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¿QUIÉN ERES JESÚS?

Jesús

Seguro te ha pasado, y no está mal ir a un funeral y escuchar, que el sacerdote en la homilía habla cosas muy bonitas del difunto. Sin embargo, en una ocasión, murió un juez muy famoso en Estados Unidos llamado Antonio Scalia. Y su hijo, sacerdote, dio la homilía.

Y empezó diciendo: “Estamos reunidos aquí por un hombre bueno, un hombre conocido y muy querido por muchos de nosotros. Todo el mundo pensaba que se refería a su papá. Pero siguió diciendo, ese hombre, por supuesto, es Jesús. Y es él quien nos llena de esperanza y de confianza por haber derramado su amor y su misericordia sobre un pecador como Antonio, mi papá”.

Así, nosotros estamos hoy reunidos en oración para hablar con Jesús. ¿Quién eres, Jesús? Siempre me han dicho que Tú eres Dios, pero sé por los Evangelios, que narran Tu vida, que también eres hombre. No en vano, decían tus paisanos cuando volviste a Nazaret, ya en tu vida pública, después de haber vivido allí treinta años de la manera más normal posible, como uno más.

REUNIDOS AQUÍ POR TI

Y por eso, se extrañaban de escuchar hablar de Ti y que hacías muchos milagros. ¿No es éste el hijo de José y de María? Como diciendo, si este nosotros sabemos que no llegó en una nave espacial, sino que nació de una mujer que es María, y tiene una familia compuesta por sus papás, José y María, y él les ayudaba, era un niño normal, común y corriente.

Jesús es Dios encarnado, es decir, Dios que se ha hecho Hombre que tomó carne en las purísimas entrañas de la Virgen María. Jesús, no solo es Dios que todo lo puede, el creador del universo, es también y al mismo tiempo, un niño indefenso en los brazos de María en el portal de Belén, junto a la mula y el buey.

Y Jesús es también Dios hecho Pan, porque se quedó en la Eucaristía, y está reservado en los sagrarios para que vayamos a saludarlo o al menos que nos persignemos al pasar junto a una iglesia y le digamos algo de lejos. Y estas meditaciones son para eso, para conocerte, Jesús, que es Dios hecho Hombre, pero que eres también el amor de nuestras vidas. Porque Tú nos has querido tanto que has venido al mundo para morir por nosotros y derramar en la cruz hasta la última gota de sangre para salvarnos.

BUSCARTE, ENCONTRARTE Y AMARTE

En una ocasión, una persona fue a hablar con un padre para tener acompañamiento espiritual y ese padre, al terminar de hablar con él, le regaló un libro de la Pasión de Cristo a esta persona. Pero antes de entregárselo le puso esta dedicatoria en la primera página:

“Que busques a Cristo. Que encuentres a Cristo. Que ames a Cristo”.

Ese padre era san Josemaría cuando era un sacerdote joven y esa persona era un estudiante, que como muchos otros, iban a platicar con el padre para pedirle consejos para su vida interior.

Y el padre les decía eso: “Que busques a Cristo. Que encuentres a Cristo. Que amas a Cristo”. Porque el padre Josemaría, ahora san Josemaría, quería ayudar a esa persona a descubrir un mundo nuevo, algo que todos los bautizados estamos llamados a descubrir, que estamos hechos para el cielo.

Es más, que ya podemos vivir un pedacito de cielo por la vida de la gracia en esta Tierra. Sobre todo por nuestra participación en la Eucaristía. Y allí Puedo hablar contigo, Jesús, cuando te recibo o cuando estás reservado en el sagrario, porque Tú Dios mío, no estás allá arriba en las galaxias, lejos de mí. Porque te has hecho Hombre, eres Jesús y te has quedado en la Eucaristía y puedo hablar contigo de tú a tú.

TU VIVES EN MI ALMA 

No solamente cuando estoy en una iglesia, no, en cualquier momento. Porque, como decía también san Josemaría “La Misa no solo es un momento del día, sino que decía, que su misa duraba veinticuatro horas y la dividía en dos, doce horas para prepararse y doce horas para agradecer a Jesús por haberlo recibido».

Porque estaba convencido de que Jesús se había quedado en el sagrario y en su cuerpo, al comulgar. Pero que también se quedaba en su alma en gracia el resto de la jornada, el resto del día, y podía hablar con Él y hacer todo con Él en su presencia. Pues Jesús, yo nunca estoy solo. Porque Tú vives en mí, en mi alma en gracia.

Pero Tú tampoco estás nunca solo, de manera que Tú que estás en mí y Tú estás en el Padre. Tú estás siempre en la presencia de tu Padre. Y te une al Padre el amor que es tan grande que es también una persona, el Espíritu santo, el misterio que llamamos de la Santísima Trinidad, que es como una familia.

Y además de vivir Jesús siempre en esa comunión de amor y de vivir en mi alma en gracia, Tú también, cuando estabas en esta tierra, tenías muchos amigos. Y eras amigos de todos, de hombres y de mujeres, viejitos y de niños, de jóvenes, de gente pecadora, de personas alejadas de la fe. Pero que cambiaban cuando te conocían, de sanos y de enfermos, y los curabas.

UN NUEVO HORIZONTE 

Pero tenías, como también seguramente tenemos tú y yo, algunos amigos más cercanos, tus apóstoles, es lo que leíamos en el evangelio del martes. “Que después de un rato de oración, Tu Jesús, elegiste a doce entre tus discípulos, a los que llamaste apóstoles”. Y estuviste con ellos y muy cercano les transmitiste todo tu cariño.

Tanto que yo me imagino, pasados los años, cuando Jesús se habría ido al cielo, como contarían los apóstoles el recuerdo de cuando los escogiste con muchísima emoción. O sea, se  trataba del momento más importante de sus vidas, el día en que se encontraron por primera vez con Jesús de Nazaret.

Y es que en realidad, encontrarse contigo Jesús, es la experiencia decisiva para cualquier cristiano. Porque ser cristiano no es portarnos bien, no es ir a misa los domingos. Todo eso viene después de algo más importante. Ser cristiano es un encuentro con una persona, que eres Tú Jesús y le das un nuevo horizonte a nuestra vida, la diriges hacia el cielo.

RENOVAR NUESTRO ENCUENTRO CON JESÚS 

Es como un enamoramiento. Como lo que sucede cuando te enamoras y te quedas pensando en esa persona todo el tiempo. Y esa experiencia tan intensa es a la que estamos también llamados tú y yo a vivir, a enamorarnos de Jesús, que es verdadero Dios y verdadero Hombre. Que es nuestro hermano, que es nuestro amigo. Pero que también es nuestro tesoro, es el que le da razón a nuestra existencia.

Y no es un ser indefinido. Es un hombre con manos, con brazos fuertes, con ojos que te miran con muchísimo cariño. Con una melena, que ya quisiera Luis Miguel en sus buenos tiempos. Jesús es el hombre más perfecto que ha existido y existirá jamás en el cuerpo y en el alma. Y es Dios hecho Hombre.

Y por eso yo te invito en este momento a renovar tu encuentro personal con Jesús o al menos a tomar la decisión de dejarte encontrar por Él y de intentarlo cada día sin descanso. Si ahora Jesús le preguntara a tu Ángel de la guarda: “Oye ¿Quién dice fulanito o Fulanita, que soy Yo?”¿Qué le respondería? Le diría como Pedro, tu Ángel de la guarda hablaría por ti, diría que tú crees verdaderamente que Jesús es el Hijo de Dios, el Mesías. O le diría Jesús, dame un poquito más de tiempo, es que todavía no se lo acaba de creer.

¿QUIÉN SOY YO PARA TI?

Pues Jesús ¿Yo qué te respondería? Cuánto tiempo llevamos intentando hacer oración, cuántos años ¿y te conozco de verdad? ¿Quién eres, Jesús? ¿Qué supones en mi vida real hoy y ahora? Pero antes de esta pregunta, hay otra en cierto sentido más importante, inseparable y previa ¿Quién soy yo para Jesucristo? Soy su más querido, su más amado. Eres la amada de Dios. Y Dios es infinito, por eso te quiere infinitamente.

Y además te digo, que tengas confianza.  Porque tampoco nadie, así como Jesús es el único que, puede llenar tu corazón de alegría y de paz.  Absolutamente nadie, puede llenar el corazón de Jesús como tú lo haces. Dios, que es infinito ¿Qué le puedes dar? Piensa, no sé, no le puedo dar nada. Bueno, sí le puedes dar algo, que se que si no se lo das, Él no lo tiene, que es tu cariño, que es tu amor.

Bueno, pues vamos a concretar en seguir haciendo estos ratos de oración, lanzándonos como los patos se lanzan al agua cuando acaban de nacer, lo has visto, salen de cascarón y se echan al agua y empiezan a nadar perfectamente porque Dios los hizo para eso. Pues a ti y a mí también, Dios nos hizo para Él.

Nos hiciste Señor para Ti, decía San Agustín, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en TI.

Pues María, Madre buena, llena de gracia, Maestra de oración, Enséñame a hablar con Jesús.

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