La siguiente anécdota la cuenta el Papa Francisco en un libro que se titula: “El nombre de Dios es Misericordia”:
“Recuerdo a otro gran confesor, más joven que yo, un padre capuchino que ejercía su ministerio en Buenos Aires. Una vez vino a verme porque quería hablar conmigo. Me dijo:
«Necesito tu ayuda. Tengo mucha gente en el confesionario, gente de todo tipo, humilde y menos humildes, los perdono mucho y, a veces, experimento un escrúpulo, el escrúpulo de haber perdonado demasiado».
Hablamos de la misericordia y le pregunté qué hacía cuando experimentaba ese escrúpulo. Me respondió: «Voy a nuestra pequeña capilla, frente al tabernáculo y le digo a Jesús: “Señor, perdóname porque he perdonado demasiado. ¡Pero eres Tú el que me ha dado tan mal ejemplo!”».
(El nombre de Dios es Misericordia. (Papa Francisco)
LA ORACIÓN
Hasta aquí la anécdota del Papa y, a continuación, me meto en el pasaje del Evangelio de hoy, de la misa de este lunes de la quinta semana de Cuaresma.
“Jesús marchó al monte de los Olivos muy de mañana; se fue, como casi todos los días a orar y después quiso ir al Templo para enseñar”,
porque el Señor vino para eso.
Después de hacer oración, subió al Templo, se sentó en uno de los bancos de piedra (colocados, quizás, a lo largo de los pórticos) e inmediatamente lo rodeó una multitud de personas y empezó a enseñarles.
LA MUJER ADÚLTERA
“Hoy Jesús no vas a necesitar una parábola, una historia, un cuento que tanto te gusta. Sino que vas a tener la historia ahí, el cuento lo vas a tener ahí a Tus pies”.
“Estaba enseñando e irrumpe un grupo de fariseos y traían a una mujer que se cubría el rostro con las manos y la ponen delante de Jesús y le dicen: Rabí, Maestro”
(¡Maestro! lo reconocen como Maestro),
“esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés en la Ley nos mandó lapidar a estas mujeres. ¿Tú qué dices?
Y dice san Juan,
“Se lo decían tentándole para tener de qué acusarle”.
MIRAR A JESÚS
Vamos a meternos en la escena, muchas veces podemos tomar parte en alguno de los personajes. Yo te propongo que hoy simplemente seamos espectadores, decidamos ser alguna de las personas que estaba ahí escuchando a Jesús.
No sé qué vas a decidir, si mirar a los fariseos, si mirar a esa mujer, pobrecita, que seguramente tendría las ropas desgarradas, tenía los cabellos revueltos y despeinados; o, si quieres más bien, mirar a Jesús.
Seguramente, cuando el Señor ve que hay una bulla, hay un gran barullo y entran este grupo de personas, se levanta, pero inmediatamente dice el Evangelio que:
“Jesús se agacha, se sienta en el piso y se pone a escribir con el dedo en la tierra”.
NUESTRO SEÑOR MIRA LOS CORAZONES
Así dice san Juan. Pero he leído alguna vez, uno de los libros que hablan de la vida de Jesús, que nuestro Señor se pone a jugar con la tierra; a hacer garabatos, a hacer líneas o quizás, escribir alguna cosa, no lo sabemos.
“Como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “el que de vosotros esté sin pecado, que tire la primera piedra.”
Nuestro Señor espera, ¿por qué? y aquí es donde yo quiero mirar un poquito más a Jesús y pensar: el Señor hace tiempo, ¿por qué? Porque a Él lo que le interesa es mirar los corazones, aquello que hay en los corazones, qué ocurre en el corazón del hombre.
Jesús está ahí delante de una multitud, ya lo estaban escuchando muchas personas y se le suman estas otras: fariseos, escribas, doctores de la Ley, que traen a esta mujer para ponerla a los pies de Jesús.
NO JUZGAR
El Señor hace tiempo, porque mira los corazones, es lo que le interesa. Y, entonces, una vez termina de escribir algo en la tierra, se levanta, los mira y les dice:
“El que de ustedes esté libre de pecado que tire la primera piedra”
y aquí el Señor nos dice a nosotros que hacemos este rato de oración: “Si tú quieres valientemente reconocer qué es el pecado, mira dentro de tu corazón, no mires afuera, no juzgues”.
No somos nadie para juzgar si otra persona es pecadora. “Perdónanos Señor si alguna vez tenemos un juicio temerario en nuestro corazón pensando de otro que es pecador”. ¡No! Mira más bien a tu corazón, revisa en tu corazón a ver si ahí hay pecado.
Cuenta san Juan que:
“Jesús se agacha otra vez y sigue escribiendo en la tierra y empezaron a marcharse uno tras otro, comenzando por los más viejos y quedando solamente Jesús y la mujer”.
ACUDIR A JESÚS
“Seguramente Jesús, Tú habrías mirado a los apóstoles, alguno estaría ahí y le habrías hecho la señal como que: bueno, ya se fueron los que la querían acusar, ahora llévense a todo el mundo de aquí, porque yo me quiero quedar a solas con esta mujer”.
“Señor, cuando yo estoy en pecado, ¿puedo encontrarme contigo a solas? ¿Puedo acudir a Ti, a Tu misericordia, a Tu perdón? Sí Señor, me levantaré, iré a buscarte”.
Faltan pocos días para la Semana Santa, ¡qué buen propósito ir a buscar una buena confesión antes de la Semana Santa! Se queda Jesús con esta mujer a solas y entonces rompe el hielo:
“Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? No Señor, ninguno -respondió ella-”
y, en ese momento, ella aguanta la respiración, porque viene la sentencia de Jesús, que es muy importante escucharla y ella aguanta la respiración, hace silencio porque va a escuchar la sentencia de Jesús, el juicio de Jesús.
“Pues Yo tampoco te condeno, vete y, a partir de ahora, no peques más”.
(Jn 8, 1-11)
PROPÓSITO DE ENMIENDA
Jesús, Tú la perdonas, pero perdonándola le exiges; más que le exiges, le propones que ella, en su corazón, haga un propósito profundo de enmienda, de nunca más volver a ofenderte.
Dios está dispuesto a perdonarnos siempre, pero pide que haya un propósito de la enmienda. Señor, hoy quiero personalmente, que éste sea un propósito -lo sugiero como propósito de este rato de oración-, que no solamente busquemos pedir perdón, sino que también tengamos un firmísimo propósito de nunca más volver a ofender al Señor.
Vamos a acudir a Santa María (porque se nos acaba el tiempo, ya puedes seguir tú en diálogo con Jesús), a nuestra Madre, que esté junto a nosotros cuando nos acerquemos a pedir perdón y, también, que sea testigo ella de los propósitos que hay en nuestro corazón.