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P. Josemaría

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LA PRÁCTICA HACE AL MAESTRO

Envidia de los fariseos. Miedo a perder el poder. Deciden matar a Jesús. Usan la ley para su propio provecho. Ley como instrumento de poder. En el ámbito civil, en instituciones de bien público, en la Iglesia.

Hay un libro llamado “Fuera de serie” que trata de descubrir por qué gente como los Beatles fueron grandes. Y una de las cosas que dice es que no es solo que tuvieran un talento innato, sino que fundamentalmente, para haber sido los mejores, necesitaron dedicarle muchas horas de práctica a la música. Lo interesante de este estudio es que dice que más allá de los talentos innatos, cualquier persona es capaz de alcanzar lo que se proponga si le dedica tiempo y esfuerzo.

Así que todo esto que te cuento de las horas de práctica, ¿cómo lo podemos aplicar para tratar a Jesucristo? Teológicamente te puedo decir que no hay tope en nuestra capacidad de crecer en el amor a Dios y a los demás por Dios. No vamos a llegar al último nivel nunca, porque no existe: siempre podemos subir a un nivel superior, siempre podemos amar más y mejor a Dios y a los demás. Pero entonces, ¿por qué en el amor de Dios a veces actuamos como si hubiera un límite?

Y hablando de límites parece que para las cosas de vanidad, de dinero, de fiestas no se diga, de comida, pues no hay límites. Siempre tenemos tiempo e incluso nos parece poco. Películas ilimitadas, gimnasio 24/7, te llevamos lo que sea de comer a tu casa, compra lo que quieras con un clic, viajes con todo incluido, etcétera. En cambio, para las cosas de Dios, a veces parece que tenemos poco tiempo.

Bueno, pues te propongo, para estos tres últimos días de preparación para la Semana Santa, que no dejes de practicar la amistad con Dios y con los demás. Y lo primero es quitar los obstáculos, porque de lo que practiques -no lo olvides-, te vas a hacer muy bueno.

Muy en concreto ahora que nos vamos de vacaciones, ¿qué pasaría, por ejemplo, si te pusieras a practicar la queja? Pues que te volverías muy bueno en quejarte. Te volverías tan bueno o tan buena que seguro encontrarías siempre algo malo en cada cosa. ¿Qué pasaría si te pusieras a practicar el estar de malas? Pues que te volverías tan bueno que cualquier tontería te enojaría. O ¿qué pasaría si te pusieras a practicar estar preocupada? Pues que te volverías tan buena que todo te preocuparía. Bueno, como te das cuenta, la historia es interminable.

EL AMOR A LOS DEMÁS

perdonar

Hoy en el Evangelio vemos que los fariseos eran expertos en practicar la ley judía. Cumplían a rajatabla los más o menos 600 mandamientos que tenía la ley de Moisés. En eso nadie lo superaba. Pero tenían un problema de fondo: que aunque fueran expertos en el cumplimiento de esas leyes, no supieron reconocer en Jesús a Dios. Serían muy buenos en cumplir la ley de Moisés, pero se les escapaba lo más importante que es el amor a Dios y como consecuencia, el amor a los demás. La misericordia y la compasión a los demás. Y por eso no supieron reconocer en Jesús al Hijo de Dios. No reconocieron a Dios, porque Dios es amor, Dios es misericordia.

Si miramos a nuestro modelo, que eres Tú, Jesús, Tú ¿qué es lo que practicas? Y la respuesta es evidente, ya lo hemos dicho. Porque lo que practica Jesús es lo que Él es: Él es amor porque Dios es amor. 

Jesús, a veces pienso que si te viera en persona, si yo hubiera vivido en aquellos tiempos, yo sí hubiera creído que Tú eras Dios. No como estos fariseos que te tienen tan cerca y lo máximo que llegan a decir es:

“ahora conocemos que estás endemoniado”

(Jn 8, 52).

Qué pena. Y sin embargo, tengo que admitir que, actualmente, yo también me resistiría a creer que alguna de las personas que me rodean y que conozco bien fuera Dios. Es tan difícil creer esto que ni los mismos apóstoles se acababan de enterar si no hasta después de la resurrección, que Tú eras, que Tú eres el Hijo de Dios. Ni siquiera por todos los milagros que habían visto.

Ayúdame Jesús, a ser como el apóstol joven, como san Juan, que él sí que te reconoció y te acompañó hasta la cruz, porque no se le escapó lo importante. A mí, con el ajetreo de la vida, a veces se me olvida lo importante. Con el tanto hacer, y hacer, y hacer se me escapa lo importante, se me escapa lo que da fundamento a mi vida cristiana, que es el amor a los demás. Y amar me lleva a comprender, a preocuparme por ellos, me lleva a disculpar, me lleva a perdonar.

APRENDER A PERDONAR

Por eso te pido, Jesús, en esta recta final de la Cuaresma, en estos tres días previos al Domingo de Ramos, te pido la gracia, el gran don de tener un corazón como el tuyo, un corazón compasivo y misericordioso, un corazón que sepa amar, que sepa comprender, que sepa perdonar. Jesús, en mi vida quiero practicar la misericordia y de forma especial quiero practicar el perdón porque, Jesús, mirando mi vida, a mí a veces me cuesta tanto perdonar. En cambio, mirando tu vida, es lo que hiciste, incluso colgado del madero. Toda la vida la pasaste haciendo el bien, amando, comprendiendo, e incluso hasta el final suspiraste:

“Perdónales porque no saben lo que hacen”

(Lc 23, 34).

perdonar

Jesús, dame un corazón como el tuyo, porque perdonar es una de las cosas más difíciles que hay. Es lo que más me cuesta. Al menos a mí, es de lo que más me cuesta: perdonar y pedir perdón. Te pido, Jesús, que sepa perdonar, que sepa amar a mis enemigos, que sepa rezar por los que me persiguen. Es más, que no me sienta enemigo de nadie. Y que sepa perdonar las veces que haga falta, porque es lo que Tú haces conmigo, que no te cansas de tener que perdonarme y me perdonas las veces que haga falta.

Es lo que decía el papa Francisco en su primer Ángelus como Papa, exactamente hace once años. Decía:

“No olvidemos esta palabra: Dios nunca se cansa de perdonar.”

(Papa Francisco, Ángelus, Plaza de San Pedro, 17 de marzo de2013).

Se preguntaba el Papa: ¿Cuál es el problema? Y él respondía:

“El problema es que nosotros nos cansamos de pedir perdón”.

Él jamás se cansa de perdonar.

Por eso en estos tres últimos días previos a la Semana Santa, quiero prepararme practicando una buena confesión. Y así pedirte, Jesús, que me arranques mi corazón de piedra y me des un corazón como el tuyo, un corazón misericordioso, un corazón que sepa amar, un corazón que sepa perdonar. Madre mía, pongo en tus manos estos propósitos. 


Citas Utilizadas

Gn 17, 3-9

Sal 104

Jn 8, 51-59

Reflexiones

Señor, que sepa perdonar como Tú, que sepa amar a los demás como Tú lo haces conmigo.

Predicado por:

P. Josemaría

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