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RECOMPENSA: TENERTE A TI

AMOR DE DIOS

DIOS ES EL PREMIO MAYOR

Jesús, estos días he tenido en la cabeza y en los labios unas líneas de un salmo que dice así: Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres. (Sal 107, 31).

Puede que todo el tiempo no seamos conscientes de la misericordia de Dios,y tampoco que seamos testigos de la gracia y de las maravillas que reciben los hombres. Pero los sacerdotes sí que somos testigos de la gracia en las almas, en los corazones, y por eso, Señor, estoy muy agradecido. Estoy muy agradecido porque he notado estos días tu gracia en muchos corazones, en muchas almas.

Bueno, pero ese no es el Evangelio de la misa de hoy y eso no es lo que quería meditar. Simplemente es mi oración; y como estos audios también es mi oración personal, pues te lo quería decir, Señor. Eres bueno. Gracias, Señor.

El Evangelio de hoy nos muestra un hombre que busca trabajadores para que vayan a su viña y vuelve en diferentes ocasiones a la plaza del pueblo para contratar más trabajadores. Así las cosas, a algunos los llamó comenzando la auroracomenzando la mañana, y a otros, en cambio, los llamó ya cerca de la tarde y de la noche.

EL PESO DEL DÍA POR DIOS

Y al final, la paga; y todos reciben un denario. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, se pusieron a protestar contra el amo: ¡Estos últimos han trabajado solo una hora! Y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y del bochorno. (Mt 20, 10-12)

Señor, yo pienso, ¿qué entendieron los que te escuchaban hace dos milaños? ¿Qué luces recibieron también los padres de la Iglesia cuando leían estas palabras del Evangelio, los teólogos? ¿Y qué lectura hacemos tú y yo? ¿Qué lectura hago yo de este pasaje, Jesús? Pues la lectura que yo hago es que uno podría pensar: ¡Qué tonto he sido!

Yo que llevo tantos años luchando por vivir las virtudes, pude haber hecho lo mismo, darme una vida, no sé, relajada, tranquila, y luego al final, sí, entregarme a Dios y llevar una vida recta, una vida de virtud, una vida de entrega, una vida de lucha más decidida.

Pero he estado toda la vida aquí luchando y batallando y estos llegan al final y tienen la misma recompensa que yo ¡No! ¡No puede ser! Yo llevo aquí soportando el peso del día y le pagan lo mismo al que estaba tumbado en una poltrona recibiendo el sol, o al que ha vivido toda la vida como un quinceañero de fiesta en fiesta, de parranda en parranda, dándose lujos.

QUE NO ME QUEJE DE TU BONDAD, Y SEPA SER FELIZ

Podemos pensar así. Y el peligro es que esto lo pensemos personas que llevamos muchos años entregados a Dios. Yo me entregué a ti, Jesús, cuando tenía 15 años; ya llevo muchos años de entrega. Puede haber la tentación de uno decir: ¿Pues para qué tanto? O sea, me hubiera dado una vida diferente.

Recuerdo, por ejemplo, al hermano mayor del hijo pródigo, al hijo mayor de ese padre misericordioso. Cómo se entristece por el menor cuando llega, vuelto nada y el padre le mata un ternero, le pone un anillo, le pone sandalias, lo viste, lo abraza, lo besa... A mí no me has dado ni un cabrito. ÉL mismo se empieza a revelar, porque ese hijo mayor se había acostumbrado a su padre y reclama y es envidioso.

Señor, que yo no me queje de tu gran bondad, de tu infinita misericordia. Que valore mucho trabajar en tu viña; que valore mucho, por ejemplo, la vida de oración, la vida de piedad. No, es que yo llevo muchos años todos los días rezando el rosario y haciendo un rato de oración por la mañana y por la tarde, yendo a misa todos los días. Y fíjese, a este que es un holgazán le va mejor que a mí.

DIOS NOS HACE MUY FELICES

¡No! Fíjese cómo es su familia, fíjese su trabajo, fíjese que tiene más plata que yo Señor, yo tengo que valorar mi vida ordinaria junto a ti. Esa vida ordinaria junto a ti ya es el premio. Esa vida limpia ya es un premio; ya es algo bueno, ya es algo con lo que tengo que disfrutar. Podemos tener esa tentación también grande, pensar que para pasar bueno hay que pactar un poquito con el pecado. ¡No! No es así. No tenemos que pactar con el pecado, con una vida mediocre para vivir bueno.

Vale la pena llevar una vida limpia. Y por eso, Señor, la pregunta: ¿Feliz por llevar cerca de Ti mucho tiempo? Eso me lo pregunto yo. ¿Estoy feliz? ¿No me cambio por nadie? ¿Añoro otras vidas? ¿O añoro otro estilo de vida? Porque el que añore otro estilo de vida, le va a pasar lo mismo que estos trabajadores que trabajaron todo el día y al final van a reclamar: ¿Y por qué a mí solamente me das un denario? Señor, yo disfruto junto a ti. Lo que podría haber disfrutado, igual pudiendo haber recibido también la llamada al final de mi vida. No, no, no. Señor, gracias por permitir que muchos te sirvamos desde hace muchos años, y estemos entregados a ti desde hace muchos años. Danos la gracia de ser muy felices y que se nos note, que se note que somos muy felices. Quien no disfruta, también se puede quejar interiormente. Que yo no me queje, Señor.

QUE NO QUIERA NADA MÁS QUE TÚ, DIOS NUESTRO

San Josemaría decía: La visión sobrenatural es el fundamento de la serenidad que necesitamos para saber aprovechar de verdad el tiempo sin apresuramientos inútiles, con calma. Especialmente esos días en que parece que la cabeza no puede contener más cosas: aquello que está sin hacer, aquello otro que está hecho pero que hay que rehacer Y se llena el alma, no de falta de paz, pero sí de intranquilidad, de inquietud. Entonces, es la hora de acercarse al Señor y decirle: Tú harás las cosas antes, más y mejor. Y vuelve la tranquilidad y reluce en nuestra vida la alegría y la paz. Y esa paz, esa serenidad, es nueva fuente de eficacia. Señor, Tú eres el que hace las cosas. No soy yo. Tú harás las cosas antes, más y mejor.

También algunas veces puede que nos entre un poco el desánimo, Señor, a los que te hemos entregado la vida, porque a veces no vemos los frutos queesperamos, que espera la Iglesia, por ejemplo, que esperamos en las almas.Pero Tú eres el que hace, Tú eres que actúas en el alma de las personas. Tenemos que ser muy delicados, por eso comenzar este hacer rato de oración dándote gracias. Den gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace con los hombres, en los hombres.

IMAGEN Y SEMEJANZA DE DIOS

En la viña del Señor, nosotros no somos los que plantamos o los que regamos, sino que es Dios. Es Dios el que hace crecer los frutos en las almas. Y eres Tú, Señor, también el que pagas. Yo quiero, Señor, ganarme ese jornal. ¿Cuál es ese jornal? Comentaba san Jerónimo que ese jornal es que somos creados a imagen y semejanza de Dios (San Jerónimo, Comm. In Matth. 3, 20).

¡Qué maravilla! El salario que te había prometido, es decir, mi imagen y semejanza. La imagen del Rey, que está ahí estampada en esa moneda. Señor, la paga es que soy hijo tuyo, soy hijo tuyo y trabajo en tu viña y me has llamado. Yo he tenido ese regalo, ese don de que me hayas llamado a mí, de detenerme junto a Ti.

Seguramente ya te he contado esta anécdota, porque es una anécdota preciosa. Santo Tomás de Aquino, que fue un gran santo y que en extendió muchas cosas de Dios y escribió cosas preciosas de Dios, cuenta -eso lo contaba el papa Benedicto XVI en una audiencia, por allá en el 2010contaba: Al final de su vida, santo Tomás de Aquino, mientras rezaba temprano como de costumbre ante el crucifijo de su capilla de san Nicolás, en Nápoles, el sacristán de la Iglesia, Domenico da Caserta, oyó un diálogo entre Cristo y Tomás.

El santo preguntaba, lleno de preocupación, si todo lo que había dicho acerca de los misterios de la fe era adecuado. El crucificado le tranquilizó: Tú has hablado bien de mí, Tomás. ¿Cuál será tu recompensa? Y la respuesta que dio Tomás es la que también nosotros, amigos y discípulos de Jesús, quisiéramos darle siempre: ¡Nada más que Tú, Señor!”(Benedicto XVI, Audiencia General, 2 de junio de 2010).

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