YO LE PREGUNTO POR TI
A mí no me gusta especialmente el reguetón, pero hace algunas semanas escuché una canción que me llamó la atención.
Inicia como con un ritmo medio brasileiro, que se escucha con facilidad. Y luego la letra dice cosas bonitas, sobre todo al principio.
Empieza con ¡Yeah, yeah!
Pon atención:
🎶 —Todavía yo te quiero, pero sé que es un error.
Porque ya tú no me quieres. Y sin ti me va mejor.
Y si veo a tu mamá, yo le pregunto por ti.
Para ver si ya tienes a alguien, alguien que te haga feliz. 🎶
Y ya con eso tenemos suficiente para detenernos en un aspecto que me gustó de la canción, que es eso de: ‘Y si veo a tu mamá, yo le pregunto por ti’.
Como que se me hizo muy familiar y adecuado. ¿Quién va a saber de uno sino su mamá, de sus gustos, de sus intereses, si es feliz o no?
“Y si veo a tu mamá, yo le pregunto por ti; para ver si tienes a alguien, que te haga feliz”.
Y una persona es feliz, cuando tiene lo que quiere. Por eso, si queremos conocer el Corazón de Jesús y queremos saber qué es lo que le gusta, pues hemos de ir con su mamá, con María.
ELLA NOS MUESTRA A SU HIJO
Leemos en el prólogo del libro del Santo Rosario de san Josemaría:
“El principio del camino que tiene por final la completa locura por Jesús, es un confiado amor hacia Santa María, hacia María Santísima”.
Ella es la que nos lleva a Jesús, la que nos lo muestra en tantas imágenes. Se ve a la Virgen con el Niño en brazos, pero como mostrándolo, como dándonoslo.
Y hoy te hablo de estas cosas, porque celebramos a un santo evangelista que se documentó en María, para conocer mejor a Jesús, porque Él no era de los apóstoles.
Me refiero a san Lucas, que es quien nos habla con más extensión y más detalle de la infancia de Jesús. ¿Quién conocía eso, sino la Virgen? Y también seguramente por ese trato con ella, por ese hablar con ella, pues san Lucas también nos transmite algunos rasgos especiales que sólo hay en su Evangelio.
Por ejemplo: la importancia que Jesús da a las mujeres y la misericordia. Aunque en todos los Evangelios leemos estos aspectos, pero en Lucas resaltan especialmente.
“¿Qué es lo que Tú, Jesús, tienes en tu corazón? ¿Qué es lo que tú valoras? ¿Qué es lo que te hace feliz? Nosotros queremos también hacerte feliz, porque eres nuestro amigo, nuestro amor, y queremos pensar como Tú piensas… querer lo que tú quieres, porque eso es la perfección. Tú eres perfecto hombre, y nos muestras como el hombre debe de querer, como debe de amar”.
Y el primer aspecto que decíamos, es la importancia que das a las mujeres.
LA VALOR DE LAS MUJERES
Leemos en un libro espiritual: “San Lucas refiere el empeño de Jesús por devolver a la mujer su dignidad, poco considerada en aquel tiempo”.
En efecto, las mujeres ocupan un lugar destacado en el Evangelio de Lucas, la viuda de Naím. Las mujeres de Galilea, que ponen a disposición del Señor sus bienes y van en su seguimiento. Las visitas de Jesús a casa de las dos hermanas de Betania. La curación de una mujer encorvada. Las mujeres de Jerusalén que dan a Jesús muestras de su compasión en el camino de la cruz.
Son todas figuras nombradas y realzadas sólo por éste evangelista.
“En la época de Jesús, -dice aquí este libro-, las mujeres eran poco consideradas”.
Pero Tú, Señor, pues no las desprecias, las valoras tanto como a los hombres. No juzgar superficialmente, nos ayuda a juzgar con profundidad.
Pues ahora, también en nuestra época, te pedimos que nos ayudes a saber ver, a todas las personas como hijos de Dios; a ayudarles, en la medida que podamos, y a restituirles la dignidad.
Como dice aquí en este pasaje:
«Jesús se empeñó por devolver a la mujer su dignidad poco considerada en aquel tiempo».
¿Te acuerdas de la viuda de Naím, aquella pobre mujer que se quedó viuda y que iba a enterrar a su hijo? Y cómo llega Jesús y le devuelve a su hijo, lo resucita.
Las dos hermanas de Betania, Marta y María. De la curación de la mujer encorvada. Las mujeres que se compadecen en el Viacrucis, en el camino hacia el Calvario y lloran… Y Tú, Señor, te acercas a ellas y las consuelas. Y les explicas también, que el verdadero mal es el pecado, y lo que hay que llorar es el pecado.
LA ALEGRÍA DE LA CONVERSIÓN
Y eso nos une también, con el segundo aspecto que resalta san Lucas, que es la misericordia. Como Tú, Jesús, te alegras muchísimo cuando nos convertimos, te alegras muchísimo cuando nos volvemos hacia Ti, cuando dejamos el pecado, la vanidad, la soberbia, la sensualidad, la pereza, cuando hacemos propósitos firmes de volver a Ti.
Ninguno de los evangelistas ha mostrado tan claramente la misericordia divina como san Lucas. Resalta el amor de Jesús por los pecadores, amor que busca solícito a todo el que está perdido.
Es también Lucas quien relata el perdón a la prostituta y el alojamiento en casa de un pecador como Zaqueo. La mirada de Jesús que transforma el corazón de Pedro después de las negaciones. La promesa del Reino al ladrón arrepentido. La oración por los que lo crucificaron y lo insultan en el Calvario.
Son todas estas escenas donde todos nosotros nos podemos identificar porque todos somos pecadores. La prostituta, Zaqueo, Pedro, que negó a Jesús, el ladrón (una persona que toda su vida hizo el mal), pero que en el último momento se dirige a Jesús con humildad y acepta el castigo que está recibiendo y le pide a Jesús que se acuerde de él.
Y Tú, Señor, le abres las puertas a san Dimas, el ‘Primer Santo’ que hubo. Pues, porque Jesús mismo lo está canonizado ahí, y que es otro Dimas.
AMISTAD CON JESÚS
Porque hoy también leemos en la Primera Lectura de la misa, como san Pablo se dirige a Timoteo y le dice:
«Querido hermano, haz lo posible por venir a verme cuanto antes, pues Dimas, prefiriendo las cosas de este mundo, me ha abandonado y ha partido Tesalónica».
Este Dimas -del que habla san Pablo-, no es san Dimas, el que ya estaba en el Cielo, porque Jesús le había abierto las puertas del Cielo, -el ladrón que está ahí junto a la Cruz.
Y luego todos los que lo están crucificando… aquellos que se olvidan de Dios, que se vuelvan a los bienes, que prefieren el pecado. Y Tú, Señor, rezas por ellos.
Pues nosotros, muchas veces hemos estado así y estaremos así porque somos pecadores. Pero que nos arrepintamos siempre sabiendo que eso a Ti te llena de alegría. Que busquemos también, con nuestro apostolado en la amistad, con nuestros amigos, acercarlos a Ti, que se alejen del pecado y que se confiesen.
Que busquen hacer propósitos de mantener una amistad continua Contigo. Se lo pedimos a nuestra Madre, que Ella es la que nos puede llevar con más rapidez y con más eficacia hacia Ti.