ASOMBRADOS DE JESÚS
El Evangelio de este martes del Tiempo Ordinario de la primera semana nos habla del inicio del Evangelio de san Marcos; cuando Jesús va a Cafarnaún un día sábado y entra a la sinagoga, empieza a enseñar.
Es interesante fijarse en Jesús y en la cantidad de sinagogas distintas a las que entra. Sabemos que estuvo en la sinagoga de Nazaret. Estuvo en la sinagoga de Cafarnaúm y de distintos pueblos y aldeas, en donde ya se reunían todos para escuchar la Palabra de Dios.
Y la dinámica dentro de estas sinagogas era leer una parte del Antiguo Testamento y luego comentar. Y eso es lo que hacía el Señor.
Y dice san Marcos que todos estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas, que tenían otra forma de enseñar.
Sin embargo, ese día en la sinagoga había un hombre poseído de un espíritu inmundo que comenzó a gritar:
«—Sé quién eres. Jesús Nazareno, has venido para acabar con nosotros. Sé quién eres, el Santo de Dios.
—¡Cállate y sal de ese hombre!
Y el Espíritu lo sacudió violentamente, y dando un gran alarido, salió.
Y su fama se iba extendiendo por todas partes de la región de Galilea» ,
que es donde queda Cafarnaún.
Hace tiempo leí un texto de san Jerónimo que más o menos explicaba esto. Y decía que estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía ese espíritu inmundo.
Y ese espíritu no podía soportar la presencia de Dios. Se trataba de un espíritu impuro que había llevado a todos los hombres a la idolatría.
¿Y qué acuerdo había entre Cristo y Satanás? Cristo y Satanás no pueden estar de acuerdo el uno con el otro, dice San Jerónimo.
PONERNOS DELANTE DE JESUCRISTO
Y se puso a gritar: «¡¿Qué quieres con nosotros?!» Y el que así exclama es un individuo que habla en nombre de muchas personas. Y eso da a entender esa conciencia de ser vencido por los suyos…
«Has venido a acabar con nosotros, Jesús de Nazaret».
Y yo estaba pensando estos días, (que todavía estoy un poco en recuperación y no tengo tantos encargos apostólicos, menos mal, porque así me van cuidando un poco) que es interesante pensar cómo nos ponemos delante de Jesucristo.
Este hombre tenía un espíritu inmundo que no podía estar con él. Pero nosotros ¿cómo nos ponemos delante de Cristo? ¿Hay algunas características que también son evidentes, que no son compatibles con Él?
Tendríamos que ver qué rasgos hay en nuestras vidas que a veces no son compatibles con la presencia de Dios en nuestra vida…
TOTUM AMORIS EST
El 28 de diciembre, el Papa Francisco publicó una carta apostólica que se llama “Totum Amoris Est”por el cuarto centenario de la muerte de san Francisco de Sales.
Ahora que estoy profundizando en estas cosas, me pareció fabulosa, te la recomiendo. Vamos a dejar también el enlace en los distintos sitios para que puedan acceder al texto completo, porque es muy bonito.
Ahí habla de una de las cosas que escribió san Francisco de Sales, porque como sabes, san Francisco de Sales, que vivió más o menos a finales de mil quinientos e inicio de mil seiscientos, vivía apartada del mundo.
No eran religiosos, y él, que en cambio tenía muchos contactos en el mundo fuera de los conventos, fuera del mundo religioso, era un cortesano en Saboya, en varios sitios.
De hecho, antes de ser sacerdote y después también después sacerdote, estuvo trabajando como mediador en varias causas.
Estuvo de embajador, entonces tenía que estar en las cortes, donde estaban los Reyes. Ahí él empezó a explicarles cómo tenía que ser una persona realmente devota, que adora a Jesús. Y qué cosas son manifestaciones de esa devoción.
“El tratado del amor de Dios” se llama este texto que es tan famoso, es un clásico de la espiritualidad.
Y ahí se dice:
“Tan pronto como el hombre fija con alguna atención su pensamiento en la consideración de la divinidad, siente cierta dulce emoción en su corazón, que muestra que Dios es Dios del corazón humano”.
CAMBIAR EL CORAZÓN
Y el Papa, va explicando esa experiencia de Dios y le lleva a esa persona a ir cambiando en el corazón. Y es por medio del corazón es que se va realizando este sutil pero intenso proceso unitario, en virtud del cual el hombre reconoce a Dios y al mismo tiempo a sí mismo, su propio origen, su profundidad, su propia realización, su llamada al amor.
Y se va dando cuenta que la fe no es un movimiento ciego, sino que necesita esa disposición del corazón.
Entonces ahí esa dulce emoción va moviendo a la persona para que en todos sus actos, se muestre como una persona que quiere a Dios.
LA DEVOCIÓN
Y eso es lo que dice que es una persona devota.
¿Cómo es una persona devota? En esta misma carta, el Papa Francisco habla de la falsa devoción y de la real devoción.
Y dice falsa devoción: “El que siente se siente inclinado a ayunar, se considerará muy devoto si no come, aunque su corazón esté lleno de rencor. Y mientras por su sobriedad no se atreve a mojar su lengua, no digo en vino, ni siquiera en agua. No teme teñirla en la sangre del prójimo mediante maledicencias, calumnias, críticas.
Otro, también de la falsa devoción, se creerá devoto porque reza diariamente un sinnúmero de oraciones, aunque después su lengua se desate de continuo en palabras insolentes, arrogantes, injuriosas contra sus familiares, sus vecinos.
Y más aún dice, otro abrirá su bolsa de buena gana para distribuir limosnas entre los pobres, pero no es capaz de sacar con dulzura de su corazón perdonar a sus enemigos, y aquél perdonará a sus enemigos, pero no salda las deudas si no es apremiado por la justicia.
Claro es que, evidentemente, todos los vicios y las dificultades de siempre también hoy nos cuestan, pero como concluye el mismo san Francisco de Sales, todos estos son tenidos vulgarmente por devotos, pero no se merecen ese nombre.
Esa es la falsa devoción.
SER VERDADERAMENTE DEVOTOS
La verdadera devoción se encuentra en otro lado, una raíz profundamente unida a la vida divina en nosotros. La devoción viva y verdadera presupone el amor de Dios. Mejor dicho, no es otra cosa que el verdadero amor de Dios, y no un amor cualquiera.
Por lo tanto, en su ferviente imaginación, la devoción no es más que un resumen, una agilidad, una viveza espiritual, por cuyo medio la caridad actúa en nosotros y actuamos en ella con prontitud y alegría.
Y por eso, se coloca siempre en la caridad. O sea, se puede decir que entre la caridad y la devoción no existe mayor diferencia que entre la llama y el fuego, siendo la caridad fuego espiritual. Cuando está bien inflamada se llama devoción.
Con lo cual, ¿cuáles son los verdaderamente devotos? Pues los que viven la caridad, los que no hablan mal del prójimo, los que se esfuerzan por hacer el bien y no están nunca reclamando. No son negativos.
UNA ACTITUD DE CAMBIO
Señor Jesús, queremos ser verdaderamente devotos, gente que vive esta caridad, que te encuentra, que tiene ese dulce sobresalto de ir buscando qué cosas tenemos que quitar.
No corregir con dureza o con ira, hacer que nuestras cosas malas vayan desapareciendo a base de confesión, de darnos cuenta. No, nunca hablar mal de nadie, siempre salvar la intención, intentar rezar y no pensar en las cosas negativas del resto.
Señor, ayúdanos, porque igual que Jesucristo no podía estar donde estaba Satanás, que en esa sinagoga en Cafarnaún, no podía estar con un espíritu negativo en nuestros corazones.
Tampoco puede vivir odios, resentimientos, rencores, porque ahí Jesús no está. Y si no está, no hay verdadera devoción.
Y podrás escuchar miles de estos audios y podrás rezar miles de rosarios. Pero si en tu corazón anida la incomprensión, la ira, el desagrado, la calumnia, el resentimiento, entonces vamos mal.
Señor Jesús, hoy acudimos a Ti para pedirte en esta primera semana del tiempo del año, que nos ayudes a ser verdaderamente devotos. Que vivamos la verdadera virtud, intentando quitar de nuestro corazón todo eso que no te gusta.