“Como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?”. Jesús respondió: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”, y también: “El tiempo está cerca”. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin”. Después les dijo: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.”
EL TEMPLO DE JERUSALÉN
Dicen que el Templo de Jerusalén era una auténtica maravilla. Los mismos judíos se admiraban de él cada vez que lo veían -se sentían orgullosos.
“La ciudad parecía una blanca gema (…). Era elevada, arrogante, hermosa, con sus calles limpias, lavadas con agua de los grandes acueductos, que llevaban agua al Templo mucho antes de que los romanos lo soñaran siquiera, con sus torres altas y briosas, y el Templo coronando grandiosamente el conjunto.”
(Mis gloriosos hermanos, Howard Fast).
¿Cómo no iban a estar orgullosos de su Templo? Ese que, además, había sido construido y reconstruido. La última reconstrucción les había llevado 46 años de trabajo. (cfr. Jn 2, 20).
Pero Tú, Jesús, les invitas a no dejarse encandilar por lo que ven… Les animas a ver más allá…
Y ellos se quedan desconcertados.
A mí me recuerdas a aquella frase que aparece en la famosa obra, esa que aparenta ser un cuento para niños, en la que el zorro le dice al Principito:
“He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.”
(El Principito, Antoine De Saint-Exupery).
Y es que en los libros que parecen ser para niños, muchas veces se esconden los mejores secretos….
Tú, Señor, a los judíos que te rodean, les estás revelando este secreto. Que es un gran secreto, simple, pero enorme al mismo tiempo: Ver con el corazón, porque lo esencial es invisible para los ojos.
APRENDE A VER TODO, DESDE LA PERSPECTIVA DE DIOS
Tú y yo, ¿conocemos este secreto? A ti y a mi, ¿qué nos llama la atención?
“ De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.”
Para hacernos cargo de qué se trata, te comparto: “Hace un tiempo me detuve en repasar una lista, de esas que pueden encontrarse con frecuencia en medios o en redes sociales, que establecía un ranking de los artistas musicales más importantes y exitosos de los últimos 25 años. (…) lo que atrajo mi atención es que, de los diez primeros de la lista, siete ya habían muerto y lo habían hecho siendo muy jóvenes todavía.
Despertada mi curiosidad, continué leyendo para ver la causa de sus fallecimientos. Había de todo: desde muertes violentas, como asesinato y suicidio, o consecuencia de la adicción a las drogas, hasta enfermedades como el sida o el cáncer. Pero tenían en común una existencia marcada por un éxito arrollador en su carrera profesional junto con una vida privada llena de insatisfacción y sufrimiento. Me dio qué pensar (…). Humanamente lo ganaron todo y fueron a la vez profundamente desgraciados hasta morir prematuramente.
¿De qué les sirvió todo eso si no encontraron lo que diera sentido a lo que vivían? Por eso considera tu vida, lo que haces, tus éxitos y fracasos, y busca mirarlos desde la perspectiva de Dios, no sea que en medio de esos afanes te pierdas lo más importante”. (Antonio Fernández Velasco. Cuaresma 2017, con Él).
Acuérdate, lo más importante lo esencial, es invisible para los ojos.
“Jesús respondió: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: “Soy yo”.
Muchas cosas intentan ocupar el lugar que te corresponde a ti, Señor. Pueden llamar la atención, tienen su atractivo, cautivan. Pero no es -no son- lo que llena el alma y el corazón: éxito, fama, aplausos, “carrerismo”… Resulta que, pasado el tiempo, no llenan, no satisfacen. Y queda el vacío; las ruinas de un alma que se dejó encandilar por lo superficial, por lo pasajero, por lo que simplemente llama la atención, pero no sustenta, no nutre, no nos llena.
GRANDEZAS HUMANAS
Aquí en estas tierras guatemaltecas, no sé si lo sabes, pero hay unas famosas ruinas Maya: Tikal se llaman. Yo he tenido la suerte de visitarlas.
La verdad es que el lugar es impresionante: pirámides en medio de la selva, que son edificaciones para unos reyezuelos que se creían dioses. “Soy yo.”
Pues de aquello que les parecía ser grandioso, eterno, hoy apenas queda piedra sobre piedra. Ahí te puedes encontrar hasta pirámides enteras ya «comidas» por la tierra, por la naturaleza, por el paso del tiempo…
Dicen que si uno escarba: al encontrarse con una piedra, de esas que componían las pirámides, la piedra ya no es piedra: se te deshace en las manos, como arena…
Por eso las han dejado así: de alguna manera, no queda piedra sobre piedra…
CIMIENTOS HONDOS
Escribía en una ocasión San Josemaría en sus apuntes íntimos, y lo escribía él pensando en la labor que Dios le había encomendado, pero nos sirve también a nosotros al pensar en nuestra alma. Escribía:
“Vengo considerando -y lo pongo aquí, porque luego, leyéndolo, se graba más en mí y me hace bien- que los edificios materiales, en su construcción, tienen gran semejanza con los espirituales. Y así como aquella veleta dorada del gran edificio, por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la solidez de la obra, mientras, por el contrario, un viejo sillar oculto en los cimientos, bajo tierra, donde nadie lo ve, es de importancia capital para que no se derrumbe la casa…, aunque no brille como el pobre latón dorado allá arriba… (…) Los cimientos: de ellos depende la solidez toda del conjunto. Cimientos hondos, muy hondos y fuertes: los sillares de ese cimiento son la oración; la argamasa que unirá estos sillares tiene un nombre solamente: explicación. Orar y sufrir, con alegría. Ahondar mucho; pues, para un edificio gigante, se precisa una base gigante también.”
(El fundador del Opus Dei, Tomo I, Andrés Vásquez de Prada).
Claro, ¡pues ahí lo tenemos! No te fijes en la veleta, en las hermosas piedras y ofrendas votivas. Fíjate en los cimientos: en la oración, en la expiación. Eso que tal vez no llama la atención, eso que es lo esencial, pero invisible para los ojos… Eso de lo que se construye nuestra vida interior, nuestra cercanía con Dios, el edificio de nuestra santidad… Eso que no se lo lleva ni el tiempo, ni el viento.
Pues nuestra Madre edificó así, se fijó en lo esencial. ¡Y vaya santidad la de la Reina de todos los santos!
Pues Madre nuestra, ayúdanos a que nos fijemos en eso y que edifiquemos por ahí.
Deja una respuesta