Icono del sitio Hablar con Jesús

PONLE OREJA

escuchar

Confesamos a Cristo como el Verbo eterno del Padre, la sabiduría infinita de Dios que nos habla con palabra humana.

Por eso es correcto pensar que Jesús no es simplemente un Hombre sabio, ni siquiera el más sabio de los hombres, Jesús es la sabiduría misma de Dios.

No olvidemos que ese Dios perfecto en Cristo es también Hombre perfecto.  De manera que todas las enseñanzas del Señor son profundamente humanas, profundamente divinas, son el camino de la plenitud por el que todos queremos avanzar.

¿Tú quieres ser felizverdad? Disponte a escuchar lo que el Señor te diga a través de su Palabra, los Evangelios; a través de una buena lectura, el consejo de un amigo, de una amiga.

O a través de las mociones del Espíritu Santo que continuamente sale en nuestra búsqueda para ayudarnos a avanzar por el camino de la felicidad que culmina en el Cielo, el gozo eterno y perfecto al que aspiramos.

“Señor, que sepa escucharte, que sepa abrir mi corazón a tu sabiduría y bondad infinitas.  Que no piense que soy capaz de orientarme solo o por lo que hacen los demás o por el pensar mayoritario de la gente.  Guíame según tu verdad y que esa verdad sea verdaderamente mía también”.

Dejarnos guiar por la palabra de Cristo, la voz amabilísima de Jesús que, con el paso del tiempo, vamos aprendiendo a distinguirla con total claridad de otras voces de quienes la pretenden imitar pero que son engañosas y nos llevan por mal camino.

Pidámosle ahora al Señor que nosotros como cristianos, católicos, sepamos también distinguir los buenos pastores que nos llevan por el camino auténtico de la fe de siempre y no estas novedades y cuestiones de moda que en el fondo reflejan ese caer en la tentación:  La fascinación del poder, la fascinación de encontrar el aplauso -muchas veces de los medios- del pensar común.

EL CAMINO DE LA VERDAD

Jesús nos lleva por un camino distinto, nos lleva por el camino de la verdad. Un camino que Él mismo lo proyecta como estrecho y empinado, pero que vale la pena.

A medida que lo recorremos se nos hace más llano, más llevadero, más amable, más alegre, más luminoso.

En cambio, el otro,

“…el camino ancho y espacioso por donde van muchos”

(Mt 7,13)

-dice Jesús- quizá al principio puede ser fácil, un dejarse llevar; pero con el paso del tiempo, con el paso de los años, se hace cada vez más estrecho, más frustrante, más agotador y, sobre todo, más falto de sentido.

¡Qué alegría seguir a Jesús! ¡Qué alegría vivir según sus enseñanzas! Las del Evangelio, las del Magisterio de la Iglesia transmitido durante siglos, las del catecismo de la Iglesia católica confirmado por san Juan Pablo II. ¡Qué alegría!

El Evangelio de hoy dice:

“No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos.  Todo el que viene a Mí escucha mis palabras y las pone en práctica. 

Os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa, cavó, ahondó y puso los cimiento sobre roca.  Vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa y no pudo derribarla porque estaba sólidamente construida”

(Lc 6, 46-48).

En la imagen de la casa construida sobre roca, la casa somos cada uno de nosotros en nuestra libertad.  Que, con la asistencia del Espíritu Santo, con la gracia de Dios, vamos cimentando, fundamentando nuestra vida sobre la roca sólida que es Jesús, la verdad y el amor de Cristo.

EDIFICAR SOBRE CRISTO

¿Qué significa este edificar sobre Cristo? Oración, sacramentos, virtudes.

Oración, porque tal como nos dice aquí el Señor, hay que escuchar.  Saber callar y escuchar… ¡qué importante es escuchar!

También lo podemos aplicar, lógicamente, en la convivencia diaria, en la intimidad de la familia, en la relación matrimonial: saber escuchar.

Es muy decepcionante no saberse escuchado por quien tendría el deber de hacerlo.  Pidámosle al Señor que tengamos oídos para los demás, que sepamos escuchar sus inquietudes, perplejidades, experiencias, dolores, penas…

Cuánto se agradece encontrarnos con personas que tienen todo el tiempo del mundo para escucharnos.  Es una manifestación muy profunda de la caridad en la vida ordinaria.

Proponte escuchar más y, podríamos decir, callar.

“Todo el que viene a mí escucha mis palabras y las pone en práctica.”

No basta con escuchar en la oración; no basta con recibir la gracia sacramental.  Hace falta esa lucha concreta por poner en práctica lo que el Señor nos dice en la intimidad de nuestra conciencia.

¿Escuchas a Dios? ¿Le preguntas al Señor por su voluntad? ¿Qué quieres de mí Señor?  En este momento concreto de mi vida, ¿qué esperas de mí? ¿Cómo quieres que reaccione?

Y una vez que escuchamos -a veces con mayor o menor claridad, pero el Señor siempre nos va a iluminar- poner por obra lo que hemos recibido; ese don que es la luz de la Palabra del Señor que ilumina nuestro corazón, luego se encarna en la vida real.

Entonces vas a ese hermano, hermana, padre, madre, pariente, amigo y le pides perdón: “Perdóname lo que dije, lo que hice, no estuvo bien; me duele haberte hecho sufrir”.  Poner por obra lo que el Señor nos dice en la oración.  Seguro que el Señor te está diciendo algo ahora a raíz de estas palabras mías, pero, sobre todo, a partir de esa pregunta: “Señor, ¿qué esperas de mí?”

Luego encontraremos la luz y la fuerza para vivir lo que el Señor espera. Un poner en práctica la palabra escuchada es lo propio de la virtud de la prudencia. <

Edificar sobre roca firme, vienen las dificultades, vienen las lluvias y se permanece bien, firme, con la conciencia tranquila, en paz, de que estamos buscando cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida.

Salir de la versión móvil