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SE ABRIO EL CIELO Y ESCUCHÓ LA VOZ DE DIOS

El santo se hace

Se termina el tiempo de Navidad y vemos a Juan Bautista en problemas. Sí, Juan el Bautista está en problemas, porque Jesús quiere ser bautizado. Nos cuenta san Mateo (hoy la liturgia recoge el Evangelio de san Lucas) que san Juan Bautista ponía resistencia.

“Entonces vino Jesús al Jordán desde Galilea para ser bautizado por Juan, pero este se resistía diciendo: -Soy yo quien necesita ser bautizado por Ti. ¿Y vienes Tú a mí? Jesús le respondió: -Déjame ahora, así es como debemos cumplir nosotros toda justicia”

(Mt 3, 13-15).

Señor y Tú dices que se trata de algo de justicia. Evidentemente es una justicia diversa. Para Dios, no es justo que el hombre no conozca la salvación. Por eso, Dios envía a su Hijo para que entre en el dinamismo de la vida humana y viva desde dentro la justicia que se debe cumplir.

El hombre, tú y yo, ahora que estamos haciendo este ratico de oración, debe volver a vivir según el plan de Dios, eso es la justicia: vivir como hijos de Dios, como amados, como hijos amados y queridos.

Por eso vemos hoy a Jesús haciendo la fila de los pecadores para ser bautizado, eso no es justo porque Jesús no es pecador. Pero Señor, tu justicia es diversa, la justicia de tu Padre es diversa.

¡Qué momento! ¿Cómo sería la oración de Jesús en ese momento? El silencio interior, allí ya tocando el agua… La justicia es que el hombre sea salvado por el amor de Dios Padre.

No es justo que el hombre no conozca la grandeza a la que ha sido llamado. Es necesario ese bajamiento, esa kenosis de Jesús allí, ese anonadamiento, esa pequeñez; Jesús se hace pequeño y se hace pecado. Toma sobre sí todos nuestros pecados sin ser pecador, pero se hace pecado y hace la fila de los pecadores.

LA BELLEZA DEL BAUTISMO

Señor, que hoy nosotros reconozcamos la belleza del bautismo, del bautismo con el que fuimos bautizados y con el que serán bautizados todos los pequeñitos. Tú podrás pensar en tus sobrinos, en tus hijos, en tus primitos o en tus nietos y reconocer allí la belleza.

¿Por qué quiso bautizarse Jesús si es santo? Y se hace bautizar, no para santificarse con el agua, sino para santificar el agua y para purificar esa corriente con su propia purificación, con su Cuerpo. Para eso ha querido venir Jesús y hacer la fila allí.

Señor, que hoy reconozcamos nuestra identidad. Lo que somos delante de Ti. Somos hijos; cada uno de nosotros es hijo de Dios, delante de Jesús, somos hijos amados. Esto es algo muy grande. Esto lo conocemos en la plenitud de la justicia.

¿Y cuál la justicia de Dios? El amor. Y atención, porque a continuación se va a abrir el cielo. Va a bajar el Espíritu Santo y se va a escuchar la voz de Dios. No podemos pasar por alto esto, leer el evangelio y sin más: Ah, ve, ya, el bautismo de Jesús en el Jordán… No, no.

Nos cuenta san Lucas en el Evangelio de hoy, ciclo C:

“Y sucedió que cuando todo el pueblo era bautizado, también Jesús fue bautizado; y, mientras oraba, se abrieron los cielos, bajó el Espíritu Santo sobre él con apariencia corporal semejante a una paloma y vino una voz del cielo: -Tú eres mi Hijo, el amado; en Ti me complazco”

(Lc 3, 21- 22).

Reconocemos la voz del Padre: mi Hijo amado, Tú eres mi Hijo amado, el amado; en Ti me complazco.

Dios (Dios Padre en esta ocasión) rompe su silencio y no fue con un ruido, sino con palabras que señalaban a un hombre, ese hombre era su Hijo. Y Jesús, que está haciendo la fila, ¿a quién representaba? A todo el pueblo, a todos los hombres, a ti y a mí. Ahí estamos todos los hombres haciendo fila.

EN CRISTO ESTA LA SALVACIÓN

A los hombres que después seriamos bautizados a lo largo de los siglos. Así quiso el Padre, que todos los ojos de nosotros -los hombres, criaturas miserables, pecadores-, fijaremos los ojos en Cristo.

En Él está la salvación del mundo, no hay otra salvación, sólo Cristo importa. “Jesús, pero qué lejos está nuestra manera de ver la justicia.” ¿Qué debe hacer alguien que ha cometido una injusticia en este mundo? Que pague, será castigado… Dios, en cambio, ¿qué hace? Nos salva.

La justicia para Dios es que reconozcamos la belleza que hemos perdido con el pecado y recuperemos esa belleza. La conversión verdadera es que en cada hombre se identifique que hay un hijo de Dios.

Aquí hay un hijo de Dios, yo soy hijo de Dios, esa es mi belleza, es mi dignidad y soy amado. Una persona que es amada se le nota a la legua, de lejos. Una mujer que es amada se ve en cómo elige, en su comportamiento, en cómo habla, al moverse…

Un niño pequeño que es amado se le nota. Quien es amado parte de algo que posee, una posesión que nadie le puede quitar, una identidad que nadie le pueda arrebatar. Tiene la complacencia de otra persona, que es quien lo ama.

Una persona que experimenta ser amada tiene una postura muy diferente ante la vida: yo soy amado, eso me da una seguridad muy grande delante de la vida, delante de las circunstancias de este mundo.

DIOS NOS AMA

Saber que yo existo porque alguien me ama, porque alguien es feliz de que yo exista y porque quiere todo el bien para mí, quiere toda la felicidad para mí. ¿En dónde está esa felicidad? En saberme amado, en saberme hijo amado.

Señor, gracias por permitirnos conocer este gran misterio de amor, de misericordia. Hoy celebrando tu bautismo, vivir del amor tuyo, del amor de otra persona, del amor de Dios, que me ama y eso hace que me convierta.

Señor, que me convierta en tu bautismo. La conversión del amor de Dios. Jesús está allí y representa al pueblo y ¿cómo responde? Como un hijo que se sabe amado por su Padre, que lo ama infinitamente.

Jesús va a mostrar con sus acciones una gratitud ante ese amor del Padre. Por eso, le dice rápidamente a san Juan:

«Déjame ahora, así es como debemos cumplir nosotros toda justicia»

y es bautizado, porque quiere que fijemos en Él la mirada y que lo reconozcamos como ese Hijo amado. Se abre el cielo y se escucha esa voz: -Tú eres mi hijo, el amado en ti me complazco. Tú eres mi hijo. Tú eres el amado, en Ti me complazco, en Ti pongo todas mis complacencias.

Señor, gracias, la realidad de ser hijos de Dios es la base de la llamada que me haces a la santidad. Ahí está la base, el piso, el fundamento, soy hijo tuyo. Gracias Señor y me cuelo también en esa fila para ser bautizado por Ti, recibir el Espíritu Santo y escuchar esa voz de mi Padre que me dice: tú eres mi hijo.

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