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¿QUÉ SE DICE?

Samuel

Quiero empezar este rato de oración con una idea y con una bendición, es mi primer rato de oración del año. ¡Feliz año para todos! Un saludo a todos mis amigos de 10 min con Jesús.

La idea de este año, lo más importante será: lo que Dios haga en nosotros.  Lo que Dios haga en ti y en mí.  La gracia de Dios en nuestra alma.

Esa es una idea, ahí te la dejo para que la tengas en tu corazón, en tu alma y si quieres la vayas hablando con Dios.

Lo más importante Señor es lo que Tú hagas en mí este año 2024 que está empezando. Y la bendición, la bendición más antigua que Dios le sugirió a Moisés para que se la transmitiera a Aarón y de Aarón a todos sus hijos:

“El Señor te bendiga y te proteja, ilumine su rostro sobre ti y te conceda su favor.  El Señor te muestre su rostro y te conceda la paz”

(Num 6, 22-27).

Señor, he extendido mi mano derecha de sacerdote para bendecir a todos en 10 min con Jesús.

Ahora sí, vamos al tema de la meditación de este día.

Recuerdo cuando estudié en la universidad que había un saludo que se volvió común y era saludar así: “¿qué se dice?”  A mí me saludaban: paisita, ¿qué se dice? (así le dicen a los de Medellín: paisitas o paisita.)

Paisita, ¿qué se dice? Así me saludaban y uno estaba obligado a contestar: “todo bien o mira lo que me pasó o sí me fue bien en una materia…”

Era como una manera de romper el hielo y entablar una conversación: “¿qué se dice?”

SAMUEL

Hoy la liturgia nos propone algo similar para entablar un diálogo con Jesús.  Por eso, muy oportuno me parece, ¿cuál es esa fórmula?:

“habla Señor que tu siervo escucha”.

Habla Señor, háblame.

¿Dónde sugiere esto la liturgia? En la primera lectura de la misa de hoy, que es una lectura, la verdad, chistosa.  Es una lectura que si uno se mete en la escena causa algo de risa.

Lo narra el primer libro de Samuel y hay dos personajes: Samuel y Elí -el sacerdote del Templo y Samuel que es un jovencito.

Cuenta que un día Elí estaba acostado en su habitación ya para dormir, para descansar y de repente Samuel dice que le habla una voz, entonces él dice que

“corre donde está Elí y le dice: aquí estoy, ¿por qué me has llamado?”

Entonces Elí le responde: “no te he llamado, vuelve a acostarte”.  Fue y se acostó y el Señor volvió a llamar a Samuel.  Se levantó Samuel, fue a donde estaba Elí y le dijo: “aquí estoy, ¿por qué me has llamado?”

Volvió a responder Elí: hombre, déjame dormir, qué inoportuno, no te he llamado.  Hijo mío, vuelve a acostarte”.

Samuel que no conocía todavía al Señor, dice él mismo en su libro, ni se le había manifestado todavía la palabra del Señor 

Volvió a acostarse y el Señor vuelve y lo llama: Samuel.  Por tercera vez se levantó, fue donde Elí y le dijo: “aquí estoy”.

Entonces Elí comprendió que era el Señor el que lo estaba llamando y le dijo: “ve a acostarte y si te llama de nuevo di: “Habla Señor que tu siervo escucha”.

Samuel fue a acostarse, el Señor se presentó: “Samuel, Samuel” y respondió Samuel: “habla que tu siervo escucha”

(1Sam 3, 1-10).

Jesús, este año háblame, enséñame a hacer oración, enséñame a escucharte.  Repetirle muchas veces a Jesús: Señor, háblame, ¿qué me quieres decir?

¿CÓMO SABER QUE DIOS ME HABLA?

Ahí está el tema, ¿cómo saber que Dios me habla? ¿Cómo saber eso? ¿Cómo estoy seguro de que Dios me está hablando?  Ese es el tema, tranquilo, tranquila, lo irás descubriendo también en este año.

Lo has descubierto o lo has venido descubriendo en estos años o meses que llevas haciendo este ratico de oración con 10 minutos con Jesús.  Pero, “¿cómo sé Señor que eres Tú el que me estás hablando?”

Porque cuando Tú me hablas me dan ganas de vivir; cuando Tú me hablas me dan ganas de ser más humilde, me dan ganas de luchar, de disfrutar la vida, de servir, de ocultarme y desaparecer.  Lo iremos descubriendo.

Listo Señor, está bien, habla, pero ¿de qué? O mejor dicho ¿para qué? ¿Para qué quiero yo que me hables? ¿Para qué?

Dos sugerencias, lo acabamos de ver en estos días de Navidad que, a pesar de que ya se nos acabó la Navidad, qué tristeza, mentiras, qué alegría que vuelva la vida ordinaria; más bien pensar eso: qué alegría que vuelva la vida común y corriente, la vida normal, porque ahí es donde nos espera el Señor realmente.

Dos sugerencias de para qué queremos escuchar a Dios y en los acontecimientos que acabamos de considerar en el tiempo de Navidad, muchos realmente escuchan palabras divinas: los pastores, Zacarías… pero hay uno de esos personajes, “el personaje” de la Navidad: María.

El personaje eres Tú Señor, pero sabemos que María tiene un papel muy protagónico.  Ella hace algo más que escuchar, porque

“guarda todas estas cosas y las pondera en su corazón”

(Lc 2, 51).

Entonces una sugerencia de para qué queremos que Jesús nos hable, que Dios nos hable.  Sí Señor, háblame porque quiero guardar todo en mi corazón, quiero meditar todo en mi corazón, quiero rumiar lo que Tú me dices, considerarlo en mi oración.

Qué diferencia es cuando escuchamos esta meditación de 10 min con Jesús y después la de España, después la de Estados Unidos y después la de portugués -porque hay en todos esos idiomas- y después la de Brage y después la de…

Podemos escuchar muchos audios, pero ¿para qué? Para rumiar, para reflexionar, para considerar, para guardar las cosas en el corazón.

Segunda sugerencia, que nos la hace el salmo de la misa de hoy.  ¿Qué dice el Salmo?:

“Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”

(Sal 39).

¿Para qué quiero Señor que me hables? Porque quiero hacer tu voluntad.  Quiero identificarme con tu voluntad.  Y ¿cómo se hace eso? Aquí en este punto nos metemos en el Evangelio, faltando tres minutos para que se termine el tiempo llegamos.

LA ORACIÓN DE JESÚS

El Evangelio de hoy es muy rico, hay muchas escenas y muchas secuencias diferentes, porque san marcos muestra a Jesús saliendo de una sinagoga.

Está con Santiago y con Juan, van a la casa de Simón y Andrés, ahí está la suegra de Pedro que está, además, enferma con fiebre.  Jesús va, la coge de las manos, la levanta, se le pasa la fiebre, la suegra empieza a servirlos y dice san Marcos que se anocheció.

Va un poquito rápido en su narración y cuando anochece y se pone el sol, empiezan a llover enfermos y endemoniados; empiezan a traerle a Jesús enfermos y endemoniados.  La población entera se agolpaba a la puerta.

Y ¿qué le toca hacer a Jesús? ¿Qué te toca hacer a Ti Señor? Empezar a curar enfermos, a expulsar demonios.  Inmediatamente dice: “Se levantó de madrugada”. O sea, así como tan normalito deja a la suegra, nos pone a Jesús delante de los enfermos y después ya nos habla de la madrugada del día siguiente… ¿cómo así?  Un momento, más tranquilo, más despacio.

“Se levantó de madrugada cuando todavía estaba muy oscuro, se marchó a un lugar solitario y ahí se puso a orar”.

Jesús, Tú madrugas para orar, Tú no te acuestas sin hacer oración.  Tú necesitas de la oración.

“Simón y sus compañeros fueron en su busca y, al encontrarlo, le dijeron: “todo el mundo te busca””.

Acuérdate que es de madrugada y la respuesta de Jesús es lo más enigmática, hay mucha gente que lo necesita, pero qué dice Jesús:

“Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí que para eso he salido.  Recorrió toda Galilea predicando en sus sinagogas y expulsando a los demonios”

(Mc 1, 29-39).

Señor, ¡qué día tuviste! Y ¿qué nos enseñas con todo esto? La importancia de la oración.

¿Cómo sería esa oración de Jesús? No lo sabemos, pero sería llena de rostros y de nombres.

Sería una oración que pondría el acento en cumplir la voluntad de Dios, de cumplir la voluntad de su Padre Dios, porque a pesar de que los apóstoles le dicen: “Señor, aquí te necesita mucha gente”, aquí vamos a tener que seguir trabajando, Jesús dice: “No, vámonos a otra parte.  Vámonos a las aldeas cercanas”.

¿Por qué dices eso Jesús? Porque seguramente tu Padre ha transmitido ese deseo.  Tú quieres hacer la voluntad de tu Padre.

Los apóstoles no te reviran, no te proponen otra cosa porque ya saben que tienen que respetar esa voluntad que Tú has visto en la oración.  Vámonos Señor, aquí queda mucha gente necesitada, pero tenemos que irnos, está bien.

Al terminar este rato de oración y al empezar este año, Jesús, yo te quiero pedir a Vos en grito, necesito de la oración.  Enséñame a hacer oración.  Háblame, quiero escuchar mi buen Jesús tu voz para hacer tu voluntad, para hacer lo que Tú quieres de mí.

Y de una vez te doy gracias de rodillas por todas las bendiciones y todas las gracias que reciba en este año 2024.

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