Icono del sitio Hablar con Jesús

SANTIDAD ESCONDIDA

santidad escondida

Hoy miércoles 21 de junio, leemos el siguiente Evangelio de san Mateo en la Misa de hoy:

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.

(Mt 6, 1-4)

Este primer párrafo me mueve a detectar, como un énfasis que Tú pones Señor, en la recompensa que va a seguir a nuestras acciones a fin lo que hacemos a nuestra vida.

LA RECOMPENSA

Parece que, para Ti, es muy importante que caigamos en la cuenta, que nuestras acciones, palabras, intenciones, van a ser evaluadas por Ti.
Y eso, van a tener o no, una recompensa.
Pues quizás, es una primera idea, que nos sirve a todos, porque efectivamente el catecismo enseña; que el Dios que se ha revelado, el Dios Verdadero, es remunerador.
Remunerador significa; que va a premiar o va a castigar, entonces al Señor, si le importa esto, y ¡Qué bueno que a nosotros también nos importe!
Que bueno que lo traigamos a la cabeza con frecuencia: – esto Dios me lo va a contar a favor para un premio, o no, – más bien todo lo contrario…
Nos sigues Tú diciendo, Jesús:

“Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.”

(Mt 6, 5-6)

¡Es la misma idea!, aquí hay un énfasis, tuyo, Jesús, en que yo y todos los que ahora estamos haciendo este rato de oración, tengamos presente que hay “una condición”, para recibir o no, esa recompensa Tuya.

QUE LO VEAS, TU, SEÑOR

Y tiene que ver, con cómo hacemos las cosas, en público o en privado. O sea, para que nos vea la gente, o para que lo veas Tu, Señor.
Por eso terminas el Evangelio, diciendo:

“Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.”

(Mt 6, 16-18)

Bueno, ¡Qué importante la presencia de Dios! ¡Saber que Tu, Señor, estás! Que Tú, porque estás, me ves. Que Tú, porque estás, me oyes, y sonríes, te pones contento.
Y ese contento, cuando hago las cosas como a Ti te gusta, pues ese contento lo vas a expresar cuando me muera, cuando me tengas que juzgar.
Bueno, y no necesariamente en ese momento solo, sino quizás en esta vida, tantas veces ya me recompensarás…
Aunque yo sé que no eres vengativo, eres “remunerador”, pero no vengativo. Tanto que, si yo hago algo mal, yo sé que Tú no me vas a mandar un rayo que me parta, esto no va a pasar nunca. O sea, ¡no te mueves por ira!
Siguiendo lo que san Josemaría nos ha enseñado, todos sabemos que los santos que aparecen en los altares y que son propuestos para la veneración de todos los fieles, son solo una pequeña parte del número de personas que están en el Cielo.
La inmensa mayoría de esas personas que están en el Cielo, pues han alcanzado la santidad.
Y esa muchedumbre, probablemente ha llegado al Cielo, sin que nadie se entere.
O sea, no han tenido un proceso en el que todo el mundo se ha informado, que están estudiando su causa de canonización.

UNA PERSONA SANTA

Y, no han tenido una ceremonia ahí en la Plaza de San Pedro, con el Papa y muchas personas, y periodistas. Nunca probablemente se pensó en abrir ese proceso.
Y en algunos casos, puede que ni quienes vivieron con ellos, se dieran cuenta claramente, de que tenían ahí una persona “santa”, tan cerca.
Como decía el mensaje de la llamada universal a la santidad, tiene mucho que ver con este Evangelio.
Porque nos presenta esta manera de vivir tan bonita, la de ser “santo a escondidas”, sin llamar la atención de las personas, sin que hagamos nada que sale de lo ordinario.


Tampoco obviamente, se trata de que nos solapemos, de que nos diluyamos, de que nos escondamos, y mucho menos de que cultivemos una mala fama, no.
Si una persona se hace conocer como impaciente, como egoísta, como engreído, bueno, por algo será que el río suena.
Pero, el mensaje es: “que se puede ser santo y pasar desapercibido”. De modo que la santidad la note tu Padre que ve en lo escondido, que la note Dios.
No hacemos las cosas para que lo vea la gente, es decir, no estamos representando un papel, no estamos pendientes de un público.

QUE TÚ ESTÉS CONTENTO, SEÑOR

En ese sentido no nos ayuda tanto, el que las redes sociales pongan el énfasis en los “likes” que recibimos en nuestras publicaciones.
Queremos que Tú, Señor, seas nuestro espectador, que Tú estés contento y Tú que ves en lo escondido, pues nos vas a recompensar, cuando te parezca que es lo oportuno.
Lucha secreta que solo Dios ve, y que pasa en el corazón de las personas, hay sacrificios silenciosos, hay alegrías en la intimidad de la oración, es una santidad maravillosa, de la que solo es testigo Dios.
Y a Dios eso le encanta, vamos a procurar tener esta rectitud de intención, miremos a la Virgen santísima, que vivió una vida ordinaria, escondida, y fue la más grande de todas las santas.
¡Esperemos a imitarla en esto también!

Salir de la versión móvil