
Así nos lo recordaba también el Papa Francisco en otra ocasión.
Y, pensémoslo, a todos nos gusta destacar; y creo que todos tenemos ilusión de eso. Si fuéramos actores nos gustaría ganar un Oscar. Si nos dedicáramos a la política nos gustaría ser presidentes o primer ministro. Si fuéramos periodistas que nos dieran el premio Pulitzer, etc.
¿Por qué? Porque no nos gusta la mediocridad. Pues podemos ser cristianos mediocres, aceptémoslo. Pero la Cuaresma nos ayuda a no serlo. Y, para no serlo, Jesús nos lo recuerda en el Evangelio de hoy: Tomar la Cruz de cada día…
VIVAMOS LA CUARESMA CON ÉL
“Es buen momento para repasar la lista de mortificaciones que hiciste ayer, porque eso es ahora tu Cruz de cada día. Y reconoce delante del Señor que, tal vez, ha pasado solo un día de Cuaresma… y tu lucha ya ha disminuido.
Si es así, renuévala delante de Él en este último rato de oración y con Él, vuelve a empezar”
(Cuaresma 2015, vívela con Él, Fulgencio Espa).
Acudimos a santa María. Ayúdanos Madre nuestra, como tú lo hiciste, a acompañar a tu Hijo en el camino de la Cruz. Y, si puedes, anímanos a ser un Simón de Cirene que le ayuda físicamente a cargar con ella.