Icono del sitio Hablar con Jesús

AÑO NUEVO, LUCHA NUEVA

San Juan

Estamos en el último día de este año 2018 y, realmente, nos encontramos en ese tiempo de Navidad que significa que hemos empezado un nuevo ciclo en la vida de la Iglesia, como ha salido en otras ocasiones en estos 10 minutos con Jesús.

La Iglesia, en su liturgia, tiene un ciclo; ese ciclo como el Adviento que nos prepara hacia este momento del nacimiento de Jesús, ese gran evento.

La humanidad, en la vida de todos los hombres, que da inicio a ese nuevo ciclo, ese tiempo ordinario que marcha nuevamente hacia otro gran evento que es la Pascua de la Semana Santa, la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor.

Pero somos conscientes que termina un año más, el año 2018 y es una buena ocasión para hacer examen de nuestra vida. ¿Qué ha sido de ti? ¿Qué ha sido de mí?  En estos 365 días.

¿Han sido días, ha sido un año, han sido meses en los que, he encontrado al Señor en mi vida? ¿Estuvo presente Jesús, ese Dios que se ha hecho hombre por ti y por mí?

O más bien ha sido un año en el que tal vez no ha estado tan presente el Señor. Que, a lo mejor, he ido aplazando, he ido más preocupado por mis cosas, totalmente lícitas -gracias por el trabajo, la familia, la universidad, las clases.

Todo eso son cosas que son compatibles con la vida de piedad, con ese encuentro con Dios y de hecho lo quieres, porque si no, no estuvieras escuchando estos 10 minutos con Jesús. Son esos minutos que luego tú puedes prolongarlos para hablar con Dios.

PROPÓSITO PARA EL NUEVO AÑO

A lo mejor es un gran propósito para este nuevo año que se avecina: una relación más fuerte, más estrecha con Dios, con ese Jesús perfecto Dios y perfecto Hombre, que ha venido, que se ha hecho carne, como nosotros, para revelarnos ese gran misterio y, sobre todo, ese gran amor de Dios.

De hecho, es esto de lo que trata el Evangelio de hoy, el último del año, que es lo que se conoce como el “Prólogo del Evangelio de San Juan”.

San Juan es este evangelista que hace poco celebramos su fiesta: san Juan evangelista; san Juan Apóstol, a quien Jesús más amaba.

Y este san Juan, que se entrega al Señor desde muy joven, tiene un amor muy fuerte, tiene un cariño por el Señor increíble y él es el último en escribir el Evangelio; su Evangelio.

Seguramente, ya estaría mayor cuando lo escribe y, no obstante, vemos cómo tiene grabadas en la memoria y en el corazón cada una de las palabras, de los gestos de Jesús.

¡Qué bonito es esto! Que tú y yo también podamos leer los evangelios, acordarnos de cómo es Jesucristo (no físicamente).

Los evangelios no cuentan de qué color eran los ojos de Jesús, el color de su piel… nada, pero sí nos dicen cómo era su personalidad.

Qué bonito que nosotros, al leer los evangelios, al tratarle en nuestros ratos de oración, estemos enamorados de Cristo.

Pídeselo al Señor: “Señor aumenta en mí la fe, la esperanza que solamente espero en Ti, que te ame más”.

EL VERBO ERA DIOS

El prólogo de san Juan empieza de esa manera:

“En el principio existía el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios”

(Jn 1, 1).

Ese Verbo, esa palabra y ese conocimiento es Jesucristo, que estaba ya desde antes de la creación del mundo. Y era Dios, Él estaba en el principio junto a Dios.  Por medio de Él se hizo todo y sin Él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.

Es una maravilla esto porque nos está diciendo san Juan que Él es Dios y ese Dios que es, por el cual se han hecho todas las cosas que estaban allí, que ya estaba pensando en ti y en mí en un momento determinado.

Se hace Hombre, una cosa que la lógica humana no logra entender. Es más la lógica de Dios, es más lógica del amor y de ese Dios que, que cada año, recordamos su Nacimiento y que cada año quiere nacer en tu vida.

Cada año y todos los 365 días quiere estar presente, quiere ser el protagonista.

Vamos a dejarle que sea el protagonista de nuestras vidas y que tengamos una vida de fe. Que ante una cosa grande que nos puede pasar o algún proyecto que tengamos, algún proyecto profesional o algo que quieres para tu familia, se lo encomiendes a Dios.

EN LAS MANOS DEL SEÑOR

“Señor, te pido por este tema, por este trabajo, por este ascenso; a lo mejor por este hijo mío o esa hija mía que va a ingresar a la universidad o el trabajo de mi esposo o mi trabajo…”

Lo que sea que a ti te preocupe, ponlo en las manos del Señor o lo mejor es una cosa muy sencilla: a veces, en tu día a día, puedes encontrarte con situaciones muy particulares, desde buscar un sitio dónde estacionarte, dónde cuadrarte…

Pídeselo: “Señor, ayúdame a encontrar eso que estoy buscando o todas las necesidades más materiales, más comunes y corrientes…” La vida de fe nos lleva a ponerlas en las manos de Dios.

Todas esas preocupaciones de nuestra vida interior, aquello que a lo mejor te haces, te preocupa más, especialmente en esos días o que te hace sufrir a ti o a alguno de los tuyos, recurre al Señor, ponlo en las manos de Jesús y Él no nos defrauda.

A veces deja que pasen algunas cosas porque el Señor sabe más, espera sacar bienes de esas cosas que, a veces, nos pueden hacer daño, que nos duelen o que no entendemos.

Ahí el Señor, con esa providencia, con esa sabiduría, saca bienes, Él quiere fe, quiere que nos acerquemos más, que confiemos en Él, que nuestras esperanzas estén puestas en Él.

Por supuesto, ¿cuántas veces al poner nuestras esperanzas, a veces en las cosas materiales, a veces podemos quedar defraudados, incluso en personas quedamos defraudados?

Jesús, en cambio, no y la gran prueba de eso es cómo se ha hecho Hombre. ¿Para qué? Para salvarnos, para demostrarnos su amor. Ese Hombre que es Dios, que se hace Hombre para morir en una Cruz y resucitar.

LUZ QUE BRILLA

La carta de presentación de Jesús: Yo no te ha abandonado, Yo no te abandonaré, por eso, si en este año 2018 has tenido una cruz pequeña, grande, ponla en las manos del Señor para que sea Él quien la cargue o quien te ayude a cargarla.

De esa manera, encontrarás esa tranquilidad y esa paz para sobrellevarla, porque Él es esa Luz que brilla en las tinieblas. En esas tinieblas que podemos encontrar en el mundo o en nuestro corazón.

A lo mejor, puedes estar un poco o bastante alejado del Señor. Ten por seguro que Jesús es capaz de dispersar esas tinieblas de nuestra vida, de nuestro corazón y poner la luz, porque Él es nuestra Luz, nuestra esperanza.

Ese Dios se ha hecho Hombre y ha muerto por mí para querernos, para amarnos, para salvarnos.

Vamos a poner tantos y tantos propósitos, tantos afectos e inspiraciones para este nuevo año que empieza. Pensemos eso: un nuevo año, nueva lucha. No porque vamos a cambiar de la noche a la mañana, la gracia de Dios lo puede; que tú tengas esas ganas.

Esas ganas de querer cambiar, de dar ese paso que Dios quiere. Ponlos, por tanto, todos tus propósitos, todos los planes en las manos del Señor que no te defraudará.

Salir de la versión móvil