PROTOCOLO
Me cambié de ciudad y, al igual que la vez pasada en la otra ciudad que teníamos un grupo de jóvenes que salíamos a visitar gente en situación de calle, también acá tenemos una “Noche de la caridad”.
Antes la llamábamos “Sol de noche”: darles un poco de luz a esa gente que está muy sola, que la está pasando mal.
Y en esta “Noche de la caridad” que solemos tener con los chicos, se me ocurrió, aprovechando el evangelio de la misa de hoy, esas preguntas que hace también Jesús en el capítulo 25 de san Mateo: ¿Tuviste sed? ¿Fuiste forastero, estuviste desnudo, enfermo, en la cárcel? Son preguntas que abren como nuevos capítulos en la vida de las personas.
Cuando conversamos con ellos, a veces nos quedamos solo en la parte familiar o en sus necesidades, o les llevamos a algo caliente o algo fresco según el momento.
Pero ¡qué importantes son esas preguntas! Son, como nos dice el papa Francisco, un protocolo de en nuestra vida. Son un protocolo por el cual seremos juzgados al final del mundo. A veces, ya te digo, nos podemos quedar con un protocolo así muy seco o muy protocolar, valga la redundancia, pero en lugar de preguntas frías y formales, es bueno enfocarnos también en ese encuentro humano donde también la otra persona se sienta escuchada,
se sienta amada, se sienta comprendida en esa sed, en esa hambre, en ese ser forastero, en ese estar enfermo, muchas veces cuando no tiene a nadie que lo pueda ayudar.
SOL DE NOCHE
Fíjate, por el bautismo todos estamos llamados a vivir y a guardar todas las enseñanzas de Jesús. Pero estas preguntas que hace Jesús en este capítulo 25 de san Mateo, nos animan también a nosotros a ver cómo estamos viviendo como discípulos de Cristo en esta Cuaresma.
Ya la Cuaresma está caminando y podemos preguntarnos: ¿Cómo estoy viviendo esta Cuaresma? ¿Cómo quiero vivir como Jesús también me enseñó? ¿Cómo quiero vivir, según ese relato, esa vida de Cristo que tiene que hacerse vida también en la mía?
EL JUICIO FINAL
Porque inmediatamente después de la muerte, el alma será juzgada por Dios en el juicio particular y al final de los tiempos, vendrá el juicio universal. El juicio particular al que todos nos tenemos que enfrentar es decisivo para nuestra vida.
Uno queda destinado para la eternidad a ese cielo, al purgatorio o al infierno. ¿Quién nos va a juzgar? Jesucristo. Siempre me acuerdo de un examen final que tuve en Roma en el seminario, sobre quién era el que nos iba a juzgar. Y efectivamente, es Jesucristo el que nos juzgará.
Fíjate en ese evangelio que leeremos hoy:“Cuando el Hijo del Hombre venga con todos los ángeles, se sentará en el trono de la gloria. Serán reunidas todas las naciones y él separará a la gente como un pastor separa las ovejas de un lado y las cabras de otros”. (Mt 25, 31-33)
Es como un buen pastor que sabe elegir quién va con las ovejas y quién va con las cabras, las separa. Porque efectivamente, dirá el Señor: “Vengan, hereden el reino preparado para ustedes desde toda la creación del mundo. Porque tuve hambre y me distes de comer. Tuve sed y me distes de beber. Fui forastero y me hospedaste. Estuve desnudo y me vestiste. Estuve enfermo y me visitaste. Estuve en la cárcel y viniste a verme”. (Mt 25, 34-36)
Ahí se verá todo, ahí lo comprenderemos todo. En el momento del juicio final, delante de Dios, no podremos minimizar las exigencias de nuestra vocación. No podremos querer callar u ocultar algo que en realidad no hicimos antes. Vos, delante de Dios, Dios delante tuyo.
HACER LAS COSAS POR AMOR A DIOS
Midiendo tu temperatura hoy en esta Cuaresma, ya estamos en marzo, ¿cómo estamos viviendo nosotros también nuestra temperatura espiritual? ¿Cómo es mi protocolo de preparación para ese momento final? Si me muriese hoy, si tuviese que vivir también como Dios me pide, lo viviría hoy sin más.
¿Cuánto tiempo me queda? Solamente Dios lo sabe. Lo bonito es también poner la balanza y descubrir que a veces lo positivo es menos que lo negativo.
Sería bueno también ver cómo está nuestro estado o nuestro protocolo de preguntas para ver cómo nosotros también queremos cambiar lo que haya que cambiar en esta Cuaresma, cortar con lo que haya que cortar o añadir lo que haya que añadir.
Dios es nuestro Padre y por eso también queremos seguir luchando como Él nos ama y como Él nos conoce, y no nos desalentamos si a veces Dios nos sigue pidiendo más: si podemos vivir mejor esa pobreza o si podemos ser más justos o misericordiosos, o más puros de corazón; somos los agentes de paz que Dios espera, si perseguimos también esa causa de la justicia o si estamos también viviendo en un mundo de mentiras. ¡Cuidado!
¿Hacemos las cosas por causa de Cristo? ¿Las hacemos por amor a Cristo? ¿Amamos a Dios con todo el corazón, con toda nuestra mente, con todo nuestro ser? ¿Amamos al prójimo? ¿Realizamos trabajo también con perfección y con amor de Dios?
Porque a veces nos podemos quedar un poco en el cumplir. Me puedo quedar en el: yo dí de comer, yo visité en la “Noche de la caridad” o fui a dar un poco de “Sol de noche” y ya está. Está muy bien.
Pero es importante que nos examinemos también ahora en este rato de oración para ver cómo estamos buscando conocer a Cristo, cómo estamos buscando todo para la gloria de Dios, cómo hacemos las cosas con rectitud de intención.
A veces nos podemos patinar un poco, pero es importante que sepamos reconocer también nuestras miserias para cambiar y empezar de vuelta.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Si uno cuida bien el examen de conciencia, también ahora en esta Cuaresma, profundizaremos, impediremos que se arraigue también ese germen de la tibieza, adquiriremos también mayores virtudes, evitaremos y pondremos más lejos esas ocasiones de pecar.
El beato Álvaro del Portillo en una ocasión decía, proponiendo también una buena idea, decía “hacer a conciencia el examen de conciencia”. Porque efectivamente el examen es un paso previo, un punto de partida para buscar también mayor amor de Dios en nuestra entrega, mayor amor de Dios en nuestra vida.
¿Cómo es tu examen de conciencia diario? ¿Tenés un rato de examen de conciencia a la noche? ¿Tenemos un tiempito también para descubrir que hay cosas que cambiar, cosas que mejorar?
Porque efectivamente, lo podemos decir un poco rápido, pero si nos estamos preparando para ese juicio final, tenemos que también practicar ese protocolo.
Ahora estamos en tiempo de exámenes acá en Argentina y ya muchos chicos han podido rendir todo lo que tenían que rendir y quizá están ahora evaluando, verificando cómo se viene este año.
Pero es importante que nos preparemos para ese protocolo final. Ese protocolo que también el Señor nos va a pedir a cada uno, porque efectivamente somos pecadores, como decimos en el Ave María:“Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. Y María sabe que somos así.
A veces, como dice el Evangelio de hoy, no nos damos cuenta de que Él tuvo hambre, de que Él tuvo sed, de que Él estuvo forastero. Pero Jesús lo dice muy claramente y lo hace también mención para que vos te des cuenta –para que yo también me de cuenta– porque dice: “En la medida que lo hiciste con el más pequeño, conmigo lo hiciste.” (Mt 29, 40)
ANIMÁNDONOS A VIVIR
Y ahí tenés también vos que verificar, porque fíjate, el papa Francisco también nos está animando a vivir nuestra vida con humildad, con esperanza.
Seguimos rezando por su pronta recuperación; grabo este audio unos días antes y por eso también estoy especialmente rezando por él, por su salud. Fíjate vos también si puedes rezar un poquito más, cómo es también tu conversión, cómo estamos también preparándonos para la fiesta de San José.
Imagínate San José fue un hombre preparado, fue un hombre que no descuidó su trato con Dios, fue un hombre que también cuidó ese protocolo final.
Vamos a pedirle a la Virgen, junto a San José, que también nos ayude a mirar con alegría ese cuidado del examen diario, ese saber preparar nuestra conciencia para ver qué podría haber hecho mejor, qué podría haber hecho antes, qué podría haber hecho de otra manera para que Dios también sea visto con rectitud de intención.
Que sea un año que también Dios esté muy presente en esta Cuaresma y lo hacemos también con la ayuda de Santa María.