En la primera lectura que nos propone la Iglesia, en la Liturgia del día de hoy, nos encontramos con la Primera carta de San Juan que nos expone: “Cómo el vivir como hijos de Dios, es incompatible con el pecado”.
Y, de hecho, la forma en que San Juan llama a los destinatarios de esta carta es: “hijos míos”, supone que entre ellos existía una relación no solo de fraternidad, sino también de filiación.
Les dice “hijos míos” porque, les había engendrado en la fe, había sido el Apóstol de los que reciben la carta, el que les había atraído al Señor.
San Juan es muy dado a la confrontación dualista; habla entre la luz y la oscuridad; entre el bien y el mal; presenta en contraste las obras de los hijos de Dios con las obras de los hijos del Diablo. Unos y otros tienen comportamientos antitéticos, que están contrapuestos. Conociendo sus obras, sabremos a quien se ha adherido, ¡Quien realiza las obras! Por eso dice el texto:
«Hijos míos, que nadie os engañe. Quien obra la justicia es justo, como él es justo. Quien comete el pecado es del Diablo, pues el Diablo peca desde el principio. El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo. Todo el que ha nacido de Dios no comete pecado, porque su germen permanece en él; y no puede pecar, porque ha nacido de Dios. En esto se reconocen los hijos de Dios y los hijos del diablo: todo el que no obra la justicia, no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano»
(1Jn 3, 7-10).
NO SE DEJEN ENGAÑAR
Este texto, como hemos visto, comienza con la exhortación a: “no dejarse engañar”, que es la acción propia de los pseudo-profetas. No podemos dejarnos engañar por nada ni nadie; ni por las tentaciones que nos alejan de ese proyecto original de Dios, ni por las seducciones de otros que nos desvían de nuestro camino vocacional, ni siquiera por nosotros mismos y por nuestros egos, porque:
“Todo el que no obra la justicia no es de Dios, ni tampoco el que no ama a su hermano”
La prueba de nuestra identidad, o lo que es lo mismo, de que pertenecemos al ámbito de Dios: ¡es nuestra forma de actuar!, nuestras opciones y acciones concretas en el amor al hermano.
“Si alguno dice: «Amo a Dios» y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”
(1Jn 4, 20).
Ya los profetas anunciaron y denunciaron continuamente esto. Una buena relación con Dios siempre se traduce en una relación de amor fraterno hacia los hermanos. Y viceversa: ¡La idolatría siempre se traduce en la injusticia y en la insolidaridad! ¡Cuando nos alejamos del prójimo, cuando no nos importa, cuando somos indiferentes!
MIRAR NUESTRAS OBRAS
Y si miramos nuestro comportamiento, podremos determinar a quién hemos entregado nuestra existencia, nuestro proyecto vital, ¡¿Quién es el Señor de nuestra vida?!
Desde esta perspectiva el Papa Francisco, en esta última Encíclica que se llama Fratelli tutti, ha subrayado que:
“No basta con fomentar una mística de la fraternidad, sino que al mismo tiempo hay que promover una organización mundial más eficiente para ayudar a resolver los problemas acuciantes de los abandonados que sufren y mueren en los países pobres”
(Cf. Francisco, Fratelli Tutti, 165).
Aquí estamos nosotros, tú y yo. ¿Cómo actuamos frente a aquellos que vemos que sufren?
¡VENGAN Y VERÁN!
El texto del Evangelio nos narra la vocación de los primeros discípulos; en el cuarto Evangelio, o sea, en el Evangelio de San Juan, que se despega un poco de la narración de los otros tres Evangelios, que se conocen como los Evangelios sinópticos.
La escena comienza con San Juan Bautista, que está acompañado de dos de sus discípulos, uno de ellos es Andrés, el hermano de Pedro, del otro no sabemos su nombre.
Y, el Bautista al ver a Jesús, “lo señala” ante sus discípulos, como: “El Cordero de Dios”. Lo está identificando, les está diciendo: ¡Ese es!
Así como es
“El Siervo de Yahvé”
(Is 42,1-4; 53,1-9).
Así estaba explicado en Isaías, que sería indicado o señalado como, “El que quita el pecado del mundo”, “El Cordero Pascual”, el Símbolo de la Liberación, con su sangre, de la décima plaga y de la salida de Egipto de la esclavitud (Ex 12, 1-14).
Juan se convierte así, -cuando señala a Jesucristo-, en un mediador entre los discípulos de Jesús, y les ayudará a que reconozcan al verdadero Cristo en medio de sus búsquedas. Y con eso provocará el deseo de los discípulos de ir con Él.
ACCIONES POSITIVAS
Por eso se acercan y le preguntan: ¿Maestro, dónde vives? Y la respuesta de Jesús no es teórica, Él les invita a realizar la experiencia y a recorrer su propio camino. Les dice: ¡vengan y verán!
Nosotros también podemos ayudar a que otras personas conozcan a Jesús; cuando ayudamos al prójimo, cuando las demás personas ven nuestra preocupación sincera de ayuda, de solidaridad, ¡Eso atrae mucho!, y hacemos igual que Juan El Bautista:
¡Señalamos a Cristo con nuestro comportamiento! ¡Con nuestra vida!
Por eso es importante que nos preocupemos porque nuestras acciones sean positivas, sean buenas.
El corazón del hombre es de tal magnitud que sólo Dios puede llamarlo: te acuerdas de lo que decía San Agustín:
“Nos hiciste, Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”
(San Agustín).
TUYO SOY, PARA Ti NACÍ
Por eso, nosotros no podemos matar ni achicar el hambre de nuestras propias almas y por eso tenemos que convencernos que nuestro apostolado consiste en difundir: bondad, luz, entusiasmo, generosidad, espíritu de sacrificio, constancia en el trabajo, profundidad en el estudio, amplitud en la entrega, estar al día, obediencia absoluta y alegre a la Iglesia, caridad perfecta…
“Porque nadie da lo que no tiene”
(San Josemaría. Surco, 927).
“No lo olvides: tanto mejor convencemos cuanto más convencidos estamos”
(San Josemaría Surco, 929).
Eso es lo que le pasó a San Bernardo,
– ¡Cuánto nos gustaría contar con otro San Bernardo!
– que cuando se convirtió y entró al Convento de monjes Benedictinos, llamado el Convento del Císter, arrastró a sus hermanos, a sus primos, a gran cantidad de gente que entró también ahí y tanto fue así… que durante su vida:
¡fundó más de 300 conventos! e hizo llegar a gran santidad a muchos de sus discípulos.
Fundó en concreto un Convento muy importante, que es el “Convento de Claraval” y por eso lo llamaban «El Doctor boca de miel», porque sus palabras en la predicación, eran una verdadera golosina para los que la escuchaban.
Tal vez, tú al igual que yo no tenemos el don de la palabra de San Bernardo, y nos cuesta un poquito mas que la gente se acerque, pero con nuestras obras podemos hacer lo mismo: podemos esforzarnos en que nuestras obras sean atractivas.
LLAMADOS AL APOSTOLADO
Jesús también nos dice a nosotros hoy estas palabras: ¡Vengan y verán! ¡¿A qué lugares acudimos para vivir la experiencia del encuentro con Jesús?! Eso lo tenemos que ver, supuestamente debería de ser esta oración, estos 10 minutos con Jesús, que debería ponernos delante de Jesús.
En el relato de vocación vemos cómo en las llamadas a los primeros discípulos aparecen siempre mediadores, por ejemplo: Juan el Bautista, Andrés… ellos ayudan a identificar la voz de Dios, a descubrir la identidad de Jesús.
En muchas ocasiones, nosotros también necesitamos de la mediación de otros hermanos que nos ayuden a distinguir la voz de Dios, en medio de los ruidos del mundo, y poder así acudir a sus llamadas.
SER MEDIADORES
Pero en otros momentos, nosotros seremos esos “señaladores” o “indicadores”, y ayudaremos a que otros descubran que Jesús está aquí.
Vamos a pedirle en este rato de oración: “Señor, ayúdanos a ser más apostólicos, ayúdanos a que con nuestra generosidad, con nuestro entusiasmo, con nuestra luz, con nuestra bondad, vayamos indicando el camino a los demás para que te descubran.
Y ayúdanos a arrancar de nuestra vida las cosas que alejan a los demás de Dios: nuestra ira, nuestra impaciencia, nuestra rigidez, nuestra forma de ser dura.
¡Quítanos Señor todo eso!, que sepamos llevar, como hacia San Antonio de Claraval, con la “Boca de Miel”, con palabras dulces que realmente ayuden a los demás a descubrirte”.
Hoy que llevamos sólo 4 días de empezado el año podemos pedirle al Señor esta gracia:
¡Que seamos mejores Apóstoles! y que nos dejemos también conducir por otras personas para estar más cerca del Señor, se lo pedimos también a la Virgen María.
Deja una respuesta