Jesús nos recuerda en el Evangelio de este día, que tenemos que estar en vela porque no sabemos en qué día vendrá Dios.
“Comprendan”
dice,
“que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estén también ustedes preparados porque a la hora que menos piensen, vendrá el Hijo del Hombre”.
(Mt 24, 43-44)
Jesucristo, con este Evangelio, nos recuerda esta realidad que es que no sabemos ni el día ni la hora. Pone ese ejemplo de que Dios vendrá como un ladrón en plena noche.
Usa una imagen fuerte que a veces la tenemos que bajar a la realidad para imaginarnos lo que intenta Jesús decirnos: Y es que Dios vendrá en un momento en que no tenemos, para nada, previsto que venga.
NADIE SABE LA HORA
Ninguno de nosotros tiene previsto, no sabemos si nos vamos a topar con un ladrón que nos saque el celular en la calle. Acá en Argentina les decimos: motochorros a los que roban en la calle y son personas que normalmente son muy hábiles, muy rápidas con la mano y apenas uno se da cuenta.
Si te enganchan en la calle hablando por teléfono y justo pasa uno de estos motochorros, te sacan el celular en segundos y casi no se dan cuenta los que están al lado tuyo; por lo tanto, es difícil perseguirlos.
Un amigo, hace poco me contaba, que le entraron ladrones a la noche, a las dos de la mañana en su casa; obviamente, no estaba preparado. Por suerte, no les hicieron daño, pero se llevaron muchas cosas de valor.
ESTAR SIEMPRE PREPARADOS
Nadie está preparado para que le entren ladrones o un motochorro le saque el celular de la mano. Si estuviésemos preparados, no nos pasaría eso, es lo que intenta decirnos Jesús.
Por eso, ninguno de nosotros sabemos el momento en el que Dios nos pedirá cuenta de nuestra vida. Tenemos que estar siempre preparados, siempre con las maletas -como dicen en España- hechas, las valijas hechas.
Pensar en la propia muerte, a veces, nos puede ayudar a pensar cómo queremos vivir o sea ¿yo estoy realmente preparado para rendir cuentas? ¿Para presentarme ante Dios y decir aquí están los talentos que me diste, este es el fruto que les saqué?
¿QUÉ LE DIRÍA A DIOS EN ESE MOMENTO?
En mi caso concreto, mis padres -que son muy previsores- ya nos han comprado la tumba a todos -incluso a mis sobrinas- y, por lo tanto, me he podido ir y parar encima de mi tumba. Donde están mis abuelos, donde descansa mi madre y mirar y pensar cómo será el momento de mi muerte, yo voy a estar allá abajo, a unos metros.
Y me sirve para pensar qué le diría yo a Dios en ese momento y pienso que lo que le diría es: “Señor, dame un poquito más de tiempo, porque no alcancé a arreglar las cuentas con fulano, con perengano; tengo todavía deudas o deudores con los cuales ajustar mis cuentas.
Tengo que pedirle perdón a esta persona, tengo que agradecerle a un montón de personas por lo que han hecho por mí en la vida. Me gustaría decirle a este amigo mío lo que pienso, porque nunca se lo terminé de decir: el valor inmenso que le agregó a mi vida con su ejemplo, con sus palabras, con su compañía, con su estar siempre en las buenas y en las malas.
VIVIR AL DÍA
Tengo tanto que decirle a tanta gente, dame Señor un poquito más de tiempo, porque hasta para devolver cosas materiales, que me hubiese gustado devolver a tiempo: libros que me han prestado, lo que sea…”
Pienso que es algo que nos puede servir a todos: hacer ese ejercicio, porque tenemos que vivir al día; o sea, para qué voy a dejar para mañana lo que puedo hacer hoy.
Si le tengo que decir cosas importantes a amigos míos, cuanto antes mejor. Aprovechar el día al máximo, porque el tiempo es muy breve. La vida se pasa realmente muy rápido y no podemos esperar a que nos pasen cosas para ser felices.
ESTAR EN PAZ
Por eso, yo le pido a Jesús: “Jesús, ayudame a aprovechar el día y a ser inmensamente feliz hoy, porque no sé si voy a tener mañana. Y, si soy feliz, voy a hacer felices a otros, porque una persona feliz contagia felicidad; una persona infeliz, contagia infelicidad.
Necesito estar bien, estar en paz, estar alegre, estar lleno de esperanza, ser feliz. Tener hoy una vida lograda para que pueda rebalsar mi propio corazón y beneficiar a otros pero, sobretodo, a mí mismo. Porque vos querés que yo sea feliz Señor, querés que mi vida hoy sea muy bonita, que cada día sea mi último día”.
Vivir como si hoy fuera mi último día, porque la vida, efectivamente, es breve, la vida es corta. No podemos posponer la felicidad a cuando tengamos tiempo, cuando nos recibamos, a cuando tengamos nuestro primer sueldo, cuando tengamos a nuestro primer hijo, cuando nos jubilemos, en lo que sea…
PENSAR EN LOS DEMÁS
A veces vamos posponiendo la felicidad para momentos que todavía no han llegado y tengo que ser feliz hoy, inmensamente feliz hoy y para eso tengo que generar esos pensamientos positivos que son capaces de generar conductas positivas.
El Señor, todos los días, comenzaba el día haciendo oración, mirando la vida con los ojos de Dios, sacándose de encima todo lo que podríamos llamar carga negativa: ideas negativas, pensamientos negativos…
El Señor, al mirar con la mirada de Dios la vida (la vida de los demás), todo lo que le iba a pasar, pensaría en la gente con la cual se iba a encontrar, a quiénes iba a curar, a quiénes les podría aconsejar; pensaría soluciones, se le ocurrirían soluciones, ideas…
¿CÓMO PODEMOS AYUDAR A LOS DEMÁS?
Así como en sus días de trabajo pensaría: bueno, hoy voy a hacer especialmente este arreglo, porque a esta señora le va a encantar. Si voy y le arreglo el techo y deja de tener esa gotera que tanto la fastidia o le puedo hacer este cucharón súper original a esta persona para que disfrute mejor sus comidas o le puedo hacer una silla porque hace mucho que no se sienta, porque no tiene sillas en su casa y utiliza un tronco… ¡lo que sea!
Jesús, seguramente, pensaría en las mil cosas copadas, positivas, que podría hacer por toda esa gente con la cual se iba a cruzar.
Así tenemos que empezar el día nosotros, apenas nos despertamos, sumergirnos con la mirada de Dios para pensar en todas esas cosas lindas que podemos hacer por los demás y no dejar que se nos metan rencores, ideas negativas, broncas, pensamientos negativos que se van a traducir en conductas negativas necesariamente.
PENSAMIENTOS POSITIVOS
Esos pensamientos tóxicos tenemos que sacarlos. Miremos a Jesús en la Cruz: Jesús en la Cruz no está reprochándole a todos los que lo llevaron ahí diciendo: “pucha Pilato que es un cretino o Caifás o Herodes o toda esa gente que me está insultando…”
Podría haberse puesto a reprochar, a enojarse, llenarse de bronca, de rencor, de odio… Jesús está lleno de paz, incluso piensa bien:
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”,
(Lc 23, 34)
está siempre lleno de pensamientos positivos que generan acciones positivas.
Por eso, en esos momentos del día en que son tan importantes como es, apenas levantarnos, después de almuerzo, antes de acostarnos… hacer como hacía Jesús: pensar en toda la cantidad de cosas buenas que podemos hacer, que nos han pasado, que vamos a hacer, para que después nuestras acciones redunden en cosas positivas y, así, vivir como si fuese nuestro último día.
SANTA MÓNICA
Estamos festejando el día de santa Mónica, la madre de san Agustín, que dedicó su vida a cambiar la vida de su hijo. No paró, nunca se frenó ante la imposibilidad. Su hijo estaba en otra, estaba cada vez más lejos, cada vez peor, cada vez más lejos de Dios y santa Mónica no pone excusas, no se le ocurre pensar que era imposible.
Busca la grieta por dónde colarse en el corazón de su hijo, por dónde ayudar a que se cuele Dios. No se vendió jamás, nos da un ejemplo increíble de cómo la perseverancia, en la búsqueda del bien del otro, nos ayudará a alcanzarlo.
Jesús busca la oveja perdida hasta encontrarla, santa Mónica esto lo tenía clarísimo. Buscó a su hijo, buscó la salvación de su hijo, buscó lo mejor para su hijo: el Cielo. Buscó que se encontrara con Jesús hasta que lo consiguió. No paró hasta conseguirlo y, cuando lo consiguió, estaba preparada para irse al cielo, se murió al poco tiempo en el puerto de Ostia.
SAN AGUSTÍN
Es muy bonito, porque en la fiesta de santa Mónica es san Agustín quien viaja desde el norte de Italia, todos los años, a estar junto a su madre. Trasladan el féretro de san Agustín para que esté el día de santa Mónica junto al de su madre y tiene que salir en la noche zumbando para el norte porque al día siguiente es la fiesta de san Agustín.
Pero no es la madre la que va al hijo, es el hijo el que viene a la madre, a pesar de que el gran doctor de la Iglesia es san Agustín. Uno de los tesoros más grandes que poseemos en el cristianismo, nos lo ha regalado su madre con su perseverancia en la oración y, fundamentalmente, su perseverancia en ayudar a su hijo.
Porque buscó y buscó y no paró de buscar la manera en que su hijo conozca a Jesús. Pidámosle especialmente a santa Mónica que nos de esta perseverancia en el bien.