Al comenzar este rato de oración hemos recurrido a esa intercesión de nuestra Madre. Y hoy, de manera especial, acudimos a ella porque celebramos la memoria de: La Presentación de la Santísima Virgen.
Cuenta la tradición que nuestra Madre hizo de sí misma una entrega -ya desde muy niña- a Dios, movida por el Espíritu Santo. Y por eso en el Siglo VI se dedicó una iglesia a nuestra Madre Santísima con la advocación de “Santa María la Nueva”.
Allí, la tradición de la Iglesia de oriente empezó a celebrar este hecho de nuestra Madre Santísima que se entrega, que quiere seguir la voluntad de su Padre, la voluntad de Dios.
LA ANUNCIACIÓN
Y esto no nos sorprende, porque al ver el arte cristiano, esas representaciones de la Virgen, siempre está representada en esa escena de la Anunciación.
Nuestra Madre está allí, en su casa y el ángel aparece para hacerle saber cuál es la Voluntad de Dios. Dios quiere hacerla partícipe de ese plan de salvación y nuestra Madre, pronuncia esas palabras que recitamos:
“He aquí la Esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”
(Lc 1, 38).
Es el ejemplo de nuestra Madre y nosotros los católicos tenemos la ayuda de santa María. Es una ayuda constante, la sola presencia de nuestra Madre en la Iglesia, ¡qué importante es!
Es uno de los grandes distintivos de nuestra fe. Esa Madre santísima, santa María.
EVANGELIO DE HOY
La lectura que nos propone el Evangelio de hoy, es una lectura que nos puede dejar un poco perplejos porque nos cuenta san Mateo que el Señor está hablando a la gente (como en muchas otras oportunidades) y su Madre y sus hermanos se presentaron fuera tratando de hablar con Él.
Ya era difícil porque había un gentío, estaba todo lleno, no había espacio. Nos dice San Mateo:
“Uno le avisó: “tu Madre y tus hermanos están fuera y quieren hablar contigo”. Pero Él contestó al que le avisaba: “¿Quién es mi Madre y quiénes son mis hermanos?””
LOS HERMANOS DE JESÚS
Al leer este pasaje, hay algo que nos puede llamar la atención y es que hable de los hermanos de Jesús.
Esa palabra hermanos, en el original griego, hace referencia a ese concepto de familia, muy extendido, que se refería a sus primos y a otros miembros cercanos de la familia.
El tema está en que nuestra Madre va a ver a su Hijo y, a primera vista, da la impresión de que Jesús no quiere atenderla. Pero Él contestó al que le avisaba:
““¿Quién es mi Madre y quiénes son mis hermanos?” Y extendiendo su mano hacia sus discípulos dijo: “Esos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre, que está en los Cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre””
(Mt 12, 47-50).
SEGUIR LA VOLUNTAD DE DIOS
Jesús aprovecha esta circunstancia, tal vez muy corriente, en la que su Madre iría a visitarle y a verle y quiere que sepamos que es ser un hijo de Dios -que es ser cristiano- es aquel que sigue la voluntad de Dios.
No es un desaire a santa María y a su familia, de ninguna manera, seguramente el Señor luego saldría a atenderles. Sería esto totalmente incoherente con ese cuarto mandamiento:
“Honrarás a tu padre y a tu madre”.
El Señor nos dice que eso es un buen hijo, aquel que cumple la voluntad de su padre.
AMAR A NUESTRA MADRE
Jesús es el ejemplo del buen Hijo y también santa María es el ejemplo de una buena hija y eso ha sido su vida constantemente: seguir la voluntad de Dios.
Es una maravilla cómo los cristianos hemos siempre sabido recurrir a nuestra Madre desde un inicio y, a veces, hemos ido por delante de los grandes dogmas, porque hemos sabido venerar y amar a nuestra Madre santísima.
Por ejemplo, el dogma de la Inmaculada Concepción, es un dogma bastante reciente; sin embargo, la advocación de nuestra Madre Inmaculada, la hemos vivido muchos siglos.
Desde muchos siglos antes, muchas ciudades, muchas iglesias, tienen esta advocación de nuestra Madre Inmaculada ¿Por qué? Porque somos buenos hijos, la amamos y sabemos que tenemos esa Madre del Cielo.
PAPA FRANCISCO
Dice el Papa Francisco:
“Cuando quieras saber ¿qué es la Madre Iglesia? anda al Magisterio. Pero cuando quieras saber ¿cómo cree la Iglesia? anda al pueblo.
El Magisterio te enseñará quién es María, pero nuestro pueblo fiel te enseñará cómo se la quiere a María”.
Seguramente has visto en tu ciudad, en tu parroquia, cuántas fiestas o procesiones pueda haber en honor de nuestra Madre santísima.
REZAR EL ROSARIO
Ese rezo del rosario que ella, en tantas apariciones que ha tenido -especialmente en la de Fátima- recomienda; esa oración de buenos hijos de santa María.
Que esto sea un distintivo de un buen cristiano, de un buen católico, que sabe que tiene una Madre, que la venera, que la cuida.
Por eso, trata mucho a santa María, habla con ella en ese rezo del rosario, (que podrías plantearte hacerlo todos los días o con mayor frecuencia), esas Letanías que se rezan después de haber rezado esos Misterios (son esos como piropos a nuestra Madre santísima).
¿Por qué? Porque somos buenos hijos, porque la queremos y ella es una buena Madre, una Madre que siempre ha salido al encuentro de sus hijos.
¿ACASO NO SOY TU MADRE?
Tenemos nosotros en Latinoamérica ese privilegio de haber tenido la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe. ¿Qué le dice a San Juan Diego?
“¿Acaso no soy tu Madre?”
Y eso también nos lo dice a nosotros.
RECURRAMOS A NUESTRA MADRE
Por eso, cuando encuentres dificultades en tu vida interior, que te cuesta trata al Señor, que te cuesta sacar de tu vida algún defecto, algún vicio, recurre a ella, ten por seguro que no te faltará su auxilio.
Ella es el camino corto para llegar a su Hijo; el camino más fácil, más rápido. Recurre a ella en tu vida personal, en tu trabajo, es una madre, no lo olvides.
Vamos a pedirle a nuestra Madre santísima, que así como ella, nosotros también sepamos hacer, en todo, la voluntad de nuestro Padre Dios, siendo un buen hijo de Dios, un buen hijo de tus padres, un buen hermano, buen estudiante, buen esposo, esposa…
LO QUE EL SEÑOR NOS PIDE
Eso es lo que el Señor quiere, lo que el Señor nos pide.
Encontraremos muchas dificultades, seguramente personales, propias. Esas dificultades internas, cuando a veces encontramos esa flojera o cuando a veces nos podemos dejar llevar por una pasión, por algún sentimiento, cosas que a veces surgen en nuestro corazón.
Pues allí, ante esas dificultades internas, recurramos a María ¡Santa María ayúdame! ¡Madre mía ayúdame!
Y lo mismo ante esas dificultades que a veces podemos encontrar en el ambiente, donde nos desempeñamos, donde vivimos, cuando queremos ser buenos cristianos, buenos hijos, buenos esposos, esposas.
Sin embargo, no olvides que estaremos siempre acompañados de esa Madre, que la gracia de Dios no nos faltará. Por eso, recurre a ella.