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P. Juan

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PREMIO A QUIEN TUVO MÁS QUE SUERTE

Jesús nos invita a vivir vigilantes, ocupados en lo que el Padre nos encomienda a cada momento.

Se cuenta en una película irlandesa, cómo un viejito que vivía en un pueblo de muy pocos habitantes gana la lotería.  Pero, de la emoción que siente al descubrir que salió su número premiado, muere de un infarto.

Entonces, los vecinos del pueblo empiezan a simular que está vivo para poder cobrar el premio y repartírselo entre ellos -que no eran tantos y el premio era grande, por lo que les iba a tocar una suma importante a cada uno.

Ese hombre de la película tuvo suerte porque ganó, pero no tuvo suerte porque no soportó la emoción, no le sirvió de nada el premio.

“Hoy en el Evangelio, escuchamos unas palabras tuyas Jesús, que a todos nos gustaría escuchar, dirigidas a cada uno, porque son el anuncio de un premio más grande que si ganáramos la lotería.

Además, no nos podemos morir de la emoción porque son palabras que uno puede escuchar, justamente, cuando ya ha fallecido y va a tu encuentro Señor.

En el Evangelio nos hablas de un criado al que su amo le confiará la administración de todos sus bienes y no son pocos bienes.

Llegar a escuchar esas palabras, recibir ese premio que tiene un valor eterno, no es solo una cuestión de suerte, como que te toque la lotería, sino de cumplir un requisito que Vos mismo Señor nos indicas”.

Dice también el Evangelio:

“¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues dichoso ese criado si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. (…)

Dichoso ese criado, lo hará administrador de todos sus bienes…”

(Mt 24, 45-57).

NO ES CUESTIÓN DE SUERTE

Premio y suerte

“Es una de las parábolas en las que nos invitas Señor a que estemos vigilantes, para que, al momento de llamarnos, nos encuentres preparados”.

No es una cuestión de suerte, como dicen en algunas partes: “Que Dios nos pille confesados, justo en el mejor momento”.  Cosa que, en ocasiones, sucede.

Una persona que fallece el día que había recibido la Unción de los enfermos, eso yo lo he visto y sucede, gracias a Dios. O una persona que lo último que hizo antes de morir fue ir a misa, comulgar y encima fallece un sábado y tenía impuesto el escapulario, murió el día de la Virgen…

Son cosas que dan mucha alegría, sin embargo, eso uno no lo puede decidir.  En principio, estamos en las manos de Dios respecto al momento de nuestra partida.  Lo que sí podemos hacer nosotros para morir bien, es vivir bien.

“A eso nos insta Jesús: que cuando venga en cualquier momento, ahora, si así lo quisieras Señor, nos encuentres portándonos así, ocupándonos de lo que nos encargaste”.

HAZ LO QUE DEBES Y ESTÁ EN LO QUE HACES

“Esa vigilancia que nos pedís Jesús se podría expresar también” (pienso en lo que dice un punto de Camino):

“Haz lo que debes y está en lo que haces”.

El punto entero dice así:

“¿Quieres de verdad ser santo? -Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces”

(San Josemaría, Camino 815).

“Lo que acá está en juego, no es solo que nos encuentres Señor haciendo lo que tenemos que hacer y nos premies nada menos que con el Cielo -que ya sería mucho.

Además, está en juego cómo vivimos esta vida; que cada momento de ella, tenga esa trascendencia de eternidad, que es nuestra felicidad, nuestra conexión con quien da la felicidad, con Vos Señor, con tu Padre, con el Espíritu Santo.

Vigilar es, por una parte, preguntarnos a lo largo del día: ¿Qué querés de mí ahora Señor? Jesús, ¿qué harías Vos en mi lugar? ¿Qué puedo ofrecer ahora al Padre? ¿En qué me espera?”

Ahí encontramos la respuesta a la primera parte de ese punto de camino: “Haz lo que debes”.  Lo que Dios quiera, que es lo mejor para cada uno de nosotros.

La segunda parte es: “… está en lo que haces”, uno puede pasar mucho tiempo del día preocupado por el futuro, apesadumbrado por hechos del pasado, tanto que no viva metido en el presente.

Eso no es bueno, no estar en lo que uno hace, sino en lo que ya fue o lo que piensa que será, porque así no le da toda la atención a lo que ahora es, a lo que nos debería ocupar.

ABRAZAR LA REALIDAD

Premio y suerte

El Papa Francisco nos da un buen consejo en este sentido:

“Mirar al pasado con gratitud, vivir el presente con pasión y abrazar el futuro con esperanza”.

Un tema muy suyo este de abrazar la realidad, asumir lo que pasó, con agradecimiento, confiando en que Dios sacará bienes de esos hechos.

Confiar en el perdón de Dios si hace falta, si en algo nos hemos equivocado.  Mirar al futuro también con confianza en Dios, con esperanza y a poner pasión en el presente, que es donde podemos actuar, lo que existe, lo que tenemos entre manos y así, podemos vivir una vida plena.

Hoy la Iglesia celebra a un santo, que es un tanto peculiar porque es nada menos que un rey, un gobernante: san Luis, rey de Francia.  También hoy es el cumpleaños de mi papá, así que aprovecho para pedir oraciones por él y saludarlo.

San Luis vivió vigilante para no dejarse llevar por intereses mundanos y tener siempre presente lo importante -y eso que no fue rey solo un par de años, reinó casi cuarenta años y se ve que no se desvió.

Le podemos pedir hoy a él, que nos ayude a hacer lo que debemos hacer y a estar en lo que hacemos.  También le podemos encomendar a san Luis hoy a quienes gobiernan en nuestro tiempo, una tarea muchas veces difícil.

TESTAMENTO DE SAN LUIS DE FRANCIA

En un testamento que dejó este santo para su hijo -que fue su sucesor- le decía:

“Hijo amadísimo, lo primero que quiero enseñarte es que ames al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas; sin ello, no hay salvación posible. (…)

Además, si el Señor permite que te aflija alguna tribulación, debes soportarla generosamente y con acción de gracias, pensando que es para tu bien y que es posible que la hayas merecido.

Y, si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas. (…)

Ten piedad para con los pobres, desgraciados y afligidos y ayúdalos, consuélalos según tus posibilidades. (…)

Hijo amadísimo, llegado al final, te doy toda la bendición que un padre amante puede dar a su hijo; que la santísima Trinidad y todos los santos te guarden de todo mal.  Y que el Señor te dé la gracia de cumplir su voluntad, de tal manera, que reciba de ti servicio y honor y así, después de esta vida, los dos lleguemos a verlo, amarlo y alabarlo sin fin.  Amén

(Testamento san Luis, Rey de Francia).

“Nosotros también queremos Jesús llegar a verte, amarte y alabarte sin fin, no por pura suerte, sino porque cuando nos encuentres en algún momento, el que fuera, estemos metidos en lo que hacíamos y haciendo lo que teníamos qué hacer”.

Que María nos ayude a vivir y a morir así.


Citas Utilizadas

1Cor 1, 1-19
Sal 144
Mt 24, 42-51
Testamento san Luis, rey de Francia

Reflexiones

 Señor, te pido que cuando me encuentres en algún momento, el que fuera, esté metido en lo que hacía y haciendo lo que tenía qué hacer.

Predicado por:

P. Juan

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