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SANTA MARÍA , REINA DEL SERVICIO

María Reina

PARALELOS

Seguramente lo sabías, pero el inicio de la Biblia tiene muchos paralelos con el prólogo del evangelio de san Juan. El libro del Génesis arranca con el famoso breshit, que en hebreo significa “al inicio”: <“al inicio Dios creó el cielo y la tierra”. Análogamente inicia el prólogo de san Juan, pero en griego: “En arché”: “en el principio estaba el Verbo”.

El Génesis arranca con el relato de la creación y el prólogo de san Juan nos cuenta que por el Verbo todo fue hecho

“y sin Él no se hizo nada de cuánto ha sido hecho”

(Jn 1,3).

El Génesis pasa a narrar la creación de Adán:

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó»

(Gn 1,27).

Y san Juan menciona brevemente la Encarnación, por la que ese Dios se nos hace visible en una imagen similar a la nuestra en todo menos en el pecado:

«Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre»

(Jn 1,14).

EL NUEVO ADÁN

Por eso Cristo es el nuevo Adán. Ya lo han repetido tantos santos desde los inicios de la Iglesia. Por eso convenía que, así como por un árbol y la libre decisión de Adán entró el pecado en el mundo, del mismo modo, por un madero y la libre entrega del nuevo Adán viniera nuestra redención.

Pero hay un paralelismo más que nos interesa especialmente el día de hoy. Ahora entra en escena Eva, la primera mujer. Después de su creación, el Génesis nos presenta a la serpiente (imagen del diablo, que es un ángel caído), que le hace a Eva una propuesta difícil de rechazar: le dice que reinará si come del fruto prohibido. “Seréis como Dios”, le promete la serpiente.

Todo fue un engaño, porque el diablo es el padre de la mentira. El supuesto reinado de Eva duró menos que parpadeo de chino. Inmediatamente tanto ella como Adán se volvieron esclavos del pecado y de la muerte. Y con ellos, toda su descendencia.

El paralelismo de Eva con María es impresionante. Por eso la Virgen ha sido llamada “la nueva Eva”. Porque un ángel (no caído, esta vez) le hace también una propuesta difícil de asimilar. La actitud de María es diametralmente opuesta a la de Eva: ella no quiere reinar. De hecho se llama a sí misma: “esclava del Señor”.

LA NUEVA EVA

Pero precisamente gracias a ese acto de humildad estamos celebrando hoy su reinado. Hoy es la fiesta de Santa María Reina. La reina que no quiso reinar sino servir.

Eva quiso reinar y terminó esclava. María se hizo esclava y ahora reina en el cielo, unida a Dios. Si el contraste entre Eva y María es tan marcado, ¿qué queda para el resto de los mortales? A nosotros nos encanta reinar.

Comenta san Francisco de Sales en una de sus cartas:

“El amor propio hace que queramos hacer tal o cual cosa por nuestra elección, pero no quisiéramos hacerla por la elección ajena, ni por obediencia; quisiéramos hacerla porque salió de nosotros, pero no como emanada de otros. Nos buscamos siempre a nosotros mismos, a nuestra voluntad y a nuestro amor propio. Si tuviésemos la perfección del amor de Dios nos gustaría más hacer lo que está mandado, porque viene de Dios mejor que de nosotros”

(San Francisco de Sales, Epistolario).

RADIOGRAFÍA DE NUESTRA ALMA

Aquí san Francisco que es excelente pastor de almas y director espiritual nos ha presentado una radiografía de nuestra alma.  Así somos, nos encanta ser pequeños dictadorcillos. Nos creamos pequeños feudos en los que aspiramos ser monarcas absolutos, donde impera nuestro criterio, nuestras verdades, nuestro modo de pensar y de hacer las cosas, nuestra opinión que ha de ser siempre escuchada y bien valorada, etc.

Y para que nuestra corona luzca más, no tenemos reparo en desdecir del feudo vecino.

“Las personas que van por este camino no soportan que haya nadie superior a ellas (…). Los defectos de los demás deben servir para poner en evidencia y para subrayar sus propias virtudes. Los errores de los demás deben servir para poner de relieve su sabiduría y su destreza; y la escasa inteligencia ajena, para hacer resplandecer su gran valía (…) Todo es lícito, todo es bueno en este maldito camino, a condición de que uno sea el primero y el mejor ante uno mismo y en la estima de los demás”

(Salvador Canals, Ascética Meditada).

Lo que acaba de comentar Salvador Canals es ese deseo de ser monarcas absolutos que nos vuelve ridículos -es decir, dignos de risa- y es dificilísimo que nos demos cuenta de lo ridículos y antipáticos que nos vemos.

Hace poco, hablando con una persona que tiene ese defecto de criticar muchísimo, estuvo toda la comida criticando… Al final decía: “Yo no estoy criticando, sólo estoy diciendo lo que no me gusta”. Es que uno se da cuenta de que es dificilísimo darse cuenta de que somos así; a veces la crítica viene de que queremos estar seguros de que somos mejor que el vecino.

TODO ES PRESTADO

Pero volvamos la mirada a María. Ella es Reina, la llena de gracia. Y en el evangelio no la vemos haciendo gala de sus muchas virtudes. Ella sabe que tiene muchas cosas buenas, pero reconoce que todo es prestado, todo es don de Dios:

“Porque ha hecho en mí cosas grandes el Todopoderoso, cuyo nombre es santo”

(Gn 1,49).

Así deberíamos ser nosotros. Lo bueno que podamos tener: inteligencia, simpatía, agilidad física, habilidades artísticas, prestigio profesional, etc. Todo lo tenemos porque Dios nos lo ha prestado para darle mayor gloria, como María.

¿Cómo habríamos reaccionado, tú y yo, si hubiésemos recibido una misión de Dios tan importante como María, tan importante que tendrían que enviarnos un ángel para decírnoslo? Probablemente hubiésemos salido cacareando como gallina ponedora para que se enterase todo el mundo de tan singular privilegio.

O nos hubiésemos tomado una selfie con el ángel para mostrarla en Instagram o en los estados de WhatsApp. Desearíamos que la noticia corriera como pólvora en los grupos de la familia. Pues María no hizo nada de eso. Se puso inmediatamente a servir. Va a toda prisa a ayudar a su prima santa Isabel. Ella quiere ser la esclava de Dios y no tiene vergüenza de servir a los demás por amor a Dios.

SER COMO ELLA

Creo que en esta fiesta de María Reina un buen propósito es acudir a ella para que nos haga más parecidos a su hijo, que es

“manso y humilde de corazón”

(Mt 11,29).

Si queremos reinar, que sea como Ella, en el servicio desinteresado y generoso a los demás, empezando por los que tenemos a nuestro alrededor. Servicio a nuestros amigos, hermanos, a los de nuestra casa.

Que no le demos demasiada importancia a las humillaciones porque nuestra seguridad no reside en nuestras propias fuerzas.  Como decía san Josemaría:

“Nuestra seguridad reside en que tenemos por Madre a la Madre de Dios, la Santísima Virgen María, Reina del Cielo y del Mundo” (Forja, 273).

Santa María, Reina del Cielo y Madre nuestra, ruega por nosotros.

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