Si te preguntas por qué Harry Potter no murió cuando, siendo todavía un bebé, fue atacado por el peligrosísimo Voldemort y que recibió el peor hechizo para matarlo: el Avada Kedavra, fue porque su madre se sacrificó por él; le dio protección muriendo por él hasta que cumplió los 17 años.
¿Qué tiene que ver esto con lo que queremos hacer ahora que es hablar con Jesús? Tiene que ver Señor (al menos así lo relaciono yo), nos decís en el Evangelio de hoy:
“Permanezcan en mi amor”.
A mí, ese permanecer en tu amor Jesús (que no sé si es algo así tan directo como si nos dijera: tomate un vaso de agua, anda a comprar algo a la esquina; algo tan directo que se me ocurre, qué tengo que hacer) yo me lo imagino un poco como permanecer en una situación.
Permanecer bajo una protección, permanecer dentro del influjo de algo que viene de afuera, que es lo que Vos hiciste por nosotros -como la madre de Harry Potter que dio su vida por su hijo y eso lo protegió. Vos nos decís en el Evangelio:
“Como el Padre me amó, así los he amado Yo”.
CUÁNTO NOS AMÓ DIOS
Y ¿cómo nos amaste Vos Señor? Nos amaste hasta dar tu vida, nos amaste sin reservarte nada, nos amaste profundamente y nos pedís eso: que permanezcamos en tu amor.
Lo podemos imaginar así: permanecer en el amor tuyo Señor como si estuviéramos protegidos dentro de una esfera, en una dimensión distinta. Porque, claramente algo cambia, sino no nos lo dirías: “Permanezcan en mi amor”. A algo te estás refiriendo que, quizás, es más profundo de lo que nos podemos dar cuenta así a primera vista.
Sí que nos das una pista Señor en cómo hemos de permanecer en tu amor.
Para permanecer en tu amor, tenemos que cumplir tus mandamientos; esa es la segunda idea que aparece en el Evangelio de hoy:
“Permanezcan en mi amor. Para permanecer en mi amor cumplan mis mandamientos como Yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”
(Jn 15, 9-10).
Entonces ya nos vas guiando Señor si queremos estar cobijados, arropados por tu amor, si queremos permanecer sin salirnos de ese amor tuyo que es innegable, que está en el pasado y también en el presente, porque nos seguís amando y te seguís entregando por nosotros.
Entonces, como Vos cumpliste los mandamientos de tu Padre, yo tengo que cumplir los tuyos.
Y la tercera cosa que dice el Evangelio de hoy, que es muy breve, es que nos decís eso para que nuestra alegría sea completa.
Como si permaneciendo en tu amor y para eso, cumpliendo tus mandamientos, vamos a tener una alegría completa, más plena, que seguramente lo será del todo en el Cielo, pero pienso que podemos experimentarla también acá.
AMAR A LOS DEMÁS
Ya saliéndonos un poco del Evangelio de hoy (quizá adelantándome un poco a lo que saldrá en estos días), me fijé en el Evangelio si nos tiras alguna pista más acerca de ese
“cumplan mis mandamientos”.
Y sí, efectivamente, lo haces en todo este mismo discurso que tiene lugar en la Última Cena. Para permanecer en tu amor, cumpliendo tus mandamientos, lo que tenemos que hacer es: amarnos los unos a los otros como Vos nos amas.
Tiene lógica, nos decís:
“Como el Padre me amó, así los he amado Yo”.
Y ahora nosotros que queremos recibir tu amor Jesús, ¿cómo vamos a responder? Amando a los demás.
Qué impresionante que nos pongas así Señor tan como en la misma línea de tu relación con el Padre; ¡qué lindo desafío!
HAZ LA PRUEBA
Podemos hoy intentar esa prueba: a ver cómo es si yo procuro hoy permanecer en tu amor Jesús y a ver si tengo esa alegría plena. Voy a hacer la prueba.
Puedo pensar, ahora que estamos hablando con Vos Señor, quiénes son las personas a las que me tengo que dar, a las que tengo que amar como me amaste Vos y jugarme, tratar de hacerlo hoy.
Quizá, en primer lugar, está mi familia, los que viven conmigo; quizás desayuno con alguien en la mañana o por ahí las personas en el trabajo que me voy a encontrar hoy. Saludar a alguien primero que está ahí en la puerta y hay que darle un poquito de tiempo, preguntarle cómo anda; “perder tiempo”.
Después puede ser: hacer un trabajo, terminar algo bien pensando en los demás que se van a beneficiar de ese trabajo; también ahí darme. Así podemos un poco recorrer el día y pensar cómo se concretaría hoy esto que Vos me pedís Señor.
Así sigo tu mandamiento y así permanezco en tu amor, arropado por ese amor, metido adentro sin salirme y seguro que hará tanto en mí más de lo que me doy cuenta.
A ver si comprobamos que nuestra alegría es completa. Eso aumentará nuestra fe, porque yo pienso que sí, que tendremos un gozo: el que da olvidarse de uno mismo; el que da creer en Vos Señor y seguirte; y comprobamos la veracidad de tus palabras.
Qué profunda y qué sencilla es, a la vez, tu enseñanza Señor y qué alcance de la mano está.
IMITAR A JESÚS
Vamos a pedirle a nuestra Madre que, quizás ni se lo tenía que proponer, ese permanecer en el amor de su Hijo, imitarlo en ese darse a los demás y por eso estaría también en la alegría de Dios; una alegría que es completa.
En esa viviría nuestra Madre día a día, con las dificultades y sufrimientos que le tocó también afrontar, esa alegría que en el fondo viene del Espíritu Santo.