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ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA

La puerta de la posada

Dice el Señor en el Evangelio que nos propone la Iglesia el día de hoy:

«Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que llevan a la perdición y muchos entran por ellos. 

Mientras ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida eterna! y pocos dan con ellos»

(Mt 7, 13-14).

Nos encontramos frente a esta disyuntiva de la vida cristiana, que nos invita el Señor a estar atentos para no perder dónde está la puerta, dónde tenemos que ir para realmente llegar al Reino de los Cielos y no perdernos en el camino.

Es importante que nos demos cuenta de que es un camino arduo, un camino estrecho, que es una cosa que tendremos todos siempre que valorar en nuestra conciencia propia: “A ver, esta decisión< que tengo que tomar, este siguiente paso que voy a dar, ¿me lleva a Dios o me aleja de Él?

Qué importante es que tengamos esa convicción profunda de que nuestros actos y nuestras decisiones tienen directa influencia en nuestro Cielo.

Es bonito ver que para esto no estamos solos, sino que tenemos una cantidad de personas que nos guían y que vemos en ellos esos personajes que también están intentando ir por la puerta estrecha, por ese camino un poco más difícil.

EL PAPA VELA POR TODO EL PUEBLO CRISTIANO

Hoy nos acordamos en concreto del Papa Francisco>, que celebra su aniversario de ordenación episcopal.

En ese instante, él no tenía idea (y nosotros tampoco) de los caminos que el Señor tiene, van haciendo que las almas vayan mejorando con el tiempo y vayan haciendo que se adapten a nuevas realidades y que también vayan -como el buen vino- también mejorando.

Seguramente, lo que pasó con el Papa Francisco es que cuando el nuncio apostólico vio que él era un buen candidato para ser obispo, tal vez en ese instante no tenía todas las cualidades que tiene ahora.

Pensaba que esto es importante porque a veces nos da la sensación de que las personas son iguales a lo largo de toda su vida y no, eso no es así. Nosotros también tenemos que ir mejorando a lo largo de nuestra vida sobre la tierra.

Contaban del Papa Juan Pablo II, que don Joaquín Navarro Valls -que fue muchos años portavoz del santo Padre- le preguntaba a don Estanislao (secretario del Papa) si al santo Padre no le aplastaba el peso de tantas preocupaciones en toda la Iglesia de todo el mundo.

Lo que respondió don Estanislao es:

“El Papa es como si estuviera oyendo constantemente al Señor que le dice: “Pedro, ¿me amas? Apacienta mis ovejas” (Jn 21, 15). Y se vuelca con las ovejas”.

¡Qué bonito! Y yo decía, sí Señor, el Papa tiene ese trabajo de apacentarnos y de velar por todo el pueblo cristiano.

Hoy aprovechamos para dar gracias también por el Papa Francisco y pedir también por él, para que sea cada vez mejor instrumento del Espíritu Santo.

TENER GUÍAS

Qué importante es que tengamos, en este camino, guías, porque cuando tenemos guías y cuando tenemos el ejemplo de otras personas, es más fácil caminar.

Resumido en siete puntos, porque así podemos también darnos cuenta de que cuando nosotros correspondemos también a Dios, somos ejemplo y somos guía para otros que también están en este camino.

Número uno: Ejemplo de fidelidad. Aquellos que responden a la vocación que Dios les ha dado son un testimonio vivo de la fidelidad a su llamado.  Su compromiso y entrega total a Dios nos inspiran a seguir su ejemplo y a buscar nuestra propia vocación.

Segundo: Porque nos convertimos en testigos de la verdad. Las personas que viven su vocación, que siguen este camino estrecho de manera más auténtica, son los testigos de la verdad de Dios en el mundo.

A través de sus palabras y acciones, nos van mostrando el camino hacia Dios y nos ayudan a comprender mejor su voluntad.

Tercero: Se convierten en poderosos intercesores. Aquellos que siguen su vocación son instrumentos poderosos en la intercesión por los demás.  Su cercanía con Dios les permite orar e interceder por las necesidades del mundo y de la Iglesia de una manera especial.

Por eso, la gente tiende a pedirles: “Rece por mí” o te mandan mensajes: “Tengo este problema, rece por mí; póngame en sus oraciones que tiene un directo canal con Dios”.

LOS QUE VIVEN SU VOCACIÓN REFLEJAN EL AMOR DE DIOS EN EL MUNDO

El cuarto: Se convierten en guías espirituales. Los que viven bien su vocación pueden convertirse en guías espirituales para otros por su experiencia, por esa sabiduría que les da el Espíritu Santo.

Por esa prudencia que les permite acompañar a otros en su camino de fe, en ayudarles a discernir además su propia vocación, en dar los pasos adecuados para seguir por ese camino estrecho, por esa puerta más estrecha.

El quinto: Servicio a la comunidad. Las personas que siguen su vocación están llamadas a servir, porque así seguimos al Maestro,

«porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir»

(Mc 10, 45).

Se nota en todas las personas que están cerca de Dios que buscan servir a los demás y también son un reflejo del amor de Dios.

El sexto: Reflejo del amor de Dios. Aquellos que viven su vocación auténticamente reflejan el amor de Dios en el mundo. Y esa entrega generosa nos recuerda el amor incondicional de Dios por cada uno de nosotros; nos invita a corresponder a ese amor de Dios.

El séptimo: “Es más fácil darnos cuenta de nuestra llamada a la santidad. La vocación es un camino hacia la santidad. Aquellos que siguen su vocación tienen la oportunidad de crecer en santidad y de ser ejemplo para los demás en la búsqueda de la santidad.

Estos siete puntos es lo que encontramos con la gente que nos guía y es en lo que tenemos que convertirnos también cada uno de nosotros. Ese camino rústico que a veces tenemos, que es una senda complicada.

SER MEJORES CAMINANTES

Los autores espirituales decían (algunos) que es ese camino que está lleno de espinos y que a veces nos dejamos jirones de ropa e incluso rasguñones de sangre mientras vamos ascendiendo por ese camino.

A veces eso nos puede dar la sensación de que se trata de algo duro, algo triste o algo que es incompatible con la alegría, cuando es al revés.

El saber que ese fin del camino nos conduce al Reino de los Cielos, hace que todas las cosas funcionen de una manera completamente distinta, de que uno tenga esperanza. Esa felicidad, esa esperanza que nos va conduciendo a tener esa alegría en la vida.

«¡Qué estrecha es la puerta, qué angosto el camino que lleva a la Vida! y pocos dan con ella».

Nos dice el Señor y entre esos pocos tenemos que estar tú y yo.

Vamos a acudir a nuestra Madre la Virgen María para pedirle que nos ayude a ser cada vez mejores caminantes, que nos esforcemos por ir por esta senda, aunque a veces nos cueste, aunque a veces nos parezca que es demasiado dura.

Y cuando eso ocurra, que tengamos los ojos puestos en los demás que también van caminando.

Que veamos esos guías: El Papa Francisco decíamos, ayer celebrábamos a san Josemaría Escrivá y tantos santos que nos pueden ir dando esa visión clara de que vale la pena.

VALE LA PENA

Cuando uno se esfuerza en algo que es costoso porque sabe que el final vale la pena, tiene siempre más energías para seguir caminando, tiene más ganas porque sabe que vale la pena.

Y, por supuesto, nuestra vida cristiana vale la pena, ¡vale la pena! En cambio, los que prefieren ir por el camino carretero, que es fácil y lo único que hay que hacer es dejarse llevar, terminan mal.

Terminan en esta vida muchas veces con depresiones, con sentimientos suicidas, con un hastío de todas las cosas, que no encuentran una explicación o algo que valga la pena.

En cambio, las personas que están en el camino arduo saben que al final van a encontrar ese abrazo cariñoso del Señor y le sienten a lo largo de todo su camino.

«¡Qué estrecha es la puerta, qué angosto el camino que lleva a la Vida! y pocos dan con ella».

Señora, hoy al terminar este rato de oración te pedimos que nos ayudes a caminar siempre por esta vía angosta para llegar a la vida. Que entremos todos por esta puerta estrecha.

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