ESCUCHA LA MEDITACIÓN

“SEGURIDAD TOTAL”

Jesús nos garantiza que Dios Padre siempre nos escucha. La cuestión es saber pedir y perseverar en ello.

El texto del Evangelio de la Misa de hoy, ¡es precioso!, está tomado de san Mateo, el capítulo séptimo, lo voy a leer de una vez y luego procuraremos hacer un ratito de oración con estas palabras de Jesús:

“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; quien busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Si alguno de vosotros le pide su hijo pan le dará una piedra; ¿o si le pide un pez, le dará una serpiente? Pues, si vosotros, aun siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!
«Asi pues, todo lo que deseáis que los demás hagan con vosotros, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.”

(Mt 7, 7-12)

Este es un texto que nos llena de consuelo, esta seguridad divina en que Dios siempre nos escucha, ¡siempre!
Es el enemigo, el demonio, quien nos quiere engañar haciéndonos pensar, de que Dios está distraído, sordo o que simplemente no le interesan nuestras cosas.

NO SABEMOS PEDIR

No logramos imaginar, ni siquiera de lejos, ¡cuánta atención pone Dios a lo que nos pasa!
Si lo supiéramos, nos moriríamos, -por así decir-, de asombro, todo un Dios infinitamente sabio, bueno, omnipotente, que es un Padre que se desvive absolutamente por sus hijos.

Seguridad total, rezar, orar, oracion,
Y se desvive precisamente, en esa entrega de Cristo en la cruz y en la Eucaristía.
Está atento a lo que nos pase a cada uno de nosotros, el problema está en que a veces o no sabemos pedir o no sabemos esperar.
Jesús nos invita a pedir con confianza:

“Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá.”

Pero alguno de ustedes podría decirme: -Pero, yo le he pedido, le he pedido a Dios que me sane de esta enfermedad o que sane este hijo, o a esta hija o este padre o esta madre o este amigo…
He pedido porque este asunto económico se resuelva de una vez por todas o esta dificultad que tengo en mi lugar de trabajo…
Pedimos y resulta que pasan los días, las semanas e incluso los años, y no lo conseguimos.
Entonces ahí es donde entra la fe. Primero, de saber que siempre el Señor nos escucha.

SOMOS IMPERFECTOS

Entonces en ese momento le dices: ¡Dios mío! Ese Dios mío sencillísimo, que ahora yo mismo también pronuncio, llega hasta lo más íntimo del corazón de Dios. No se queda ahí atrapado en las nubes, sino que llega.
¿Por qué, porque somos buenos, porque tenemos muchos méritos, porque somos personas impecables?
¡No! Somos normales, imperfectos, con miserias, con debilidades, con defectos, con errores. ¡Porque Dios es bueno, esa es la razón!
Porque es misericordioso, pero no es una misericordia parcial o intermitente, sino que es un Dios infinitamente bueno, infinitamente misericordioso.
Por lo tanto, cada oración que elevamos al Señor, el Señor la acoge. El punto está entonces, por una parte, saber que Dios siempre no se escucha, y el otro; es saber qué pedir.
En esto, la liturgia nos da una pista muy interesante, si ustedes, por ejemplo, se fijan en la Plegaria Eucarística, la parte central de la Eucaristía.
La parte donde se celebra precisamente la consagración del pan y del vino, para que pasen a ser el cuerpo y la sangre de Cristo, todo Cristo en cada una de las especies consagradas.
¿En la Plegaria Eucarística, que se pide? Por ejemplo, en la Plegaria Eucarística primera o también llamado Canon Romano, se pide: “siete veces, la vida eterna”, la salvación.
Aquí, la Liturgia nos enseña, como maestra, a jerarquizar nuestro corazón, ¿Qué pedimos a Dios?

BUSQUEMOS AMAR A DIOS

Ojalá que tú y yo, todos los cristianos, siguiendo las enseñanzas de Jesucristo:

“No temáis a quienes puedan matar el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a quien pueda echar vuestra alma y cuerpo en la gehenna.”

(Mt 10, 28)

Bueno, entonces, Jesús te dice: -Sí es un tema tu enfermedad, es un tema ese problema económico, es un tema ese hijo que está quizá por mal camino…
Pero, son cosas conducibles al bien último, y por eso es que san Pablo en la carta de los romanos, dirá:

“Todo es para bien de los que aman a Dios”

(Rom 8, 28)

En latín: “omnia cooperantur in bonum iis qui diligunt Deum”, para los que aman a Dios, para los que buscan amar a Dios: “Todo es conducible a ese amor”.
O sea, que tú puedes amar mucho a Dios en una dificultad, y puedes, entre comillas, avanzar mucho en tu camino de salvación, -el propio y el de tu familia-, a través de esa dificultad.

¡DIOS SIEMPRE NOS ESCUCHA!

Entonces, cuando Jesús nos da estas garantías potentísimas, de que Dios nos escucha: “Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá.”
Muy probablemente lo que el Señor está pensando en su corazón, al darnos esta seguridad, está confianza, -por así decir-, en que ¡Dios siempre nos escucha!

seguridad total, rezar, orar, oracion
Está pensando, en que le pedimos el aumento de la fe, la esperanza y la caridad, que son las tres virtudes teologales.
Lo demás, puede ser o no ser, es relativo, en cambio, pedir:

“Señor, auméntame la fe, para que confíe verdaderamente en ti, aumenta la esperanza de saber que siempre hay una gracia que me asiste, me sostiene, me fortalece, para enfrentar todo en la vida, el amor que está destinado a crecer cada día un poquito más, para llegar a esa santidad, que el Señor espera de cada uno de nosotros, auméntame la fe, auméntame la esperanza y auméntame la caridad, es una oración que Dios no puede, sino escuchar y hacer eficaz.”

Por eso, es que estas palabras del Evangelio de hoy, tenemos que pedirle como buenos hijos: “Señor, que te sepa querer, que sepa ser hijo tuyo, que sepa vivir en la alegría de tu amor, en la alegría inmensa de saber que tu amor no puede fallar.” Nosotros sí que fallamos, nosotros nos equivocamos, pero ¡el amor de Dios no falla, no puede fallar!
También esta es una invitación a confiar plenamente, y que, aunque pase tiempo y aunque esa petición se dilate en el tiempo, hemos de continuar pidiendo hasta conseguir.

NO TE DESANIMES

No te desalientes, no te desanimes, acuérdate de santa Mónica, por ejemplo, una mujer que pidió durante quizás más de 17 años por la conversión de su hijo.
¡Y lo consiguió, y de qué manera! Uno de los santos más grandes de la historia de la iglesia: San Agustín de Hipona.
Entonces, sigamos el ejemplo de los santos: ¡Que saben pedir y saben perseverar en la oración! Esas dos dimensiones, saber qué pedimos y ser constantes en ella.
Y una vez que las hayas recibido saber agradecer. Porque el Señor nos llena de sus dones y a veces quizá no lo sabemos reconocer.
Un corazón agradecido por lo que ha recibido, es un corazón que se dispone a recibir más.
En cambio, un corazón ingrato que recibe y no reconoce… como que Dios, de alguna manera, no quiere que caigamos en el pecado de la ingratitud, entonces deja de favorecernos todo lo que quisiera.
¡Que seamos agradecidos por todo lo que Dios nos da! Sobre todo, el don inmenso de la fe, la esperanza y la caridad.


Citas Utilizadas

Est 4, 17

Sal 137

Mt 7, 7-12

Reflexiones

Ayúdanos Señor, a saber, qué pedir, y a ser siempre agradecidos.

Predicado por:

P. Daniel

¿TE GUSTARÍA RECIBIR NUESTRAS MEDITACIONES?

¡Suscríbete a nuestros canales!

¿QUÉ OPINAS SOBRE LA MEDITACIÓN?

Déjanos un comentario!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

La moderación de comentarios está activada. Su comentario podría tardar cierto tiempo en aparecer.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.


COMENTARIOS

Regresar al Blog
Únete
¿Quiéres Ayudar?¿Quiéres Ayudar?