“En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias”
(Mt 10, 1-7).
Y ellos fueron, curaron a mucha gente y expulsaron demonios. Y la gente se maravillaba. Y ellos también estaban bien contentos, todos felices de recibir esos beneficios de Dios, que son un signo que el Reino de Dios está cerca y se manifiesta en esas acciones prodigiosas.
EL REINO DE DIOS ESTÁ CERCA
Y podemos ver nuestra vida y preguntarnos si el Reino de Dios está cerca de nosotros. ¿Ya ha llegado el Reino de Dios a nosotros, a tu vida?
Aguardamos un momento de silencio… Yo pienso en mi vida, y ¿ha llegado el Reino de Dios a mi vida? ¿Que respondes? Seguramente hay cosas muy buenas, mucho que agradecer. Muchas bendiciones. Ves la mano de Dios seguramente en muchos momentos de tu vida.
Pero siempre llega el “pero” … Hay algunas cosas que no nos gustan. Muchas cosas que no nos gusta. Algunas poquitas cosas que no nos gustan y que quisiéramos cambiar, ¡cambiar ya!
Y a veces se lo pedimos al Señor una y otra vez, y nos cansamos de pedir y como que la confianza empieza a flaquear. ¿Y está este Reino de Dios en mi vida? Sí, está Dios presente.
Yo hablo con Dios, estamos hablando con Dios en este momento. Frecuentamos los sacramentos en la medida de lo posible. Y sentimos el consuelo de Dios.
Pero hay cosas que le hemos pedido a Dios que cambie, y que ahí siguen. En la resurrección de los muertos llegará a plenitud el Reino de Dios en nosotros. Ahora, pues, estamos en un valle de lágrimas…
CONFIEMOS EN EL SEÑOR
¿Y qué nos dices Tú, Señor? Pues que efectivamente, nos bendices con la cruz, pero también seguramente nos quieres decir que, le bajemos un poquito a nuestro drama, y que confiemos más en Ti.
Que efectivamente, la plenitud vendrá en la resurrección, pero, entre la resurrección y el momento actual, hay tantas cosas buenas que todavía nos quieres dar. Tantas bendiciones. Tantos dones. Tanta maravilla que quieres todavía revelarnos, que quieres compartir con nosotros.
Pero tenemos que confiar más en Ti. Tenemos que entregarnos más a Ti. Tenemos que dar un salto en nuestra vida interior, en nuestra vida de relación Contigo.
Y pensamos en los apóstoles, a quienes mandas a expulsar a los espíritus impuros y a curar enfermedades y dolencias. Ellos te empezaron a seguir. ¡Confiaron en ti! Y Tú, después de un tiempo, les diste esta gracia.
NOS DICES: SIEMBREN JUSTICIA…
Porque leemos el Evangelio: “En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos…” O sea, ya estaban elegidos, ya estaban constituidos como “los apóstoles”. Y no les habías dado ese poder hasta ese momento.
Pues así también a nosotros nos has dado la gracia de la fe, la esperanza y la caridad con el bautismo. Y nos han dado tantas gracias a lo largo de nuestra vida, y nos quieres dar más. Quieres que ese Reino de Dios llegue más a nuestra alma, más a nuestra vida diaria. Que confiemos más en Ti.
El profeta Oseas, se dirige al pueblo de Israel con palabras duras en algunos momentos. Pero después, como siempre, el mensaje de los profetas nos lleva a la esperanza. Y le dice al pueblo:
“Siembren en justicia y cosecharán misericordia. Preparen sus tierras para la siembra, pues ya es tiempo de buscar al Señor para que venga y llueva la salvación sobre ustedes”.
Son palabras siempre esperanzadoras. “Siembren en justicia y cosecharán misericordia”. O sea, “aplíquense al bien”.
La justicia en el Antiguo Testamento es la santidad. Se identifica como esa relación filial y confiada en que Dios nos va a salvar. Poner de nuestra parte una obediencia total, una confianza total como la de los patriarcas.
Como la de los profetas, como la que se nos invita en los Salmos:
“Confíen en el Señor. Él alimenta a sus criaturas. Él tiene cuidado de todos. Tú abandónate en Él siembra justicia”.
ACTITUD DE CONFIANZA, DE ADORACIÓN
O sea, tener esa actitud en tu corazón de confianza, de adoración y así cosecharás misericordia. Cosecharás esa plena aceptación que Dios tiene con la criatura indefensa, con la criatura miserable, con la criatura pecadora que somos nosotros.
Tú, Señor, me aceptas, pero todavía me falta ver tu misericordia en mi vida, porque me falta sembrar justicia. Preparen sus tierras para la siembra, pues ya es tiempo de buscar al Señor. Para que venga y llueva la salvación sobre ustedes.
Y nuevamente se lee, se aprecia una imagen de la paciencia. Dios está con nosotros, lleva la salvación sobre ustedes. Ya llovió la salvación sobre nosotros. Cuando hemos buscado a Dios. Cuando nos hemos sacrificado por cumplir la ley de Dios.
TENER PACIENCIA Y ABANDONO EN TÍ
Cuando vamos esforzándonos por ser constantes en nuestras oraciones, nos damos cuenta de que Dios está con nosotros, ¡que ya llovió la salvación! Pero la lluvia no es la cosecha. Uno siembra, viene la lluvia y después la cosecha.
Pues así también nosotros sembramos, ponemos todo de nuestra parte, y Dios nos envía sus gracias abundantes. Ahora, hay que ser pacientes para poder cosechar.
Hay que insistir con la gracia de Dios en la justicia, en una actitud de docilidad, entregando a Dios esos aspectos de nuestra vida que a veces decimos que “no nos gustan”, que los quisiéramos cambiar.
Señor, te lo pongo en tus manos, lo acepto. Si es tu voluntad, lo acepto. Entonces me darás más paz. ¡Incluso me sorprenderás! Porque voy a aprender a ser feliz en esas circunstancias, porque Tú, Señor, vienes en mi búsqueda. Preguntas por mí detrás de todas las circunstancias de mi vida.
UNA MUJER PIADOSA
Mira lo que le decía Jesús a una mujer piadosa:
“Nada es pequeño para mis atenciones de amor”. ¿Sabes reconocerme en los acontecimientos? Porque Yo soy quien sale a tu encuentro. Como cuando dos amigos salen el uno hacia el otro en el mismo camino. No me dejes nunca solo en el camino, deseándote sin que tú llegues. pequeña alma amada”.
Así nos dicen a nosotros también. Tú nos vas buscando, Señor, en todos los acontecimientos, y a veces quizás nosotros nos retrasemos. Nos vamos hacia atrás, porque nos falta abandono, nos falta confianza en Ti.
Pues danos paciencia, Señor. Ayúdanos a confiar más en Ti, de tener ese sentido sobrenatural que esperas de nosotros, para colmarnos más de tus gracias.
Acudimos a nuestra Madre, la Virgen, para que nos ayude a tener ese sentido de abandono filial en Dios.