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P. Federico

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ESCUCHA LA MEDITACIÓN

EMBOTADOS LOS SENTIDOS, EMBOTADO EL CORAZÓN

Jesús, que no quiera saciar mi corazón con el simple recreo de los sentidos. No sea que me quieras decir algo y no te escuche o no te entienda por estar tan ocupado en satisfacerme a mí mismo.

Subimos a la barca con Jesús, porque no queremos separarnos de Él. Es más, no queremos perdernos ni una sola de sus palabras… Subimos, nos vamos y al principio no es que haya mucha conversación (son como esos silencios normales entre un grupo de amigos). Cada uno entretiene sus propios pensamientos.

La verdad es que más que ganas de hablar;  tenemos hambre… Y es que entre el ir y venir, no ha habido tiempo ni para comer… Empezamos a ojear lo que hemos traído, para ver si es que hay algo que podemos agarrar…

Pero, error tremendo, sólo hay un pan y somos muchos y qué vergüenza si estiro la mano y me lo como yo… “Nadie se atreve”.  Y digo nadie porque no soy el único que está pensando en esto; los demás andan en las mismas…

Alguien empieza a preguntar que “quién era el encargado de comprar el pan”… y todos se hacen los locos…

«Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca»

Jesús les hacía esta recomendación:

«Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan.

Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? ¿Ustedes tienen el corazón embotado?

Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen…”»

(Mc 8, 14-18).

Ahora sí que me he llenado de vergüenza… Yo pensando en pan y Jesús queriendo hablarme de cosas más importantes. No soy capaz de aguantar un poco de “molestia”, de negarme ese gusto, esa gana…

Y tan metido lo he tenido en mi cabeza, que cuando habla de levadura yo sólo pienso en el pan que puede llenar mi estómago. He sentido en mi interior como dirigidas a mí las palabras que le dijiste, Jesús, a Pedro en otra ocasión:

«No sientes las cosas de Dios sino las de los hombres»

(1Cor 2, 11-16).

Curémonos de esa campaña, de ese ambiente, de esas ideas que intentan decirnos cómo vivir, que intentan convencernos que hay que huir del dolor, que intentan hacernos egoístas y flojos: esclavos de la ley del gusto. La verdad es que

«No entienden las cosas de Dios sino las de los hombres».

Para seguir a Dios. “hay que aprender a sentir tus cosas.”

SABIDURÍA

sentidos

Leía hace poco:

“La sabiduría no tiene precio: todos la querrían para sí. Es un saber que no tiene que ver con las letras, sino con el sabor, con la capacidad de percibir cómo sabe el bien. Lo expresa de modo certero el término “sapientia” (que es en latín) su significado original, “sapientia”, denota buen gusto, buen olfato.

El sabio tiene un paladar para saborear lo bueno. Da nobis recta sapere, le pedimos a Dios, con una antigua oración: haz que saboreemos lo bueno.”

Pues hay que pedirle esto: “te lo pedimos Señor”. Pero hay que preguntarnos también: ¿cómo?… Pidiéndolo y poniendo de nuestra parte educando los sentidos, dirigiéndolos a lo que vale la pena, ofreciendo pequeños sacrificios, pequeñas mortificaciones…

Ojo, que ya se acerca la Cuaresma. Hay que ver a Jesús…, hay que oírlo, hay que “sentirlo”, “saborearlo”…

Hace poco meditábamos acerca de la vista, lo que veo y lo que no veo… Pero, a ver, esto va un poco en general. “Jesús ayúdame a darme cuenta que los sentidos tienen una forma de ser que no funciona bien con los excesos”.

Todos lo hemos comprobado que cuando éramos pequeños tuvimos esa idea brillante de voltear a ver directamente al sol y después uno no consigue ver casi nada…; o has tenido tal vez la experiencia de que un mortero te explote al lado y entonces uno se queda con los oídos zumbando.

Los sentidos no funcionan bien con los excesos; los sentidos son fuertes y son nuestra primera ventana hacia la realidad…: la vista, el tacto, el gusto, el olfato, el oído… Y son fuertes (hay gente a los que le dan migrañas por un olor o que les causa náusea por ver algo, etc.).

O sea los sentidos son fuertes, pero no nos transmiten toda la realidad. Si ya los excesos no vienen bien para las cosas externas, (un sonido demasiado fuerte que no me deja oír o una luz demasiado fuerte que no me deja ver), ¡no se diga para las cosas interiores!

EMBOTADO

Si tenemos saturados los sentidos, no descubrimos la riqueza de las cosas interiores; de las cosas espirituales. Entonces, si no los purificamos nos quedamos en lo primero que nos transmiten; si no los purificamos, difícilmente vemos o escuchamos a Jesús y entonces no sabemos por dónde ir… Y se cumple la profecía de Isaías, a la que “Tú, Jesús, has hecho referencia justo hace un momento” que dice:

“Con el oído oirán, pero no entenderán, con la vista mirarán, pero no verán. Porque se ha embotado el corazón de este pueblo, han hecho duros sus oídos y han cerrado sus ojos…”

(Mt 13, 14-15).

“Jesús que no quiera saciar mi corazón con el simple recreo de los sentidos. Que no ande poniendo esas cosas por encima de todo lo demás. No vaya a ser que te deje a Ti en un segundo plano… No vaya ser que me quieras decir algo y no te escuche por estar tan ocupado en satisfacerme a mí mismo… No vaya a ser que acabe con el corazón embotado…”

sentidos

Y justo como Jesús usa estas palabras en el Evangelio, pues busqué en el diccionario y embotado quiere decir: desafilado, despuntado, chato; o sea: el corazón que no penetra, los sentidos que no llegan hasta el fondo, que no desentrañan lo verdaderamente esencial, lo verdaderamente importante, que se quedan en la superficie, como cuchillo que no corta…

Yo no quiero tener el corazón embotado.  “Quiero entenderte, Señor, quiero llegar hasta lo más profundo, escucharte bien, que no haya ruido, interrupción; verte con claridad.” Y entiendo que no se trata de no disfrutar de las cosas… Pero sí de no desbocarme para poner atención a lo realmente importante, dándole a cada cosa su lugar.

Este pensador Inglés, Chesterton, decía que el mediocre es quien está delante de algo grande y no se da cuenta… Y en la escena de hoy del Evangelio, yo he sido mediocre, yo preocupándome por el pan y tengo delante al que multiplica los panes. Y así sigue el Evangelio:

«—¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas? Ellos le respondieron: —Doce. —Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron? Ellos le respondieron: —Siete. Entonces Jesús les dijo: —¿Todavía no comprenden?»

(Mc 8, 18-21)

Pues Jesús: ayúdame a comprender, ayúdanos a todos a comprender, porque si cuidamos esto vamos a acabar descubriendo la alegría de vivir (como decía el Papa Francisco)

“en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios. «Hijo, en la medida de tus posibilidades trátate bien, No te prives de pasar un buen día» (Si 14,11.14)”

(Evangelii Gaudium).

“Gracias Señor, nos quieres disfrutones, pero no esclavos de nuestros sentidos… ayúdanos, te lo pedimos a través de tu Madre”.  


Citas Utilizadas

St 1, 1-11

Sal 93

Mc 8, 14-21

1Cor 2, 11-16

Mt 13, 14-15

Papa Francisco, Evangelii Gaudium

Reflexiones

Señor ayúdame a dedicar mis sentidos para escucharte, amarte, comprenderte y seguirte.

Predicado por:

P. Federico

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