Jesús caminante. “Tú eres un caminante, Señor. Caminas los caminos de la tierra para encontrarte conmigo -contigo que escuchas. Lo vienes haciendo desde hace tiempo. La verdad es que no me extraña, porque ya dice el Génesis que:
“Mientras Yahvé paseaba por el jardín a la hora de la brisa, […] llamó al hombre y le dijo ¿Dónde estás?”
(Gn 3, 8-9).
Pues así va, preguntando por ti y por mí, buscándonos. Y por eso no me extraña leer en el Evangelio:
“Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando, predicando y curando”.
(Mt 9, 35).
Sigue recorriendo nuestros pueblos, nuestras ciudades, y sigue tocando, curando, removiendo a las almas. Claro, a las que se dejan.
Así recorría las calles, los rincones de Corinaldo, en la provincia de Ancona y de Neptuno, en la provincia de Roma, donde tuvo la suerte de encontrarse con María Goretti, o Marietta, como le decían en casa.
Una joven piadosa, pero sin nada extraño. Era de familia humilde, trabajadora; la tercera de siete hermanos. Muy joven quedó huérfana de su padre que falleció a causa del paludismo, y por ese motivo Assunta, su mamá, debió trabajar más tiempo fuera del hogar familiar y debían ser los mayores, entre ellos María, quienes se hicieran cargo de muchas de las tareas de la casa.
DECIR NO AL PECADO
La familia Goretti resulta que vivía junto a los Serenelli, una familia que nada tenía que ver con sus costumbres, y en la que el padre se daba a la bebida y no cuidaba en absoluto de los suyos.
Y entre los Serenelli se encontraba Alessandro, uno de los hijos que contaba con 18 años y que se fijó en María con deseos deshonestos. El muchacho empezó a molestarla. Ella se negaba a cualquier sugerencia. “Se negaba a ofenderte a Ti, Jesús, a quien tanto quería”.
Era el 6 julio de 1902, y por la tarde María, que apenas rondaba los doce años, estaba sentada en lo alto de la escalera de la casa remendando una camisa.
Alessandro subió las escaleras con intención de violarla. María opuso resistencia y trató de pedir auxilio, pero como Alessandro la tenia agarrada por el cuello, apenas pudo protestar y decir que prefería morir antes que ofender a Dios.
Decía que no. Como ojalá nosotros -tú y yo- supiéramos decirlo ante cualquier ocasión de pecado, ante cualquier tentación. Ojalá lo gritáramos como ella no pudo hacerlo: ¡No! ¡no! ¡no!
Y hay quienes no se enteran. Y Alessandro no se enteraba cuando desgarró el vestido de Marietta. Tampoco se enteró cuando dio la primera puñalada, ni la segunda, y así hasta catorce: ocho en el vientre y seis en la espalda. ¡No! Y ella cayó al suelo pidiendo ayuda. Él huyó.
María fue llevada a un hospital. Allí pudo ser atendida por un sacerdote quien entró a darle la Sagrada Comunión y la Unción de los Enfermos. Pero antes quiere cerciorarse: -Marietta, ¿quieres perdonar a Alessandro por amor a Jesús?
La niña apenas puede hablar, tiene la boca reseca, pero esbozando una sonrisa afirma convencida: -Sí, le perdono, y quiero tenerle junto a mí en el paraíso.
LECCIONES DE MARÍA GORETTI
¡Qué grandeza! No al pecado y si al amor de Dios. Las lecciones de fortaleza, de pureza y de perdón de una jovencita de doce años que sabe amar.
No sin razón preguntaba san Juan Pablo II: ¿Qué dice a los jóvenes de hoy…? (nosotros podríamos pensar en todos los jóvenes, en todos; todos nosotros, no importa la edad). ¿Qué dice a los jóvenes de hoy esta muchacha frágil, pero cristianamente madura, con su vida y sobre todo con su muerte heroica? Marietta recuerda a la juventud […] que la verdadera felicidad exige entereza y espíritu de sacrificio, rechazo de cualquier componenda con el mal y disposición a pagar personalmente, incluso con la muerte, la fidelidad a Dios y a sus mandamientos.
“¡Qué actual es este mensaje! Hoy se exaltan a menudo el placer, el egoísmo o incluso la inmoralidad, el nombre de falsos ideales de libertad y de felicidad. Es necesario reafirmar con claridad que se debe defender la pureza del corazón y del cuerpo, porque la castidad “custodia” el amor auténtico.
“Que santa María Goretti ayude a todos los jóvenes a experimentar la belleza y la alegría de la bienaventuranza evangélica:
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”
(Mt 5, 8)
“La pureza de corazón, como toda virtud, exige un entrenamiento diario de la voluntad y una constante disciplina interior. Requiere, ante todo, invocar asiduamente a Dios en la oración”.
(Juan Pablo II, Ángelus, domingo 6 de julio de 2003)
Ahí dejo las palabras del Santo Padre, san Juan Pablo II.
“Bueno, pues aquí estamos, Jesús, haciendo oración. Y por intercesión de santa María Goretti, te pedimos que nos ayudes a tener la pureza de alma, de corazón, de Marietta, de ella, como ella”.
ALESSANDRO PIDE PERDÓN
Ahora, la historia no acaba ahí. Alessandro, debido a la edad -entonces la mayoría de edad era a los 21 años-, no fue condenado a cadena perpetua si no a treinta años de cárcel.
Durante mucho tiempo se obstinó a no arrepentirse de su pecado, hasta que una noche tuvo un sueño en el que vio María recogiendo flores que luego le ofrecía a él. Y a partir de ese momento cambió totalmente, y se convirtió en un prisionero ejemplar. Pidió públicamente perdón y se volvió hacia Dios buscando reparar el mal que había cometido.
Así llega la Navidad de 1937 en la Parroquia de la Dolorosa en Corinaldo, Italia, donde se acercan al comulgatorio muchas personas, pero todas las miradas se dirigen a una pareja especial. Un hombre de unos cincuenta y una mujer mayor: la madre de María y su asesino.
Antes de misa ha habido un diálogo divino: -Perdóname Assunta. Le pide arrepentido Alessandro. A lo que Assunta responde: -Si ella -María-, te ha perdonado, si te ha perdonado Dios, cómo no te voy a perdonar también yo. ¡Vaya ejemplo!
CANONIZACIÓN
Pues, el 24 junio de 1950 tuvo lugar en Roma la canonización de Marietta. Por dos motivos, aquella fue una canalización muy especial, única en la vida de la Iglesia.
Y es que fue la primera vez que una madre asiste a la canonización de su hija. Y resulta que la acompañaba el que le ocasionó la muerte, que para entonces ya era un convertido religioso franciscano, un fraile capuchino.
No sé si a ti, pero a mí me dan ganas de gritar ¡jamás se ha visto cosa igual!
Pues el Evangelio dice:
“Le trajeron un endemoniado mudo; y después de expulsar al demonio, habló el mudo. Y la multitud se quedó admirada diciendo: -Jamás se ha visto cosa igual en Israel”.
(Mt 9, 32-33)
Pues ahí lo tienes ¿no? Siguen pasando este tipo de cosas.
Alessandro murió en la enfermería de los padres capuchinos de Marerata el 6 mayo de 1970, donde había sido portero durante décadas. Su testamento espiritual se encontró a su muerte en un sobre cerrado, con fecha del 5 de mayo.
Ya no nos da tiempo de leerlo… Pero ahí te dejo la inquietud, a parte de tantas lecciones de Jesús a través de las vidas de la gente con la que Él se encuentra en las calles de nuestras ciudades, y de las que a veces, incluso, tiene que expulsar demonios.
Por cierto, puedes ir a la página web www.10minconjesús.net, *(Aquí, a continuación)
Acudimos a nuestra madre Santa María y le pedimos que nos ayude a ser como Marietta: fuertes, puros, y personas que saben perdonar.
HUYAN DEL MAL Y SIGAN SIEMPRE EL BIEN
*(Testamento espiritual de Alessandro Serenelli, traducción de Pablo Cervera Barranco)
Soy un viejo de casi 80 años, pronto voy a terminar mis días. Echando una mirada al pasado, reconozco que en mi primera juventud recorrí un sendero falso, la vía del mal que me condujo a la ruina. Veía todo a través de la prensa, los espectáculos y los malos ejemplos que siguen la mayoría de los jóvenes sin siquiera pensarlo. Y yo hice lo mismo. No me preocupaba.
Personas creyentes y practicantes tenía cerca de mí, pero no les prestaba atención, cegado por una fuerza brutal que me empujaba hacia un sendero malo. A los 20 años cometí el delito pasional, del que hoy me horrorizo con sólo recordarlo.
María Goretti, ahora santa, fue el ángel bueno que la Providencia había puesto ante mis pasos para guiarme y salvarme. Todavía tengo grabadas en mi corazón sus palabras de compasión y de perdón. Rezó por mí e intercedió por su asesino.
Siguieron treinta años de prisión. Si no hubiera sido menor de edad, hubiera estado condenado a cadena perpetua. Acepté la merecida condena. Expié mi culpa. La pequeña María fue verdaderamente mi luz, mi protectora; con su ayuda, me porté bien en mis 27 años de cárcel e intenté vivir honradamente cuando la sociedad me aceptó de nuevo entre sus miembros.
Los Hermanos de San Francisco, los Capuchinos de las Marcas, me acogieron con caridad seráfica en su monasterio no como un siervo, sino como un hermano y con ellos convivo desde hace 24 años. Ahora espero sereno el momento de ser admitido en la visión de Dios, de abrazar a mis seres queridos de nuevo, y de estar junto a mi ángel protectora y su querida madre, Assunta.
Los que lean esta carta, ojalá que quieran seguir la feliz enseñanza de huir del mal y seguir el bien siempre.
Pienso que la religión con sus preceptos no es una cosa que se pueda menospreciar, sino que es el verdadero consuelo, el único camino seguro en toda circunstancia, hasta las más dolorosas de la vida. ¡Paz y bien!
Alessandro Serenelli
(Tomado de: Madre di Dio. Mensile mariano (noviembre 2002))