PURIFICAR EL CORAZÓN
En estos diez minutos con Jesús, como siempre, comenzamos pidiéndole ayuda: “Señor, ayúdame, ayúdanos a todos los que estamos haciendo este intento de hacer oración para que podamos comunicarnos con Vos, para que sintamos tu presencia”.
Le pedimos al Espíritu Santo que nos ayude con su gracia para sentir su presencia, para saber que no estamos hablando con el aire, que no estamos hablando a solas; que estamos hablando con Dios, que estamos comunicándonos con Dios y que Dios siempre nos está escuchando. Porque Dios siempre nos está escuchando y responde de maneras muy diversas: a través de otras personas, a través de un libro, a través de un comentario, a través de algo que nos pasa, nos cae una ficha, nos damos cuenta.
Dios se comunica con nosotros porque quiere comunicarse, le interesa muchísimo comunicarse con nosotros. Es mucho más importante para Él comunicarse con nosotros que para nosotros. Por eso basta que le hablemos, que le digamos, que le pidamos esta gracia, como ahora se lo estamos pidiendo:
“Jesús, por favor no me dejes solo, no te olvides que a mi me cuesta mucho escucharte, me cuesta mucho verte, me cuesta mucho percibirte. Necesito de una especial ayuda, dadas mis limitaciones, dadas mis dificultades. Teniendo en cuenta eso -mi ceguera, mi dificultad para escucharte y verte-, ayudame, Señor, a que en estos diez minutos pueda crecer en esa relación filial con Vos”.
PERSECUSIONES VENIDERAS
Jesús continuaba instruyendo a los apóstoles y no les oculta las dificultades, los peligros y amenazas que van a que van a encontrarse).
Dice el Evangelio:
“Miren que yo los voy a enviar como ovejas en medio de lobos; por eso, sean astutos como las serpientes y sencillos como las palomas. Pero cuídense de la gente, porque los van a entregar a los tribunales, los van a azotar en las sinagogas;
los van a hacer comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos y ante los demás. Cuando los entreguen, no se preocupen de lo que van a decir ni cómo lo van a decir; en aquel momento se les va a sugerir lo que tengan que decir.
Porque no serán ustedes los que hablan, sino el Espíritu de su Padre que lo hará en ustedes. El hermano va a entregar al hermano a la muerte, el padre al hijo; se levantarán los hijos contra sus padres y los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el final, ése se salvará” (Mt 10, 16-22).
Jesús nos recuerda ese paso por las tribulaciones, por las dificultades, por las persecuciones, por el que cada uno de nosotros pasará en algún momento de su vida y “para el que estamos intentando prepararnos, Señor, con tu gracia. Porque a veces van a hablar mal de nosotros, van a calumniar, nos van a hacer daños. Vos, a través de tus apóstoles, nos lo has dicho».
San Juan, ya anciano, va a escribir recogiendo esta enseñanza de Jesús en una de sus cartas:
“No se fíen de cualquier espíritu, sino examinen bien si sus espíritus vienen de Dios [o no]” (1Ju, 4, 1). Y San Pablo dice: “Examínenlo todo y quédense sólo con lo bueno” (1Te 5, 21).
Jesús nos previene:
No se fíen de cualquiera; tengan cuidado, miren de quien viene lo que les están diciendo… “Porque los árboles buenos producen frutos buenos, y los árboles malos, frutos malos” (Mt 7, 17).
TANTOS TIPOS DE DEMONIOS
En el evangelio de hace unos días veíamos cómo el Señor expulsa demonios. Una de las tareas más importantes que tiene Jesús será expulsar demonios, demonios de todo tipo. En este caso, recuerdo, era un demonio mudo, pero hay demonios de vergüenza, demonios de miedo, demonios de envidia, demonios de lujuria, demonios de soberbia, demonios de querer dominarlo todo, de tener miedo al fracaso, esconder nuestros fracasos como las tortugas, nos metemos dentro del caparazón para que no nos encuentren, y a veces culpamos a otros, no queremos reconocer nuestros errores…
¡Tantos demonios que el Señor tiene que expulsar de nuestro corazón! Porque necesitamos esos exorcismos diarios de Jesús. No tenemos que pensar en las posesiones como si fueran Emily Rose, posesiones de película.
El demonio, las potestades esas perversas, están por la Tierra y van sembrando esa división entre los cristianos, en la Iglesia, en los países, en las instituciones, por todos lados. Y tenemos que tener, como ese cuidado que nos dice Jesús:
Miren de dónde vienen las cosas, examinen -San Pablo, San Juan, nos recuerdan. Porque a veces vendrán como con ovejas, pero en realidad son lobos, están disfrazados, y les vendrán a proponer cosas que parecen buenas, pero que no son buenas porque dividen. Por eso “por sus frutos los conoceremos” (Mt 7, 16).
El Señor nos previene contra esas insidias del enemigo que nos arruinan el camino, que nos separan de los demás, que nos llevan a empacarnos en nuestras opiniones, a crear divisiones, a crear grietas entre nosotros, a no escucharnos, a no comprendernos, a no tenernos paciencia… Necesitamos superarlo todo eso. “Solo lo hacemos, Señor, con tu ayuda, con tu gracia. Por eso, Señor, ayúdanos, exorcízanos de todos los espíritus del mal que se puedan meter en nuestro corazón, de todas esas cosas que nos puedan apartar de los demás, que nos separen, que nos dividan”.
EL DEMONIO: EL GRAN DIVISOR
Porque el demonio es el gran divisor. Un rasgo típico de que el demonio está presente es que nos separa de las personas que tenemos que amar, a las cuales nos tenemos que unir. El demonio es un gran divisor, es un gran engañador: engaña para que desconfiemos. Cuando empezamos a pensar mal, a desconfiar, ya ahí se nos metió el demonio, ya seguramente tengamos el espíritu del mal trabajando en nosotros, en nuestro corazón.
Un hijo de Dios piensa bien, confía, siempre piensa que el otro tiene razón, que está diciendo algo que por ahí no comprendemos, pero que seguramente lo dice desde su corazón, y preferimos confiar y… no le vamos a dar la razón en el sentido de que tenemos que actuar según conciencia, pero no vamos a pensar mal, a tener bronca, a tener recelos, a decir: no, este tipo es un desastre, este tipo es un enfermo, ese tipo está mal, este tipo es un enemigo. Cuando se nos empiezan a cruzar esas categorías -enemigo, adversario- ahí se nos metió el espíritu del mal.
CONFIANZA
Por eso, pidámosle a Jesús que nos dé siempre esa mirada serena, compasiva, confiada, que nos lleve a desconfiar del espíritu del mal, pero no de las personas. Y que nos ayude a vislumbrar, a saber, a percibir cual es el bien, y que no tengamos miedo a las persecuciones cuando vengan, porque no lo dicen muy claro:
Si a mí me han perseguido, también los van a perseguir a ustedes, también ustedes serán probados; serán probados para saber si son realmente discípulos míos, y los van a probar a través del dolor, a través del sufrimiento, a través de la calumnia, a través de la persecución.
Por eso tenemos que estar preparados para esas pruebas. “Y una buena manera de estar preparados para esas pruebas es ser santo, Señor. Estar pegados a Vos, no buscar otro aplauso que el aplauso de Dios. No buscar más aplausos que tus aplausos, Jesús.
Saber siempre que lo que más nos importa es que Vos pienses bien de nosotros, que Vos nos quieras, que Vos nos des el ok, que Vos estés contento con lo que nosotros hacemos, con lo que nosotros decimos, con nuestras vidas. Porque tu aplauso Señor, para nosotros es el único aplauso que vale”.
Y por eso le pedimos al Espíritu Santo que purifique nuestro corazón, que lo limpie de toda búsqueda de aplauso, que no sea ni provenga de Dios. Que no queremos los aplausos de los hombres, no queremos los aplausos de los demás, queremos solamente el aplauso de Dios. Que Dios esté contento con nosotros. Y entonces estaremos tranquilos, aún en medio de las dificultades, de las contradicciones, de las noches oscuras, de las angustias, porque estaremos con Jesús. Ponemos esto en manos de nuestra Madre.