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NO SE DA POR VENCIDO Y A NADIE DA POR PERDIDO

Oveja

Cuántas imágenes usas Tú Jesús para intentar hacernos entender lo que para Ti supone perder un alma; el empeño que pones por recuperarla y la alegría que te embarga al haberlo conseguido.

Como esas tres cosas: la oveja perdida, la dracma perdida, el hijo pródigo… es un querer remachar la idea, el mensaje. Jesús que te dice, que me dice: “Tú eres valioso; tú eres valiosa; irremplazable; te buscaré donde quiera que vayas, nunca me olvidaré de ti”.

Todo esto lo dice de a de veras. No es palabrería bonita, es algo real, tan real como maravilloso.

El otro día leía el relato de un sacerdote que contaba lo sucedido a la vuelta de una excursión con un grupo de amigos por el Pirineo aragonés, en el norte de España:

“Mientras bajábamos, nos encontramos con un gran rebaño de ovejas. Al final de todas venía una oveja que renqueaba; tenía una pata rota.  Se iba quedando rezagada, muy atrás y en poco tiempo quedaría desconectada del resto. Sería pasto de los buitres, que acechaban atentos en el cielo.

Nos adelantamos un poco con paso rápido y alcanzamos al pastor. Le hablamos de la oveja con la pata rota y, sin detenerse un instante, aquel hombre respondió: -Esa es del diez por ciento de pérdidas.

Estaba previsto, esa oveja estaba sentenciada: se había roto una pata, estaba perdida. Era parte del diez por ciento. Sólo tenía ya interés para los buitres carroñeros que, desde las alturas, seguían interesados al rebaño”

(El día que cambié mi vida.  Francisco Fernández-Carvajal).

“Qué distinto eres Tú Jesús. Tú no das nunca a nadie por perdido, te interesan todas las almas. Quieres que

“todos los hombres se salven”

(1Tim 2, 4);

no te interesa un porcentaje de éxito, quieres a todos y cada uno; estás dispuesto a derramar hasta la última gota de tu sangre por cada uno. Es más, ya lo has hecho.

No existe buitre carroñero que se atreva mientras esté sobre tus hombros”. Lástima que algunas ovejas se empeñan en perderse…

Jesús pone todos los medios y te agradecemos Señor. No se da por vencido y, por eso mismo, no da a nadie por perdido.

“¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y sale en busca de la que se perdió hasta encontrarla? 

Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: “Alégrense conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió””

(Lc 15, 4-6).

EL BUEN PASTOR

“Jesús es el buen Pastor que no da a nadie por irrecuperable. No tiene previsto un tanto por ciento de pérdidas.  Pondrá todos los medios -y son muchos- para que nadie se descarríe definitivamente.

Esto nos llena de esperanza. El Señor no me dejará. Él pondrá todo de su parte, sin faltar nada, para que vaya al Cielo y también para que ese amigo, ese pariente… que anda un poco cojo, alcance su destino eterno. Quiere a todos con Él”

(El día que cambié mi vida. Francisco Fernández-Carvajal).

Se lo puedes decir: “Señor, no me dejes, no le dejes”. Es más, puedes decirle: “Gracias por no dejarme…”

San Josemaría guardaba un recuerdo de infancia muy distinto al de este pastor con el diez por ciento de pérdidas. Contaba:

“Recuerdo haber visto, de niño, a los pastores envueltos en sus chamarras de piel, en los días crudos del invierno del Pirineo, cuando la nieve todo lo cubre, bajar por las cañadas de esa tierra mía, con aquellos perros fidelísimos y aquel borrico cargado con todos los enseres, que culminaban en unos calderos, donde preparaban la comida para ellos y los potingues, que ponían sobre las heridas de sus ovejas.

Si alguna se había descalabrado -como dicen allí-, si alguna se había roto una pata, se reproducía la vieja estampa: le llevaban sobre sus hombros.

También he visto cómo el pastor -pastores toscos, que parece que no reúnen condiciones para la ternura- lleva entre sus brazos amorosamente un cordero recién nacido”

(El Fundador del Opus Dei I, Andrés Vásquez de Prada).

Ese sí que se parece a Jesús, ese sí se parece a Ti Señor.

Pues tú y yo,

“Pongamos nuestros ojos en Jesús. El buen Pastor tiene unas manos expertas para curar una herida, para entablillar una pata rota… ¡El Señor sabe bien cómo curar y cómo recomponer las fracturas que ocasiona el pecado en el alma! Nunca se da por vencido; no abandona a nadie a su suerte, a ninguno deja en la estacada”

(El día que cambié mi vida. Francisco Fernández-Carvajal).

PORQUE NOS QUIERE

¿Por qué será que Jesús es así? Porque nos quiere…

Nosotros actuamos distinto dependiendo de cuánto nos interesa lo que está en juego…

“Por ejemplo: Si, yendo por la calle me doy cuenta de que se me ha caído un botón de la camisa, yo no vuelvo desesperado a repasar por dónde he pasado, no pregunto en los últimos lugares donde he estado. 

En todo caso pienso: “a ver si en la casa encuentro uno parecido” o si no, “ahí le pido a mi mamá…”

Ahora, si en esa misma situación pierdo el teléfono celular, ahora sí resulta que repaso los lugares donde he pasado (hago memoria), pregunto, busco, vuelvo a buscar, me pongo nervioso.

Igual, si pierdo una medalla que era una herencia en la familia o una pulsera que me regaló la persona que más quiero… o sea, la intensidad de la búsqueda depende de la importancia que le doy a lo que se me pierde y a la posibilidad que tengo de reponerlo.

Por supuesto que puedo comprarme otro teléfono celular (incluso hasta uno mejor) pero ¿y todas las fotos y los contactos que tenía en el otro? (sobre todo si no tenía un respaldo);

Y por supuesto, que podría comprarme otra medalla, hasta exactamente igual, pero no sería la que me regaló mi abuela el día de mi Comunión”

(Fernando del Moral, Adviento-Navidad 2018, con Él).

Pues nosotros, para Dios, somos insustituibles… Por eso nos busca.  Por eso no se queda parado cuando nos hemos desaparecido, por eso va detrás de nosotros…

Si ya una mamá se pone nerviosa cuando su hijo se le pierde en un centro comercial (a veces dan los avisos por los parlantes de los almacenes de que hay niños perdidos…) -a mí siempre eso me ha sorprendido- ahora imaginemos lo que hace Dios.

DIOS SOLO SABE CONTAR HASTA UNO

El pastor de la parábola tiene cien ovejas, pero no son una totalidad, sino la suma de una más una y así…

Por eso dicen que, cuando se trata de las personas, Dios sólo sabe contar hasta uno…

“Cuando escuchamos que Dios ama a la humanidad, no hay que pensar que el amor de Dios se dirige a la gran masa de gente; Dios sólo sabe querer en individual… no se trata de que se le perdió una oveja de cien, sino que se le perdió “esa” oveja, concreta, individual, que Él conoce y que quiere.

A una oveja general la puede sustituir cualquiera, pero esa oveja concreta es insustituible”

(Fernando del Moral, Adviento-Navidad 2018, con Él).

Vale la pena meditar sobre esa verdad que es increíble: somos únicos para Dios, insustituibles para Él. Te conoce y te quiere a ti. Nunca se va a dar por vencido contigo y nunca te dará por perdido.

“Unos papás pueden tener muchos hijos, querer a todos sus hijos, pero es un amor a cada uno; por muchos que tengan, cuando una familia tiene que pasar la prueba durísima de perder a uno de ellos, sabe y lo dicen así, que el vacío que deja el que se ha marchado no lo ocupa ninguno, porque no es una cosa numérica, es un vacío de alguien…”

(Fernando del Moral, Adviento-Navidad 2018, con Él).

“Así entendemos a nuestro buen Pastor, a Jesús, que sale corriendo, que deja sus comodidades y seguridades y no para hasta encontrar a esa oveja que se ha despistado.

Y, una vez que la encuentra, la lleva de regreso al rebaño; o sea, la trata igual que al resto, sin distinciones de ningún tipo, no le reclama, no la regaña, la carga sobre sus hombros y la lleva a donde está el resto… es más, ¡se alegra!

(Acercarse a Jesús 1, p. 61,4 – 62,4).

Señor, que yo te dé alegrías, por que me deje encontrar si es que alguna vez me pierdo. Bueno, sobre todo ayúdame a no perderme y a ti, Madre mía, que algunos te han llegado a llamar: la divina Pastora, a ti también me encomiendo y te pido que me ayudes a estar muy cerca de tu Hijo.

Que nunca me pierda y, si me pierdo, que me deje encontrar dándole una alegría a Él.

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