DOS CORAZONES
En la ciudad donde vivo hay un colegio que se llama: “Los Sagrados Corazones” y el logo es moderno, sencillo muy geométrico.
Son dos corazones pero no uno al lado del otro, sino uno podríamos decir: yuxtapuesto al otro, ambos corazones se cruzan y lo curioso, lo interesante al menos para esta meditación es que los dos corazones son iguales pero se van cruzando.
Obviamente Sagrados Corazones se refiere al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María y ambos son sagrados corazones.
Decía que me llamaba la atención que los dos corazones sean iguales porque en el fondo, aunque sabemos que Jesús es superior a María por supuesto y no hay corazón comparable al suyo.
Sin embargo, María logró identificar de tal modo su propio corazón con el de su Hijo, que podríamos decir que son el mismo corazón de alguna manera.
EL CORAZÓN DE MARÍA APRENDIÓ DEL CORAZÓN DE JESÚS
María piensa lo que piensa su Hijo, María ama lo que ama su Hijo.
¿Cómo es esto posible?
Pensemos en esos nueve meses que la Virgen Santísima tuvo a Jesucristo dentro de sí antes del nacimiento.
Son nueve meses en los que si pensamos de un modo más físico-biológico, fue el Corazón de Jesús el que aprendió a latir al ritmo del Corazón de María.
Fue María la que le dio su sangre, su vida y ese corazón humano de Jesús latía al ritmo del Corazón de la Virgen.
Sin embargo, desde el punto de vista espiritual podemos pensar que fue al revés, no solamente en esos nueve meses sino en toda la vida de Jesús sobre esta tierra, fue el corazón de María el que aprendió a latir al ritmo del Corazón de Jesús.
Aprendió del Corazón de Jesús y así fue toda la vida la Virgen, continuo aprender, un continuo identificar su propia alma con el alma de su Hijo.
INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
En este rato de oración qué queremos hacer con Jesús, en estos 10 minutos con Jesús quizá podemos ya elevar nuestra plegaria hoy a la Virgen Santísima.
Hoy celebramos la fiesta del Inmaculado Corazón de María, justamente el día siguiente a la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y le puedo pedir a la Virgen esto:
Madre mía ayúdame a identificar mi corazón con el corazón de tu Hijo, Madre Santa que también mi corazón lata al ritmo del corazón de Jesucristo, hazme tener esos mismos sentimientos de tu Hijo Jesús, como tú misma aprendiste de Él, como tú los tuviste.
EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
Nos puede venir bien considerar el Evangelio que la Iglesia propone como posibilidad para el día de hoy.
Es el Evangelio de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo; hasta el final del capítulo 2 de San Lucas y nos cuenta el texto que:
“Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la pascua y cuando tuvo 12 años, subieron a la fiesta, como era costumbre.
Pasados aquellos días al regresar el Niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo advirtiesen sus padres.
Suponiendo que iba en la caravana hicieron un día de camino buscándolo entre los parientes y conocidos
y al no encontrarlo volvieron a Jerusalén en su busca.
Y al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo,
sentado en medio de los doctores, escuchándolos y preguntándoles, cuantos le oían quedaban admirados de su sabiduría y de sus respuestas”.
(Lc 2, 41-48)
Puedo pensar en la primer lugar, en la angustia enorme en ese Corazón de María y de José también, que aprenden de Dios
Las lecciones que Dios les da también por la vía del dolor; perder a un hijo, si nos ponemos en sus pies o ahora en el mundo actual todos tenemos experiencia.
Hemos escuchado cuentos de alguien que ha perdido a un niño en un mall, por ejemplo, entre tanta gente de repente, ¿Dónde está fulanito? y lo buscan y lo buscan y es realmente un calvario y a veces pasa una hora y todavía no lo encuentran, hasta que de repente aparece.
Bueno es una hora terrible, nos imaginamos tres días, no una hora, tres días ¿dónde estará Jesús? y además era el hijo de Dios y Dios se lo había confiado a ellos y era un Hijo espectacular.
Ese Corazón de María que aprende también por la vía del dolor.
Pero pienso que no está la clave todavía en este aspecto, si no sigamos adelante en la narración:
“al verlo”
(Lc 2, 48)
dice San Lucas
“sus padres se maravillaron y le dijo a su Madre:
– Hijo por qué nos has hecho esto, mira que tu padre y yo, angustiados, te buscábamos
y Él les dijo:
-¿Porque me buscabais? ¿No sabíais que es necesario que Yo esté en las cosas de mi Padre?”.
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
(Lc 2, 48-50
María y José van aprendiendo de Jesús pero eso no significa que inmediatamente lo hagan.
Qué buen consuelo para nosotros, en ese sentido le podemos decir a Jesús:
Gracias Jesús, porque también Tú cuentas con el tiempo para ir identificando mi corazón con el tuyo.
Nos encantaría que fuera milagroso instantáneamente, con el sólo deseo solo decírtelo y sin embargo, Tú también quieres que como tu Madre, como San José con el tiempo vayamos madurando.
MARÍA GUARDABA TODAS ESAS COSAS EN SU CORAZÓN
El texto todavía no termina, falta un solo versículo, nos dice San Lucas al final que
“Jesús bajó con ellos, vino a Nazaret y les estaba sujeto y su Madre guardaba todas estas cosas en su corazón”.
(Lc 2, 51)
María guardaba todas estas cosas en su corazón.
Su corazón era un tesoro donde ella iba guardando todas las cosas que sucedían, todo lo que Jesús les decía, cómo lo miraban, todo lo que hacía el Señor, todo eso María lo iba meditando, lo iba guardando en su corazón, lo rumiaba con Dios.
IDENTIFICARNOS CON EL CORAZÓN DE JESÚS
¿Cómo identificar nuestro corazón con el corazón de Jesús?
Por una parte, lo que nos dice el texto al final: oración, meditar, pero también pienso que este relato nos da una clave más, fijémonos que el lugar donde encuentra a Jesús es el templo y las circunstancias en que lo encuentra es la fiesta de Pascua.
Pascua – Templo que para nosotros nos dirige directamente a la Eucaristía.
La Eucaristía es precisamente esa pascua que celebramos en cada Iglesia, en cada templo cristiano.
De alguna manera el Espíritu Santo nos está diciendo, si quieres encontrar a Jesús, si quieres identificarte con Jesús, si quieres quedarte con Jesús, ¡Búscalo! ¿Dónde? en la Eucaristía.
Y ahí podrás también aprender de esas palabras de Jesús, rumiar todas esas palabras, esas obras del Señor.
EN LA EUCARISTÍA NOS IDENTIFICAMOS CON EL CORAZÓN DE JESÚS
Ahí en la Eucaristía es donde precisamente el Señor nos identifica con Él.
Hay un texto muy bonito y con esto acabo, de San Agustín en sus “Confesiones”; cuando relata cómo fue buscando a Jesús, él decía que escuchaba como una voz, que venía de Dios y pone estas palabras en la boca de Dios:
“Soy alimento de adultos crece y podrás comerme y no me transformarás en substancia tuya como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí ese es el efecto de la Eucaristía”<
No somos nosotros al recibir la comunión quienes podríamos decir que asimilamos a Jesús a nuestra propia substancia.
Sino que es Él en cada comunión, el que nos va identificando con Él mismo, el que va haciendo que nuestro corazón lata al ritmo del suyo, en la comunión.
Por eso qué bueno es que cada vez que comulguemos, le pidamos a Jesús:
Jesús haz mi corazón semejante al Tuyo
Y hoy se lo pedimos también a través de la Virgen, María Santísima:
Madre mía, Madre nuestra haz latir mi corazón al ritmo del corazón de tu Hijo.