BUSCAR UN CRUCIFIJO
“Te doy gracias Dios mío, por los buenos propósitos…” —No, no, no padre, espere… Así se termina el rato de oración. No comienza. se termina.
«Pero de una vez Jesús, te quiero dar gracias por el propósito de este ratico de oración; de estos 10 min con Jesús, Contigo Señor, que es mirar la cruz».
Ese es el propósito de este rato de oración: mirar más la cruz. Bueno, y ahora sí comencemos…
“Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados, y gracia para hacer con fruto este rato de oración. Madre mía Inmaculada, San José, mi Padre y Señor, Ángel de mi guarda, interceded por mí”.
El viernes hace unas dos semanas, a las cuatro y dieciocho de la madrugada, aquí en Colombia tembló la tierra. Temblor de tierra en el departamento de Santander, en la mesa de los Santos.
Y en Bogotá se sintió fuerte, tan fuerte que muchos nos despertamos zarandeados. «La verdad Jesús, que yo soy un poquito nervioso con los temblores de tierra desde chiquito».
Y muy chico aprendí de mi mamá una oración para estos momentos así de nervios cuando temblaba o cuando caía una tormenta:
˝Aplaca Señor tu ira, tu justicia y tu rigor. Por tu corona de espinas, misericordia Señor”.
Esa oración, la verdad que casi nadie la conoce, pero yo la aprendí desde muy chico. «Y te dirigía esa oración Jesús, tomando el crucifijo de madera que siempre pongo en la mesa de noche».
Siempre ese crucifijo que beso antes de dormir y que beso nada más me levanto por las mañanas. Pero esta vez, tocó agarrarlo antes, a las cuatro y dieciocho. Besarlo, apretarlo y rezar: “Aplaca Señor tu ira, tu justicia y tu rigor. Por tu corona de espinas, misericordia Señor”.
Menos mal el temblor fue suave y se cesó muy rápidamente, y me pude volver a dormir.
¡Qué necesidad tenemos de mirar más la Cruz, de agarrarnos a la Cruz! No sé si tú alguna vez has tenido esa necesidad, de buscar con tu mirada un crucifijo, o de sacar de tu cartera o de tu bolsillo el crucifijo que tienes pequeñito.
EN BUSCA DE TU ROSTRO
Me acuerdo que un amigo me contó un día que lo operaron de la rodilla, y que él no sabe por qué reaccionó así. Pero cuando fue consciente, cuando le pasó un poco la anestesia y se despertó, él dice que la primera cosa que quiso hacer, fue buscar con la mirada un crucifijo o una imagen de la Virgen, y que no encontró en ese hospital.
Pero que fue una reacción que tuvo naturalmente de su corazón: buscar rápidamente una imagen del Señor en la cruz o una imagen de la Virgen.
Otro amigo, que estaba en la calle y sintió que lo iban a atracar. Entonces dice él que se llevó la mano al pecho y desde fuera de la camiseta agarró fuerte el crucifijo de su cadena… No le pasó nada, estaba un poco nervioso. Pero qué bonita reacción, agarrar la cruz, mirar la cruz, besar la cruz.
Cuando uno mira un crucifijo, Cristo nos mira. Cuando buscamos la cruz estamos Señor, buscando tu rostro.
“Vultum tuum Domine requiram”.
“Buscaré tu rostro Señor”
(Sal 7, 8).
Deseo verte, deseo mirarte.
Ya falta poco para la Semana Mayor o la Semana Santa. Y el Viernes Santo, en la segunda parte del oficio de ese día; terminada la Oración Universal, tiene lugar la solemne Adoración de la Santa Cruz.
Recordarás que, desde la sacristía o desde la parte de atrás de la Iglesia, del Oratorio o de la capilla, el sacerdote trae la cruz en procesión cubierta con un velo morado y la va descubriendo poco a poco.
Lo hace en tres momentos: primero destapa o descubre el brazo derecho. Y se va viendo ese brazo de Jesús en la cruz. Luego el brazo izquierdo… Y así finalmente, hasta que queda desvelada la Santa Cruz.
Mientras tanto, el sacerdote canta en latín en esos tres momentos (se escucha sacerdote cantando…🎵).
El sacerdote, lo que está diciendo, lo que está rezando y a lo que está invitando a las personas que están allí en la Iglesia es: —Mirad al árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo.
Y todos se responden: —Venid a adorarlo. Venid y adoremos (se escucha sacerdote cantando…🎵).
Y caen de rodillas todo el mundo, caen de rodillas delante de la cruz. Lo adoran en silencio unos instantes. Y ya cuando finalmente llega la cruz al presbiterio, comienza a pasar toda la gente y hace la genuflexión delante de la cruz y se acercan a besarla.
En la pandemia fue un pesar porque se omitió ese gesto del beso por obvias razones… No sé si este año se puede volver a besar la cruz. ¡Ojalá!
ABRAZARLA
La Santa Cruz, y Jesús fue el instrumento de nuestra salvación. Dice un Padre de la Iglesia:
“Si el árbol a cuya sombra pecaron de desobediencia nuestros primeros padres fue causa de perdición, el árbol de la cruz es el origen de nuestra salvación eterna”.
Y nosotros cristianos, debemos seguir a Cristo en la cruz. <“Pero Señor, no nos gusta. ¡Evitamos la Cruz! ¡Evitamos la Cruz!”
Ahora me estoy leyendo un libro que se titula: “Cristo en su pasión”, de José Fernando Rey Ballesteros. Lo estoy leyendo para prepararme bien para la Semana Santa.
Leí una cosa que me impactó, decía el escritor: “Una persona sensual o voluptuosa tiene que ser reeducada para gozar de la Eucaristía. Quien no conoce otro lenguaje que el de las sensaciones, experimentará un tedio insufrible ante la realidad eucarística”.
Y lo mismo se podría decir de la cruz: Quien no quiere la cruz, quien no busca la cruz, quien no abraza la cruz, comienza a tenerle tedio a todo lo de Dios, a la oración, a la misa.
«Señor, la Santa Cruz es el camino».
En la vida de los santos, por ejemplo, en la de san Antonio Abad, se narra que al ser atacado por terribles tentaciones del demonio, hacía la señal de la cruz y el enemigo huía.
UNIRME A JESÚS
Desde hace mucho tiempo, los cristianos hacemos la señal de la Cruz, pero no solo hay que darse la señal de la Cruz, queremos también sentir el peso de la Cruz llevando las pequeñas contrariedades de la jornada y mortificándonos.
“Que no me deje llevar yo Señor, por la ley del gusto, sino por lo que me une más a Ti y a los demás”.
Qué bueno decir con san Pablo:
«Yo hermanos cuando vine a vosotros no vine a anunciaros el Ministerio de Dios con elocuencia o sabiduría sublimes, pues no me he preciado de saber otra cosa entre vosotros sino a Jesucristo y a éste crucificado»
(1 Co 2, 1-6).
Y a este crucificado… Ahí está la clave, honrarnos, gloriarnos de la Santa Cruz de Jesús. Jesús en la cruz.
Pues terminamos este ratico de oración acudiendo a nuestra Madre.
Hoy se lee en el Evangelio:
«Cuando levantéis en alto al Hijo del hombre sabréis que Yo soy»
(Jn 8, 30).
Allí te veremos Señor en la cruz. Allí te reconoceremos. Reconoceremos tu rostro y nos sentiremos interpelados también a seguirte, mirando la cruz, abrazando la cruz, queriendo la cruz.