LA PRISA DE MARÍA
“Por aquellos días, María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá;
y entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel.”
(Lc. 1, 39-40).
A mí esa palabra me atrapó apenas comencé a leer: deprisa. “Los hombres corren y corren, y no saben dónde van. Corren porque entienden que la vida es breve, y se les acaba el tiempo, y quisieran aprovechar cada minuto, pero tampoco no saben cómo aprovecharlo. Por eso se apresuran sin que les sirva de nada. Y en lugar de ganar las horas, las pierden entre carrera y carrera”.(Misterios de Navidad, José-Fernando Rey Ballesteros).
No sé cómo será en tu país o en tu ciudad, pero aquí el tráfico es de locos en estas fechas. ¡No digamos ir a un centro comercial! Parecería que, una vez más, dejamos las cosas para el último momento y, entonces, vamos corriendo a buscar o a hacer aquello que falta.
Los famosos pendientes.También aprovechamos a reunirnos con los amigos y con la familia, que está muy bien, pero todo se junta, todo coincide y entonces se convierte en una cosa tras otra. Todas bien intencionadas, pero que, con las prisas, nos corremos el riesgo de vaciarlas de contenido y de sentido.
AMOR Y ALEGRÍA DE CRISTO
Y leo en el evangelio que “María marchó deprisa”. Pero ¡qué distintas parecen ser tus prisas de las mías, Madre mía! Tú tienes prisa. Pero la tienes “porque las almas de Dios, en ocasiones. también corren/ Pero es Dios quien las apresura.
Se diría que Dios, cuya esencia es la calma infinita, quisiera, de cuándo en cuándo, tener prisa, y entonces se apresura (cobra velocidad) en los hombres. San Pablo dice que: nos apremia el amor de Cristo (2Cor 5, 14), y así es. María tiene prisa, pero se trata de la prisa (la buena prisa) que sintieron los pastores para llegar a Belén después del anuncio del ángel.
La prisa que movía a Pedro y a Juan cuando acudían al sepulcro vacío después de la resurrección del Señor; la prisa que palpitaba en el pecho de aquel hombre cuyo banquete estaba vacío cuando le dice a su criado: Sal a prisa a las plazas y calles de la ciudad y tráete aquí a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos” (Lc 14, 21)”.
PRISA POR AMAR
Esta es la prisa que vemos hoy en el Evangelio: María se levantó y marchó deprisa a la montaña, a una ciudad de Judá. Descendió de la caravana. La casa de Isabel se encontraba en Ain Karem, en lo alto de un monte. Ycomenzó a subir, deprisa, mientras se le aceleraba el corazón”. (cfr. Misterios de Navidad, José-Fernando Rey Ballesteros).
El corazón de nuestra Madre tira de Ella. Porque tiene prisa por amar. Ojalá que sea esa nuestra prisa entre las prisas de estos días.
Como nos animaba san Josemaría: “Tened prisa en amar. El amor nos impedirá la queja, la protesta. Porque con frecuencia soportamos la contrariedad, sí; pero nos lamentamos; y entonces, además de desperdiciar la gracia de Dios, le cortamos las manos para futuros requerimientos (…) Dios ama al que da con alegría, con la espontaneidad que nace de un corazón enamorado, sin los aspavientos de quien se entrega como si prestara un favor” (Amigos de Dios, n.140).
Y vemos subir a María, hacia la casa de Isabel. Y ¡es cierto! tú y yo la vemos alegre. Tal vez cansada por el viaje, pero alegre. No se queja, se alegra.
ENTERERARSE DE LA ALEGRÍA
“Uno se pregunta [dice el Papa Francisco]: ¿por qué María se levanta y va deprisa a ver a su prima? Claro, acaba de enterarse de que la prima está embarazada, pero ella también lo está. ¿Por qué entonces va a ir si nadie se lo pidió? María realiza un gesto no pedido, no obligatorio. María va porque ama, y el que ama, vuela, corre y se alegra». (Imitación de Cristo III, 5). Eso es lo que nos hace el amor”. (JMJ Lisboa). Así dice el Papa.
Bueno, tú y yo, a estas alturas del año ¿cómo andamos? Con las carreras de estas semanas previas a la Navidad ¿cómo andamos? ¿Andamos enamorados o simplemente apurados, apresurados? ¿Estamos preparando la venida de Alguien a quien amamos o simplemente vamos deprisa como pollo sin cabeza, como dicen?
Hoy, justo hoy, que vemos llegar a María (con Jesús en su vientre) a esta en la casa en las montañas de Judá, podemos preguntarnos:
¿Cuántas veces he invocado ya con el corazón o con los labios: Ven, Señor Jesús? Si has ido a misa, ahí lo has dicho después de la consagración del pan y del vino: Ven, Señor Jesús. Porque viene. Y viene con prisa. Y nosotros (tú y yo) lo esperamos, lo esperamos con prisa, con ansias: Ven, Señor Jesús.
¡JESÚS VIENE!
Por eso creo que una de las mejores formas de prepararnos para la venida espiritual de Jesús en la Navidad, que está ya tan cercana, consiste en disponer bien nuestras almas y nuestros cuerpos para recibirle con nuevo fervor cada día en la Sagrada Comunión. O para comulgar especialmente bien en la misa de Navidad.
También es buena preparación aprovechar las circunstancias de estos días: los adornos, los villancicos, los Nacimientos, los regalos, las reuniones. De manera que todo se traduzca en un: Ven, Señor Jesús. O sea, pregúntate:¿Aprovecho las luces y los adornos callejeros para pedir que Dios obtenga la respuesta (la acogida) que se merece de mi parte y de todos aquellos que me rodean? Porque a todos viene a buscar...
Porque viene. Viene a buscarnos a todos, a cada uno. Y viene con prisa. Lástima que a veces se nos olvida entre prisa y prisa…
Me acordaba de lo que decía un escritor inglés converso, al que algunos llaman “el apóstol del sentido común”. Chesterton, que así se llama, decía que la Navidad tiene que ser rescatada “de la frivolidad, que es el intento de alegrarse sin nada sobre lo que alegrarse.
Que se nos diga que nos alegremos el día de Navidad es razonable e inteligente, pero solo si se entiende lo que el mismo nombre de la fiesta significa: [natividad, nacimiento, Dios con nosotros. Porque] que se nos diga que nos alegremos el 25 de diciembre [así por así] es como si alguien nos dijera que nos alegremos a las once y cuarto de un jueves por la mañana. Uno no puede alegrarse así, de repente, a no ser que crea que existe una razón seria para estar alegre”.(G.K. Chesterton).
CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA
Tú y yo tenemos razones para estar alegres. Es más, conocemos la razón de la alegría. Y vemos a María subir de prisa a la casa de Zacarías. La vemos y la llamamos, con aquella letanía del santo Rosario, “causa de nuestra alegría”. María, causa de nuestra alegría.
Esa Alegría que lleva dentro, la alegría con mayúscula, la que le acelera el corazón, la que se desborda y contagia a Isabel, a ti y a mí.
Chesterton decía que “la mayoría de la gente seguirá observando unas tradiciones que no sabe explicar; mantendrán el día de Navidad, con los regalos de Navidad y las bendiciones navideñas; continuarán con todo esto; y algún día, de repente, se despertarán y descubrirán el por qué”. (G.K. Chesterton).
Pues, si se te olvida, ahí lo tienes: viene. Ven, Señor Jesús, razón y fuente de mi alegría. Si se te ha olvidado: ¡despierta!, ¡descubre (redescubre) el por qué! ¡Viene Jesús! Y viene con prisa, prisa en amar.
En alguna ocasión el Papa Francisco dijo que “sería bello añadir a las Letanías del Santo Rosario una que diga así: Señora, que vas deprisa, ruega por nosotros”. Yo te recomiendo repetirla especialmente hoy: Señora, que vas de prisa, ruega por nosotros.
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