JOB: UN HOMBRE JUSTO
Si a una persona se le cae un poquito de sal ¡cuidado! Eso quiere decir que tendrá que enfrentarse a una desgracia en el futuro inmediato. Mejor dicho,para decirlo rápido y claro, se cree que cuando derramamos sal, da mala suerte. Mito, superstición, agüero… Y si esto fuera verdad –que francamente no lo creo– a Job, al santo Job que es el personaje de este rato de oración, no es que se le caiga un poquito de sal, ni siquiera un salero… ¡es que le cae una volquetada sal! O sea, se le vino toda la sal del mundo encima. Job va de mal en peor.
Su pueblo se llama Uz. Dice la Escritura que “era un hombre íntegro, recto, temeroso de Dios, alejado del mal. Dios le había dado diez hijos, siete hombres y tres mujeres. Tenía grandes posesiones: [tenía algo así como] siete mil cabezas de ganado menor, tres mil camellos, quinientasyuntas de bueyes, quinientas asnas y un gran número de siervos”. (Job 1, 1-3). Pues era un hombre potentado, de esos que tienen plata pero ventiada.
Y cuenta la Escritura, cuenta el libro de Job en el primer capítulo, que el mismísimo enemigo –Satanás– le dice a Dios: “Extiende tu mano, daña sus bienes y ya verás Job cómo te maldice”. (Job 1, 11). Y entonces, Dios, le dice: No. Job no es así. “No hay un hombre como él en la tierra, justo, honrado, temeroso de Dios, vive apartado del mal” (Job 1, 9). Entonces, Satanás le dice: Pues déjame, yo lo maltrato. Déjame, yo lo pongo a prueba. Y el Señor le dice: “Haz lo que quieras con sus cosas, pero a él no lo toques”. (Job 1, 12).
JOB SANTO POR VOLUNTAD PROPIA
Pues empieza a caerle la sal encima, porque de un momento a otro llega un mensajero y le dice que habían caído sobre sus bueyes y burras unos sabeos que habían apuñalado a los mozos y se habían llevado el ganado. Qué pesar, qué tristeza. No ha terminado de contarle un mensajero esto cuando llega otro y le dice: Oye, un rayo del cielo ha quemado y consumido a todas las ovejas. Luego, “no había acabado de hablar este cuando llegó otro con esta noticia:
Una bandada de caldeos divididos en tres grupos se ha echado sobre los camellos y se los han llevado.” (Job 1, 17). Pues tenían que ser bastantes, porque eran muchos camellos –eran tres mil camellos.“No había acabado este de hablar cuando llega otro y le dice: Estaban tus hijos y tus hijas comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor, cuando un huracán cruzó el desierto y embistió por los cuatro costados la casa, que se derrumbó sobre los jóvenes y los mató”. (Job 1, 18-19).
¡Hágame el favor! Por eso te digo, no es que se le haya caído un poquito de sal, es que le cayó la volquetada entera.
¿Y cómo responde Job? “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó. Bendito sea el nombre del Señor”. (Job 1, 21). Jesús, Job termina bendiciendo tu nombre, bendiciendo el nombre de Dios.
DIOS ME LO DIÓ Y DIOS ME LO QUITO, BENDITO SEA EL SEÑOR
Después tiene una prueba más; no obstante haya superado esta prueba, le siguen poniendo pruebas. Por ejemplo, le dan unas úlceras. “Hirió a Job con una úlcera maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla. Se rascaba con un trozo de teja, sentado entre cenizas. Su propia mujer le decía:¿Todavía te mantienes firme en tu integridad? Maldice a Dios y muérete. Y Job le repondía: Hablas como las más necia de las mujeres. Si aceptamos de Dios los bienes ¿cómo no vamos a aceptar también los males?” (Job 2, 7-10).
Aquí hay dos frases ya poderosas de Job. “Desnudo salió el vientre de mi madre y desnudo volveré. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó”. Y aquí: “Si aceptamos bienes, ¿cómo no vamos a aceptar males?”.
Luego vienen tres amigos, esos tres amigos que supuestamente le hablan con cordura, con claridad, pero son antagonistas. Job los va escuchando y va respondiendo con su sabiduría. Hay diez discursos de Job en respuesta a estos tres jóvenes que lo están poniendo realmente a prueba. Y siempre Jesús invoca el nombre de Yahvé, siempre invoca el nombre de Dios.
RELACIÓN DE UN SANTO PERMANENTE CON DIOS
Esta es la primera cosa puntual que saco de esta historia de Job, que es el personaje que aparece en la primera lectura de la misa de hoy. La relación del hombre con Dios es la enseñanza más clara de este pasaje. A pesar de todas esas maldiciones –por decirlo rápido-, Job está en relación permanente con Dios: habla con Dios, se dirige a Dios.
También para lamentarse. Job se lamenta; no es que todo el tiempo diga: Ay, sí, pobre de mí, pues me tocará esperar. ¡No! Se lamenta e implora a Dios. Se queja intensamente de su dolor físico; expresa desconsuelo, perplejidad. En algún momento va a decir: “No tengo paz ni sosiego, no descanso” (Job 3, 26). ¿Quién me diera que Dios me escuchara? Jesús, qué prueba pasa Job. ¡Qué cosa tan dura!¿Cuánta gente reza así en este mundo? Una oración desesperada y al parecer Dios no los escucha.
El otro día estuve en una clínica atendiendo a dos personas, a dos señoras de dos familias diferentes. Cuando llegó una de ellas, me dice la hija y la nieta: Oiga Padre, regañe a mi mamá, que el otro día fíjese lo que dijo: que ella quería ya descansar y que ella se quería ir; que ella le estaba pidiendo a Dios que se la llevara. Entonces yo las miré y les dije: Pues si ella le está diciendo así a Dios, déjela. Ella está rezando; ya que Dios le haga caso o no es otra cosa.
Pero si esa es su oración –en medio de la enfermedad, en medio de la desesperación, esa es su oración– pues déjela que rece así. Ustedes vienen a regañarla porque no quieren eso para ella, pero ustedes respétenle esa oración. Yo pienso, Señor, que uno tiene que respetar la oración de las personas. Y Tú la respetas, Tú eres el primero que las respeta. Tú eres el primero que dice: Si este hijo mío, esta hija mía, está desesperada, ¿cómo va a rezar?
Hace pocas semanas estuvo el Prelado del Opus Dei aquí en Colombia y me cuenta una familia que fueron a saludarlo y que los recibió. El esposo de esta familia no estaba porque estaba enfermo, en quimioterapia y en citas médicas.
EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO
Cuando le contaron esto al Prelado de la Obra, los miró con dolor, como contrariado mejor dicho; como triste, como “qué pesar que no esté aquí entre nosotros, qué pesar que esté enfermo”. Jesús, muchas veces los sacerdotes respondemos apresuradamente y no nos hacemos cargo del dolor de las personas. Muchas veces simplemente decimos: Pues encomiende; espere, confíe, rece. ¡No! ¡Un momentico! La situación es dura.La vida es dura.
En el sufrimiento hay algo muy misterioso: ¿Cómo explicar el sentido del sufrimiento de un inocente? ¿Cómo entender la justicia de Dios, y la justicia del hombre en Dios también, que permite el dolor y la desgracia del inocente?Eso siempre va a ser un misterio. Y si uno lee enterito el libro de Job, quizá la respuesta a ese misterio no la va a sacar. Es un misterio. Y siempre se va a mantener como un misterio.
Otra cosa que aparece en el libro de Job y que creo que es importante, es que Dios pone a prueba la integridad de los santos, de los justos. Si el Señor consiente en probar a Job con el sufrimiento, lo hace para demostrar su fidelidad. Va a decir: ¡Sí! Mírelo, es fiel, ha sido fiel, se ha mantenido firme.
SANTO EN LAS BUENAS Y EN LAS MALAS
Hace poco celebramos al Padre Pío y los sacerdotes leímos en la liturgia de las horas una de sus cartas. Y en un pedacito de esa carta dice: “El alma, si quiere reinar con Cristo en la gloria eterna, ha de ser pulida con golpes de martillo y cincel, que el Artífice divino usa para preparar las piedras, es decir, las almas elegidas.
¿Cuáles son estos golpes de martillo y de cincel? Hermana mía, las oscuridades, los miedos, las tentaciones, las tristezas del espíritu y los miedos espirituales, que tienen un cierto olor a enfermedad y las molestias del cuerpo”. (Ex Litteris sancti Pio de Pietrelcina presbýteri (Editio1994: II, 87-90, n. 8).
Jesús, son pruebas. Yo sí te voy a pedir en este momento, si Tú quieres que yo pase por una prueba dura, difícil, pues que me sostengas, que me ayudes a ser fiel. Yo sí quiero serte fiel en las pruebas, en el dolor, en la enfermedad; y si Tú permites que yo pase por eso, pues por algo será. Será para, una vez más, certificar tu justicia y tu bien.
Pero el sufrimiento solamente lo vamos a entender un poquito más cuando miramos a Jesús. “Si el grano de trigo no muere al caer en tierra, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto”. El sufrimiento de Cristo fue impresionante. Lo de Job al lado tuyo Jesús no fue nada –nada de nada. En cambio, la Pasión… Allí sí que se descubre el sentido del sufrimiento. ¿Por qué? Porque se descubre desd
e el Amor. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito. La cruz es el misterio del Amor de Dios. Señor, ¿será que yo puedo decir eso de mis pruebas, de mi cruz, de mi enfermedad, de mi dolor? Señor, esto es una prueba de mi amor y de tu amor también. Del Amor de Dios hacia nosotros. Ahí está el misterio. No es tan sencillo.
EL FIN DE UN SANTO ES SIEMPRE LA FELICIDAD
Bueno, si me permite, Señor, una última intervención. La historia de Job termina bien. Pero en aquellas personas que no termina a los ojos humanos o que termina mal o requete mal o de mal en peor, o que siguen cayendo volquetados de sal. ¡Qué misterio! Porque al final de la historia de Job, dice que “el Señor bendijo a Job con una nueva condición, mejor que la primera: llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos,mil yuntas de bueyes y milaznos; y tuvo siete hijos y tres hijas”. (Job 42, 12-13)
Te voy a sugerir -búscalo aquí Spotify– un podcast que se llama Totalmente, donde aparecen varias historias de personajes. Y hay una historia que es de Chiara Corbella. Yo ya lo había leído, pero esta vez la escuché en este podcast y es impresionante.
Acudimos a nuestra Madre bendita. Ella quiso estar al pie de la cruz. “Una espada atravesará tu alma”. (Lc 2, 35). A la Virgen no le fue ahorrado el dolor, el sufrimiento, la angustia.
Termino con estas palabras de san Josemaría del libro Viacrucis. Vale la pena escucharlas bien y meditarlas y que nos las quedemos en el corazón, porque María también nos ayuda a entender el misterio del dolor y de la enfermedad.
“¡Oh, vosotros, cuántos pasáis por el camino: mirad y ved si hay dolor, comparado a mi dolor!
Pero nadie se da cuenta, nadie se fija; solo Jesús.
Se ha cumplido la profecía de Simeón: “una espada traspasará tu alma.
En la oscura soledad de la Pasión, nuestra Señora ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad; un sí a la voluntad divina.
De la mano de María, tú y yo queremos también consolar a Jesús, aceptando siempre y en todo la Voluntad de su Padre, de nuestro Padre.
Sólo así gustaremos de la dulzura de la Cruz de Cristo, y la abrazaremos con la fuerza del amor, llevándola en triunfo por todos los caminos de la tierra”.
(San Josemaría, Viacrucis, IV estación).