En estos 10 minutos con Jesús vamos a procurar, como siempre, pedirle una especial asistencia, una especial ayuda, porque siempre es un desafío hablar con alguien que aparentemente no te responde, que aparentemente está en silencio, que está quieto o que está escondido en un Sagrario, con el corazón en el fondo del corazón y, por lo tanto, se nos hace un poquito cuesta arriba el diálogo.
Por eso necesitamos que nos ayudes, Jesús, ayúdanos a estar en comunión con Vos, a escucharte, a hablarte.
Primero escucharte, como cualquier persona que, si tiene un problema en la audición, va a tener necesariamente un problema al hablar. Los sordomudos no pueden hablar no porque no lo tengan permitido físicamente, sino porque no han escuchado.
ESCUCHARLE PARA HABLARLE
Si no escuchamos primero a Dios en el fondo de nuestro corazón nos va a costar muchísimo hablarle, tenemos que aprender a escucharle y siempre la escucha la tenemos que practicar en primer lugar con los demás.
Logramos escuchar realmente a la gente, entendemos lo que nos está diciendo, captamos el meollo, el corazón de lo que nos dicen, nos logramos poner en su situación, en su problema, en lo que nos están intentando comunicar para ver qué pregunta seguir haciendo, cómo entender mejor lo que pasa.
Esa misma lógica es la que aplicamos a Dios.
Señor, ¿qué me quieres decir hoy con las cosas que me van a pasar en el día? Con todo lo que tengo por delante. ¿Cuál es tu mensaje? Y poco a poco se nos va abriendo paso en el corazón.
Hoy fíjate que te vas a encontrar con esta persona, no te olvides que este otro te pidió que lo acompañes a tomar un café porque necesita hablarte, no te olvides de rezar por todas estas personas; pedí por vos, tenés esta necesidad, tenés esta preocupación hoy, fijate a ver cómo la vas a encarar.
Jesús tiene muchas maneras de comunicarse con nosotros, de hablarnos en el fondo del corazón, lo importante es estar con esas antenas paradas para escuchar su voz y luego, normalmente, nos va a salir decirle cosas en torno a eso que nos va a pasar durante el día.
Hoy en el santo Evangelio Jesús nos recuerda que cuando fue a Nazaret y se puso a enseñar en la Sinagoga, la gente decía admirada:
«¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es acaso el hijo del carpintero? ¿No es su madre María y sus parientes Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas ¿no viven todas entre nosotros? ¿Pues de dónde le viene todo esto?
Y se escandalizaban a causa de Él»
(Mt 13, 54-56).
JESÚS ES DIOS Y HOMBRE VERDADERO
Jesús no pudo hacer allí ningún milagro como consecuencia de su falta de fe.
Están viendo a Jesús humano nada más. Lo ven como uno más del pueblo y, por lo tanto, han cegado su vista para verlo como Mesías.
Este es un problema con el cual todos nos enfrentamos.
Cuánta gente dice que cree en Jesús, está de acuerdo con que Jesús hizo o dijo pero nada más, no lo ven como Mesías, no lo ven como Dios. Y Jesús, si no lo vemos como Dios sino como un simple gurú, no tiene mucho sentido. Porque lo más importante que ha hecho Jesús es redimirnos, es curarnos, sanarnos interiormente; es el verdadero curador de nuestro corazón.
Jesús sanador junto con el Espíritu Santo, va haciendo esa tarea de redimirnos.
TENER FE Y CONFIAR PARA QUE DIOS ACTÚE
El Señor lo ha hecho en la Cruz, el Espíritu Santo lo va trabajando en nuestro corazón, transformándolo, cambiándolo, haciendo que tengamos sentimientos similares a los sentimientos de Jesucristo.
Pero para todo eso tenemos que creer, confiar, la puerta que abre las manos de Dios para que Dios pueda actuar en nosotros es nuestra confianza, es nuestra fe.
Por eso Jesús en Nazaret, desgraciadamente no pudo hacer milagros, no pudo curar gente en lo físico y en lo espiritual, porque no creían en Él, lo veían simplemente humano, lo veían un buen tipo, el hijo de José, el hijo de María, pariente de un montón de personas que estaban allí, pero nada más.
No veían en Jesucristo a Dios, ni siquiera al Mesías, veían un hombre que de pronto se había vuelto sabio, que pronto hacía milagros, una cosa que ya nos debería llamar un poco la atención, una persona que hace milagros cómo nos despierta la admiración.
Me impresiona siempre ver el demonio que ve a Jesucristo, que sabe perfectamente quién es Jesucristo y que no lo admite, a pesar de que lo está viendo, de que sabe perfectamente que es el Hijo de Dios; el carpintero le dice, porque no lo quiere admitir, ni siquiera el nombre de Jesús.
JESÚS ES EL ÚNICO
Por eso tenemos que pedirle una especial asistencia al Espíritu Santo para aceptar en nuestro corazón, abrirnos realmente a que Jesús es el único Salvador, el único curador, el único que tiene palabras de vida eterna, el único capaz de consolarnos, de curarnos, de arreglar lo que se nos desarregla.
Por eso le decimos tantas veces al día, Jesús te puedes ocupar de esto; Jesús esto me supera; Jesús ocúpate Vos por favor, yo no sé qué hacer con esta situación, con este problema, esto no le encuentro sentido, no está al alcance de mis fuerzas, necesito que Vos me ayudes, necesito que esto lo hagamos entre los dos.
Y Jesús acude siempre, nos da una señal de que ha escuchado, de que se está haciendo cargo, de que le está buscando la vuelta, de que está viendo cuál es la manera mejor para resolver ese problema.
Pero siempre partimos de lo mismo, abrirnos a que Jesús es nuestro Salvador, nuestro Redentor, nuestro médico, nuestro amigo, es el que nos va a curar lo que tengamos enfermo en el corazón y, sobre todo, es el que se va a ocupar de nuestros problemas, de encontrarle solución.
Por eso es tan importante la fe, eso que a esa gente de Nazaret le falló y como consecuencia los dejó lisiados, los dejó ciegos, los dejó sordos, no les pudo ayudar, no les pudo curar, no pudo hacer nada por ellos.
Todos nosotros tenemos una especial necesidad de que Jesús actúe muchas veces en nuestro día, dándonos fuerza, entereza, fortaleza.
Por eso le pedimos al Señor: ¡Auméntame la fe!
JESÚS ES DIOS, ES MI SALVADOR Y REDENTOR
Hace que tenga una fe suficiente como para admitirte en mi vida como mi Redentor, como mi Salvador, no como un simple gurú, no como alguien genial que lo sabe todo, que tiene ideas fantásticas, sino como mi Salvador, como mi Dios, como mi Redentor.
Necesitamos abrirnos Señor a tu realidad que sos: nuestro Salvador, nuestro Redentor, sos nuestro Dios. Por eso te pedimos Jesús que nos ayudes en este ratito de oración a abrir nuestro corazón a tu poder, a abrirnos y confiar en que solo Vos tenés palabras de vida eterna.
Que cuando Vos decís:
«Vengan a mí, cuando estén afligidos y agobiados porque Yo los voy a aliviar»
(Mt 11, 28).
Porque solo cuando llevo yo la Cruz se hace suave. Que sepamos creer Señor y que sepamos llevar a tus manos todas nuestras dificultades, nuestras preocupaciones, nuestras contradicciones; que las pongamos en tus manos Jesús, te lo pedimos por medio de María.
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