Dice el Evangelio de hoy:
«El Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Ustedes nunca han escuchado su voz ni han visto su rostro y su palabra no permanece en ustedes porque no creen al que Él envió»
(Jn 5, 37-38).
Les dice, en este caso, a los fariseos: “Ustedes examinan las Escrituras porque, en ellas, piensan encontrar la vida eterna, pero ellas dan testimonio de mí y, sin embargo, ustedes no quieren venir a mí para tener la vida.
Jesucristo quiere que creamos en Él, nos enseña por varias vías que la conversión no es a un sistema filosófico o a cumplir unas reglas o a vivir un estilo de vida, es tratar a una persona; es descubrir a una persona.
Descubrimos a esa persona en Él, es al mismísimo Jesucristo.
“Señor Jesús, te queremos pedir en este rato de oración, que te aprendamos a tratar más, que te aprendamos a tratar como persona, que hablemos contigo.
Que estos ratos de oración se constituyan en momentos de conectarnos contigo, de no perdernos, porque hay muchos caminos en la vida”.
A veces nos podemos ir distanciando, justamente por buscar o quedar bien con el mundo o buscar el propio placer o las cosas que nos reportan satisfacciones inmediatas, pero realmente lo único que nos puede traer esta paz y esta alegría es el conocimiento de Jesús, porque esa es la forma más directa que tenemos de conocer a Dios.
A Dios Padre nadie lo ha visto jamás, solo lo ha visto Jesús y a quienes aquellos que el mismo Jesús ha querido revelarles.
ENCONTRAR A CRISTO EN NUESTRO INTERIOR
Dice una poesía:
“Si bagaces errabundo queriendo acercarte a mí,
no mires por todo el mundo para hallarme en un segundo,
búscame dentro de ti, en tu alma en que me asiento,
en donde está mi mirada y yo la recorro atento
y llamo fuerte si siento que una puerta está cerrada”.
Jesucristo nos llama a que le encontremos en nuestro interior, a ese diálogo con Él. Cerrar los ojos de fuera y centrarlos en el interior de cada uno de nosotros.
Eso es lo que les ha pasado a los grandes santos que han tenido conversiones. No es como una cuestión externa, sino es que encuentran a Jesús dentro de uno mismo.
Eso le pasó a Saulo de Tarso que perseguía a los cristianos en el primer siglo después de Cristo y un día, mientras iba camino a Damasco para perseguir más cristianos, una luz del cielo le cegó y oyó la voz de Dios dentro de sí.
Era Jesucristo diciéndole:
«Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” y Saulo se quedó atónito y preguntó quién hablaba»
(Hch 9, 4-5).
Jesús le dijo que era Él y le ordenó que fuera a la ciudad y que esperara instrucciones… conoces la historia, porque después de ese encuentro Saulo se queda ciego y necesitó la ayuda de los demás para llegar a Damasco.
CONVERSIÓN DE SAULO
A partir de ese momento, Saulo se convirtió en un seguidor de Jesús y cambió su nombre por Pablo y se convirtió en uno de los más grandes apóstoles que escribió gran parte del Nuevo Testamento.
La conversión de Pablo es un poderoso ejemplo de cómo Dios puede cambiar un corazón, pero desde dentro.
Cambia la vida de la gente en un instante, con solo una experiencia sobrenatural. Saulo pasa de ser un perseguidor de cristianos a un apóstol de Cristo y su historia muestra que ninguna persona está fuera del alcance del amor y de la gracia de Dios.
Déjate tocar por el Señor, déjate cambiar la vida. Empieza a tratarle a Él, no busques cosas externas, busca a Jesucristo en tu interior, en ese diálogo con Él.
Después de haber leído el Evangelio, después de ver cómo reacciona cuando trata a la samaritana o cómo trata a Nicodemo (una pecadora, otro fariseo), cómo trata a sus apóstoles, a los que le están muy cercanos y a los que tal vez se van a portar un poco mal como Judas, a todos Jesucristo les trata y les hace sus amigos.
Esa naturalidad de trato es lo que tenemos que también nosotros buscar.
SER AMIGOS DEL SEÑOR
“Señor, queremos seguir este camino cuaresmal (ahora que estamos justo en la mitad de la Cuaresma) para conocerte y tratarte desde nuestro interior. Ayúdanos a tener esa fuerza de Saulo de, una vez reconocido, te empieza a buscar y deja todas las cosas solo por estar cerca de Ti.
Queremos estar cerca como han estado los grandes santos, como han estado los cristianos a lo largo de los siglos que, de repente, tienen un momento de conversión”.
Como lo tuvo, por ejemplo, también santa Teresa de Jesús. Ella había sido monja, se había decidido a seguir a Cristo a través de ese estado religioso, pero tiene una conversión adicional y ya cuando es madura, cuando es una mujer que ya está entrando a los años, se da cuenta de que no ha estado siguiendo a Jesucristo de una forma completa, sino que por afuera; no había conocido todavía a Jesús.
Tal vez nos esté pasando esto a ti y a mí, de que nos hace falta profundizar en ese trato con el Señor para ser todavía más amigos de Él, para dejar que nos transforme igual que a Saulo, igual que a santa Teresa, igual que a todos los santos.
Una cosa que creo que es muy bonita para todos, es que el Señor permite unas conversiones constantes; o sea, nosotros podemos darnos cuenta de que tenemos que ir mejorando a lo largo de nuestra vida.
Hay momentos que tenemos luces, especialmente cuando le tratamos a Él en nuestro interior.
Eso es verle a los ojos, por así decir, con los ojos del alma le vemos y nos damos cuenta de que tenemos que cambiar en algo, de que tenemos que dejar algo que tal vez nos aleja de Él, porque es fijarnos demasiado en nosotros.
DIOS ESTÁ CON NOSOTROS
Cuántos dolores podríamos evitar si tuviéramos una vida más cercana al Señor, si tuviéramos esa habilidad de transformar las cosas que nos pasan en actos buenos para Dios y así le ofrecemos algo que tal vez nos cuesta.
Tal vez no le damos tanta importancia a otro evento que antes nos hubiera molestado mucho o nos hubiera sacado de nuestras casillas…
Pues no le damos tanta importancia, ¿por qué? Porque Dios está con nosotros, vemos con los ojos de Dios, como lo hacía Tomás Moro, que tal vez las cosas eran muy graves, las que estaba viviendo y, sin embargo, les quitaba un poco de hierro y les enseñaba también a los suyos a tener esa visión sobrenatural.
“Señor Jesús, que has tocado las almas de tantos cristianos a lo largo de toda la historia de la humanidad, especialmente desde tu venida, danos esa fuerza, a los que estamos haciendo este rato de oración:
Para tener esa valentía de querer cambiar, de querer seguir tu camino, de querer buscar tu trato en el interior de cada uno, para escuchar tu voz, para vibrar, para darle ese nuevo horizonte a todos nuestros actos.
Que tenga realmente ese fin que no termina en buscar nuestra propia satisfacción, sino encontrarte a Ti Señor, en darte todo lo que tenemos, en convertir nuestra vida para dar testimonio de tu amor, testimonio de tu bondad”.
SER MEJORES CRISTIANOS
Es realmente impresionante cómo cantidad de personas, a lo largo de la historia de la humanidad, han tenido esa misma convicción profunda y eso es lo que queremos buscar nosotros también.
“Tener esa seguridad interna de que Tú estás cerca, de que Tú te gozas con cada uno de nuestros esfuerzos, en nuestras luchas. Que te agrada que nos esforcemos por tratar bien a los demás.
A veces, no pensar tanto en nosotros sino en las personas que más lo necesitan o a las personas que están a nuestro alrededor”.
No podemos terminar este rato de oración sin acudir a nuestra Madre la Virgen, ella que estas cosas vivió tanto porque tenía ese trato continuado con su Hijo.
¿Queremos ser mejores cristianos? Tratemos más a la Virgen, para que ella nos enseñe a tratar mejor a Jesús, que tengamos ese diálogo interno con Él en nuestro corazón.
Porque de esa forma iremos cambiando nuestra vida, iremos haciendo que todas las cosas que hacemos tengan esa visión sobrenatural.
Escuchar la voz, ver el rostro de Cristo en nuestro interior, como nos dice el Evangelio de hoy.
Señora, a Ti acudimos para que nos enseñes a descubrir el rostro de tu Hijo en todas las cosas que hacemos.