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P. Juan

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QUE SE AGITE EL AGUA

PARALISIS DEL ALMA El Evangelio de hoy nos cuenta la escena famosa de aquel paralítico que estaba en la piscina de los cinco pórticos donde se acercaban quienes tenían alguna enfermedad y, según una tradición, […]

PARALISIS DEL ALMA

El Evangelio de hoy nos cuenta la escena famosa de aquel paralítico que estaba en la piscina de los cinco pórticos donde se acercaban quienes tenían alguna enfermedad y, según una tradición, al moverse el agua, el primero que entraba, que se zambullía, quedaba curado.

Este hombre nos cuenta el Evangelio que llevaba ahí mucho tiempo. Quizá en algún momento había sido como su única solución después de haber intentado con médicos o de alguna otra manera, recuperarse, y alguien le habló de esta piscina. Pero ahora había pasado ya mucho tiempo y no conseguía entrar al agua porque, según él le explicara Jesús, otros entraban antes que él.

Esta escena aparece en uno de los capítulos de The Chosen, esa serie acerca de Jesús y de sus discípulos. Y, según lo interpreta ahí el productor, este hombre de alguna manera se había acomodado a esa situación. Llevaba mucho tiempo y Jesús viene como a ser quien sacude poco de esa situación de parálisis, que también representa un poco la parálisis del alma.

¿QUIERÉS CURARTE?

Le pregunta Jesús, como nos dice el Evangelio: “¿Querés curarte?” (Jn 5, 6). Y el empieza a explicar que no podía entrar. Y en esa serie Jesús insiste: “Pero te estoy preguntando de vos no de los demás, si alguien te ayuda, si alguien te impide. Te estoy preguntando a vos si querés curarte”. Y le dice: “Mira esa piscina: No, no es la piscina. Sos vos de alguna manera”. Y como pidiéndole que crea en Él, que crea en Vos, Señor.

Entonces le decís esas palabras: “Toma tu camilla y vete a tu casa” (Jn 5, 8).

De verdad es muy linda la escena, cómo este hombre cree y empieza a comprobar que tiene sensibilidad en las piernas y empieza a levantarse, empieza a salir de esa situación en la que estaba, postrado por tantísimo tiempo y efectivamente, toma su camilla. Incluso aparece ahí san Pedro diciéndole:

“Sí, te la tenés que llevar porque ya no vas a estar más instalado acá; te vas, te vas a tu casa”.

Muestra también -que ya es algo de la imaginación, algo que no está en el Evangelio- que este hombre tenía un hermano que estaba a punto de meterse en problemas muy serios, iba a hacer algo grave, y gracias a que el paralítico se cura y lo encuentra evita cometer ese error. Como si fue ahí y no antes, porque era el momento justo en el que tenía que curarse, no solo por su bien, también por el de la persona que más quería, el único que tenía, que era a su hermano.

QUE NO ME ACOMODE SEÑOR

la tragedia del acostumbramiento, que no me acomode

Quizá Señor, en mí o en otras personas, está también esta tentación como de instalarme en una situación donde ya se acabó la esperanza; me terminé acomodando y no estoy caminando al paso que tu Padre quiere para mí, porque me acostumbré a esta situación. Hice mis intentos en algún momento con más determinación, pero ahora pasó el tiempo y siempre los mismos recursos, siempre los mismos resultados, y en el fondo puede ser que me haya resignado un poco.

Acá en el Evangelio vemos quién es -que sos Vos Jesús- el que me puede curar, si es que estoy como enfermo, como un poco lisiado en mi carácter, en algún vicio que tengo, falta de empuje en mi vida interior, preocupación por los demás o apostolados… Y me fui acomodando.

San José María muchas veces habla de esta situación, decía él como apoltronarse, ponerse en una poltrona -que es un sillón- tirarse ahí y acomodarse. Que es un peligro, según él escribía, más bien para quien te conoció a Vos, Jesús, tuvo su momento de entendimiento, de vida interior, de deseos de entrega, de apostolado… Pero poco a poco fue buscándose una vida un poco más cómoda, incluso donde tengo el casillero de cumplir con Dios, más o menos completado (cumplo) y ya no voy a ese ritmo de conversión, de entrega, de donación que quizás Vos querés para mí.

PUREZA DE CORAZÓN

Leí hace poco en un libro de Jacques Philippe acerca de las bienaventuranzas, que habla de la pureza del corazón -bienaventurados los limpios de corazón. Y decía que tener el corazón limpio es poner toda la confianza en Dios. No cumplir en parte con Vos, Señor, con tu Padre y después a la vez, como impedir que Dios me complique a mí demasiado. Eso sería un corazón impuro que mezcla dónde pone su esperanza, no solo en Dios sino también en sus gustos, su comodidad.

Fíjense, podemos pensar este hombre del Evangelio después de esa curación, 38 años llevaba enfermo, tuvo que empezar de nuevo su vida, ya no tenía ese ambiente conocido que, si bien era miserable ahí en la piscina con los enfermos, él se había acomodado -tampoco tenía muchos riesgos, podemos decir. En cambio, levantarse, tomar la camilla, ir a su casa, empezar a trabajar, a ganarte la vida, volver a encontrar a tus familiares, conocidos, amigos… salir de vos mismo. No puedes quedarte ahí postrado.

TENER ESPERANZA EN DIOS

Por eso, Jesús, en este tiempo de gracia que es la Cuaresma, ayúdame primero a no cansarme de luchar, a nunca bajar los brazos. Este hombre, mal que mal estaba ahí, y quizá nosotros en algunos puntos tengamos que luchar por mucho tiempo sin bajar los brazos.

Pero después también a tener, Jesús, esperanza: que no me acostumbre, que ponga mi esperanza en Vos, que esté luchando para sanar, para mejorar, para no pensar tanto: “bueno, esto ya lo intenté”, sino mirar el camino que Vos me señalas, que es de santidad. Y ya sabrás cuando te parezca mejor librarme de alguna cosa que tengo que estoy como esclavizado por algún vicio o mejorar en algo que tengo que mejorar.

Y Señor, que no me dejes caer en la tibieza, esa tibieza que es acomodarse, no ir a más… Que sea el amor lo que nos mueva – hay que amar siempre cosas nuevas-, a imitarte, porque si te invitamos a Vos, nunca podremos decir basta y siempre iremos a más.

CAMINAR AL PASO DE DIOS

Jesús, Evangelizar, amor, tiempo

Estamos en el tiempo oportuno, como nos dice la liturgia. Ayúdame, Jesús, si en algo bajé los brazos, en mi trato con Vos, en la preocupación con los demás, por los demás, en algo personal mío, que me sacudas como esa agua que se sacudía y alguien se tiraba adentro, que seas Vos, Señor, quien me sacuda en mi corazón o a través de algún evento, que me llames a caminar al paso de Dios, que muchas veces será en cosas pequeñas.

Puede ser que uno esté así como más inválido, pero si velamos, si hacemos el examen de conciencia de la noche, por ejemplo, y no nos dejamos enfriar, serán cosas pequeñas en las que estaremos día a día, comenzando y recomenzando, lo que el Espíritu Santo nos vaya mostrando. Y si es algo alguna vez un poco más grande, danos Señor la esperanza y el ímpetu para afrontar lo que haga falta.

Vamos a pedirle a nuestra Madre que Ella nos ayude a caminar al ritmo que Dios quiere que caminemos, a aprovechar este tiempo para una nueva conversión.


Citas Utilizadas

Ez 47, 1-9. 12
Sal 45
Jn 5, 1-3. 5-16

Reflexiones

Ayúdame Señor a no caer en la tibieza y a tener mucha esperanza, a creer en tí.

Predicado por:

P. Juan

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