LA HUMILDAD DE MARÍA
Celebramos hoy la fiesta de la presentación de la Santísima Virgen María.
El Evangelio de la misa de hoy recoge un texto de san Mateo muy significativo en el capítulo 12.
Es cuando
“estaba Jesús hablando a la gente y su madre y sus hermanos se presentaron afuera tratando de hablar con él”. (cf Mt 12, 46).
Nos imaginamos entonces a Jesús enseñando a un grupo de personas, quizásería la casa de Pedro en Cafarnaúm, por ejemplo, y de repente lo interrumpen y le dicen: –Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo. Habría tanta gente que finalmente no hubo otro medio, sino mandar el recado: Estamos fuera, está tu mamá, tus hermanos –son sus primos, sus parientes.
¿verdad? No se da importancia, no busca privilegios. Un precioso ejemplo subyacente aquí en este texto, en que María Santísima sabe pasar oculta; ama servir en oculto, no busca que se lo reconozcan, no busca lugares o situaciones de privilegio.
Qué humildad la de la Virgen
Y esto nos ayuda a todos porque tenemos la tendencia contraria de ser reconocidos, de que nos agradezcan cualquier cosa que hagamos en servicio de los demás. Quizá, incluso, a veces caemos en formas de inquietud cuando eso no llega y puede venir un desaliento, un desánimo, que al final tiene sus raíces en la soberbia.
Humildad de María, entonces, para acercarse a su Hijo y así, como si fueraun personaje más, y es nada menos que Ella, la Madre de Cristo, la Madre de Dios, la Reina del Cielo, que funciona con esta mentalidad. Cómo no pedirle entonces a Ella que nos ayude a ser humildes. A eso que para san Josemaría constituía su lema espiritual: “Ocultarme y desaparecer, que solo Jesús se luzca”.
Esto se aplica absolutamente a María Santísima. Ella se oculta y desaparece, y lo único que importa es que se luzca su hijo, busca la gloria de Dios. Es una manifestación muy clara del amor, del amor que busca alegrar al otro. Y a veces también, en esta forma de ocultarse y desaparecer en el matrimonio, por ejemplo, saber servir así, en esta libertad de quien busca alegrar a lo otro y no pasa la cuenta, por decirlo así.
UNA NUEVA FORMA DE SER FAMILIA
Volvamos al texto:
“Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo. Pero él contestó al que le avisaba:
¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”
(Mt 12, 47-48).
Jesús va a aprovechar esta ocasión que podríamos llamar completamente normal -si estamos en Cafarnaúm, la Virgen llega desde Nazaret y si estamos en Nazaret, en fin… El punto está en que en una situación normal, Jesús va a transmitir una de sus enseñanzas más profundas. Jesús se sirve de esto para enseñarnos que a partir de él se constituye una nueva familia, un nuevo modo de hacer familia.
Pensemos que para el pueblo de Israel, en la época del Señor y muchos siglos antes también, el tema de la pertenencia a un clan, a una familia, una ascendencia, era fundamental. ¿Y por qué? Porque es el pueblo elegido.
Abraham engendró a Isaac (estamos en el siglo XVIII a.C.), Isaac engendró a Jacob, que luego se llamara Israel. Y de luego, de esos 12 hijos de Jacob, vienen las 12 tribus de Israel, y cada judío de la época tenía muy claro a qué tribu pertenecía. Entonces, el sentido de pertenencia a una familia, dentro de este contexto histórico religioso del pueblo de Israel, es de primera categoría.
HUMILDAD AL ESCUCCHAR
Entonces, esta es una de las frases –y no solo una frase, sino una actitud de Cristo– que significó una gran ruptura para la mentalidad de la época, cosa que a nosotros nos cuesta imaginar o darnos cuenta de lo que significó escuchar a un judío que ahora, a partir de Cristo por así decir, se rompe la línea de ascendencia o descendencia por la sangre y se crea una nueva forma de ser familia, de hacer familia.
Volvemos entonces a esta pregunta de Cristo: “¿Quién es mi madre? ¿Y quiénes son mis hermanos?” ¿Quiénes forman parte de mi familia? “Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo:
Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre.”
(Mt 12, 49-50).
Esto es maravilloso, es increíble: Cristo nos invita a entrar en su familia, la familia de la Santísima Trinidad, y también, por lo mismo, entrar en la familia de María Santísima y de san José, no en razón de una ascendencia por la sangre o nación o clase social, absolutamente no. Sino en razón de esto:quien cumpla amorosamente la voluntad de Dios.
HACER COINCIDIR LA VOLUNTAD DE DIOS CON MI LIBERTAD
Cumplir la voluntad de Dios, amar la voluntad de Dios, es el camino que nos lleva a avanzar en este sentido profundamente filial de nuestra vida. Soy hijo de Dios, eres hijo/hija de Dios. ¿Y cómo se vive esto? ¿Cómo se concreta, cómo se realiza en nuestra vida? Diariamente. Diariamente ver la voluntad de Dios en todo.
Porque el Hijo no deja de ser Hijo, ni mucho menos el Padre –Dios Padre– deja de ser Padre. Siempre es Padre. Y Cristo siempre es nuestro hermano que nos acompaña. Estemos donde estemos, pasando por lo que estemos pasando, tenemos a Cristo y nos dice: Confía en esta voluntad misteriosa de mi Padre.
Y esa es la gran enseñanza de Jesús, y no digamos precisamente con su entrega en el Calvario. Qué es lo que se está diciendo Cristo –no solo con las palabras sino también con su entrega dolorosa, cruenta, total de cuerpo y alma– sino aprendamos a confiar en nuestro Padre Dios.
CAMINO DE AUTENTICA AHUMILDAD
Entonces, no podemos ver, no deberíamos ver la voluntad de Dios como algo que nos cae encima y nos aplasta, o nos quita o coarta libertad. Eso es del demonio. O sea, la voluntad de Dios es precisamente el camino de la libertad, es el camino de nuestra auténtica vida.
Porque Dios lo único que quiere es que seamos felices, incluso cuando nos hace sufrir. Lo único que quiere es que sepamos ser cada vez más hijos suyos y sepamos romper progresivamente, pacientemente, con la ayuda de su gracia, la esclavitud del pecado que nos sojuzga.
Dios te quiere libre, Dios te que quiere más humilde, más manso, más mansa, más paciente, más identificado con la voluntad de Dios en el día a día, de tal manera que no vamos acumulando contrariedades. Es terrible cuando una persona no sabe identificarse con la voluntad de Dios en las cosas de cada día, entonces acumula contrariedades y al final termina con un carácter contrariado y, como se dice en mi tierra, de mecha corta. O sea, cualquier cosita la hace explotar, en fin, se enrabia, se enoja, se hiere...
SABER CON HUMILDAD: ¿QUIENES SON MIS HERMANOS?
Cuando la fórmula es más bien esta otra: el Dios grande, el Dios maravilloso, el Dios eterno, tiene un plan que se realiza en cada gesto, en cada acción de mi vida, en cada acto libre. Entonces, tenemos que hacer, de alguna manera, coincidir o mejor, sintonizar nuestra propia libertad hoy, ahora, esto, con la libertad de Dios. Y en esa sintonía encontramos la paz.
“¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: Estos son mi madre y mis hermanos”.Tú eres madre y hermana/hermano de Cristo si hacemos, luchamos por cumplir con la ayuda de la gracia, siempre, la voluntad de Dios.
Por eso es que los santos se han identificado precisamente con esto. SanJosemaría lo repetía con frecuencia:
“¿Lo quieres, Señor? Yo también lo quiero”. (Camino, punto 762).
Qué buena jaculatoria sería para el día de hoy, presentación de Santa María, decir: ¿Lo quieres, Señor? Dame la gracia para quererlo profundamente, para quererlo libremente; no como un peso que me aplasta, sino como una mano amorosa, paterna y materna, que me ayuda a recorrer el camino de mi libertad que me lleva al cielo.
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