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PRUDENCIA

sentidos

Hemos visto a lo largo de este año litúrgico, un montón de llamadas de Jesucristo a vivir las virtudes, a ser sinceros, a ser leales, fieles.  Hemos visto un montón de virtudes humanas y es que la llamada de Jesucristo siempre está en torno a ser una persona de una pieza, un hombre completo a imagen de Jesucristo.

Una virtud muy importante -quizás más importante que otras muchas- es la virtud de la prudencia.

“Mejor es la sabiduría que la fuerza.  El varón prudente que el varón fuerte”

(Sap. 6, 1).

Hay que tener esta virtud: la prudencia.  Tener, en definitiva, la cabeza sobre los hombros, que no quiere decir pensar mucho las cosas, pasar semanas pensando.

Pero hay que sopesar las situaciones, hay que reflexionar a la luz de la fe, teniendo en cuenta el lado sobrenatural de nuestra vida, la fuerza arrolladora de la gracia.

PRUDENCIA

Implica también contar con la gracia de Dios: Tener las ideas muy claras en nuestra cabeza.  Lo primero es Dios y nuestra santidad.

En teoría, esto parecería fácil, pero también hay que llevarlo a nuestras acciones.

O sea, ¿es realmente lo primero Dios y nuestra santidad en el descanso? ¿Es el trabajo lo más importante que tengo? ¿A veces hago que el trabajo vaya en contra de los intereses de mi familia o, inclusive, de los intereses de Dios?

¿Estoy dispuesto, para quedar bien, hacer cualquier cosa que me piden, incluso cuando no es claramente moral o se acerca a la Ley de Dios?

TODO NOS ACERCA O NOS ALEJA DE DIOS

Porque una cosa está clara: todo nos acerca o nos aleja de Dios.  Ahí, justamente, entra la prudencia para ordenar nuestras acciones, nuestras actuaciones.

Esta lectura, este programa de televisión, esta serie, este pequeño video de Youtube… todo esto, ¿me lleva a Dios? ¿Me hace crecer en el amor de Dios? ¿Me hace santo? O más bien me aparta del Señor, de lo que Dios quiere de mí.

Primero diría que es importante la sinceridad; sinceridad con nosotros mismos para no engañarnos, porque la prudencia exige que hagamos las cosas con sinceridad de corazón y hay una serie de ámbitos en donde tenemos que vivir la prudencia.

Se me ocurría tres que pretendo glosar en estos siguientes minutos:

1. PENSAR ANTES DE HABLAR

Mira que esto es una cosa de prudencia, pero elemental, porque siempre tendemos a hacernos los simpáticos, a veces los graciosos y a veces salen esos comentarios y burlas que sí ofenden.

La mejor broma es aquella con la que todos se ríen, incluso el interpelado.  Por eso, hay que tener cuidado de no decir cosas muy hirientes.

ANÉCDOTA

Yo recuerdo hace muchísimos años, me subí en un carro con un tío que no veo hace mucho tiempo. Nos fuimos a un viaje largo y recuerdo que, todo el viaje de regreso, estuvieron hablando los dos mayores que estaban en ese carro (mi tío y otra persona más), sobre los defectos de otra persona de la familia.

Yo la verdad es que me gozaba en la parte de atrás.  Yo era un enano, pero me gozaba en la parte de atrás.

Cuando llegamos al destino, nos bajamos todos del carro y yo hice este comentario inocente: “¡Qué chévere ha sido hablar mal de la gente!”

Mi tío se pegó un corte, porque se dio cuenta del mal que le había hecho a su sobrino.  Y es que, a veces, no nos damos cuenta porque, por pasar un buen momento, hacemos el mal, faltamos a la justicia, hacemos que las cosas no sean buenas.

Por eso, vale la pena hacernos esa pregunta: ¿Critico a los demás fijándome únicamente en las facetas negativas de lo que sucede a mi alrededor? ¿Soy constructivo en mis opiniones y en mis iniciativas en bien de la sociedad? ¿O tengo la lengua larga, de esas que azotan con facilidad?

Porque claro, como soy de ironía rápida, de salidas fáciles, de risa inmediata, entonces a veces puedo hacer daño con lo que digo, con lo que suelto.

Pensar, pensar antes de hablar, porque esto es fundamental para vivir la prudencia.

2. MEDIR LAS CONSECUENCIAS

Otro punto fundamental para la gente que quiere ser prudente, es medir las consecuencias, porque actuar sin medir las consecuencias de lo que se hace es un atentado contra la prudencia en las acciones.

Como quiera que sea, ahí donde predomina la imprudencia verbal o en las acciones, la convivencia con nuestros semejantes es sumamente complicado porque la gente se resiente con las cosas que uno hace.

VIVOS O SAPOS

Porque damos mal ejemplo, dejamos mal a otras personas, hacemos que las cosas…

Falte integridad, no se sabe si lo que estamos dando es lo mejor que tenemos o nos estamos guardando para nosotros; si somos vivos o sapos.

Cuidado en el medir las consecuencias de lo que hacemos y de lo que decimos también, por supuesto.

Por eso, se acuñaron esas expresiones de enorme sabiduría popular que están en boca de muchos:

“En boca cerrada no entran moscas”; “Cuando no puedas alabar, cállate”; “Es mejor callar que hablar”; “Calladito se ve más bonito”; “Machete estate en tu vaina”.  Son formas todas de hablar de lo mismo.

3. DECISIONES CON LA CABEZA CALIENTE

“Señor Jesús, ahora que estamos delante de Ti haciendo este rato de oración, te pido perdón por todas las veces que tomé decisiones con la cabeza caliente y te pido que me ayudes a que no vuelva a ocurrir”.

No tomar decisiones con la cabeza caliente o cuando uno está en crisis, es como cortar el árbol en invierno cuando no hay ramas.  Hay que esperar porque llegará una primavera en donde todo reverdece.

Pero cuando estamos enfadados decimos cosas o tomamos actitudes: “Ley del hielo” o “no, ahora se va a enterar de quién soy…” y nos metemos en una dinámica de subir cada vez más las agresiones con los demás.

“Ah, tú te portas así”, “No sirves en la casa”, “Pues yo no te hablo”, “Ah, ve, el otro no me habla, entonces voy a hablar mal de él, le voy a hacer quedar mal con las amigas…”

CIMIENTO DE VIRTUDES HUMANAS

Es una “escalation” ahí de cosas horribles por tomar decisiones con la cabeza caliente.  Son cosas que, a veces, nos puede parecer que no son parte de nuestra vida cristiana. Pero, al contrario, esto es como la base, el cimiento de estas virtudes humanas.

Porque el Señor nos lo dice en el Evangelio:

“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”

(Mt 5, 48)

y cuando leemos la palabra perfecto, en nuestra imaginación pueden aparecer cosas que no necesariamente hablan de Dios.

Más bien, hablan de algunas idealizaciones y de imágenes nuestras en un espejo que nos habla de nuestro cuerpo, de nuestro estatus, de nuestra forma de desempeñarnos…

SER MÁS VIRTUOSOS

Pero Jesús propone la perfección justamente en la lucha en ser más virtuosos.  Intentar romper las cosas que nos separan de los demás.

Por eso Jesús esto lo vivió también en Su vida en la tierra.  Intentó ser un buen Amigo, no hablaba mal de la gente.  Intentó ser un Hombre que no tomaba las decisiones con la cabeza caliente.  Si no, no hubiera quedado ni uno solo de Sus apóstoles.

Es un Hombre que supo comportarse en los sitios según tocaba, porque Cristo es el Hombre perfecto y nos invita a que nosotros también, dentro de nuestras limitaciones, vivamos con prudencia.

ACERCARNOS A DIOS

Hagamos las cosas que nos llevan más a Dios y evitemos las que nos separan del prójimo y de Dios.

Por lo tanto, vuelve tu cabeza a pensar antes de hablar; medir las consecuencias; no tomar decisiones con la cabeza caliente porque, de esa forma, seremos mejores cristianos.

Vamos a poner estas intenciones en manos de nuestra Madre la Virgen.  Ella es la mujer prudente por excelencia y estará encantada de que nosotros sigamos sus pasos.

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