“El día de hoy, Señor, en el Evangelio según san Lucas, leemos el siguiente episodio, aquel momento en el cual hay mucha gente alrededor tuyo, que están apiñados, no se pueden ni mover y entonces Tú Jesús les dices:
“Esta generación es una generación perversa”.
Es un calificativo muy fuerte. Una primera pregunta que podemos hacernos Señor es, ¿por qué les dijiste esto?: Es una generación perversa”.
Incluso, no es un buen modo de empezar. Si alguien te dice: eres un perverso, eres una mala persona, tal vez uno se pone en guardia: ¿qué pasó? ¿Por qué me insultas o por qué me llamas así? ¿Por qué me etiquetas?
Entonces el Señor les dice, en cierto modo, el por qué.
“Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás”
(Lc 11, 29).
Parece que nuestro Señor está un poco molesto porque le han pedido un signo, con lo cual aquí se explica un poco más la situación.
¿Quiénes son los que constantemente piden un signo? Son los fariseos, los escribas, le piden al Señor una garantía, una justificación, algo que les lleve a creer en Ti cuando Tú les has dado muchos signos, les has dado muchas pruebas de que Tú eres el Mesías.
Sin embargo, ellos no han creído, quieren algo más llamativo. Incluso podríamos preguntarnos: ¿qué más querían? Si habías devuelvo la vista a los ciegos, hecho a andar a los cojos, paralíticos, resucitar muertos… y ellos aun así no han querido creer.
Por eso Tú Jesús le dices que son una generación perversa; piden un signo.
UN SIGNO
Hace unos días revisaba una película que es muy conocida que se llama “El Caballero de la noche”.
Esta película de la trilogía de Batman de Christopher Nolan, en una de las escenas nos muestra a un policía, el comandante Gordon, que es el que cree en Batman, que se apoya en Batman y es el que suele encender la bati señal.
Esta luz que muestra en el cielo, en las nubes la señal de Batman: un murciélago. Y, entonces en esta escena, nos muestra cómo hay algunos mafiosos, ladrones, traficantes, que, al ver la señal, como que tienen miedo.
Hay uno que es un traficante de drogas y cuando se acerca al carro donde tiene la droga, él ve la bati señal (un signo) y entonces dice: “no, esta noche no”.
Otro dice: “No, pero eso es supersticioso, no pasa nada”. Él dice: no, esta noche, no.
Así nos damos cuenta de que en la ciudad Gótica hay algunos que le tienen miedo a Batman, tienen miedo de lo que les puede hacer este justiciero encapuchado.
De hecho, el general Gordon le dice a una de sus compañeras policía, que la encienda, a ver si llega Batman o, al menos, para que cause un cierto efecto en la gente.
Un signo, en este caso, de que hay alguien allí que te puede perseguir, que te puede capturar si tú te portas mal, te puede castigar si te portas mal. Un signo que representa algo.
JONÁS
Esta gente le pide un signo para que ellos crean que Él es el Mesías. Sin embargo, el Señor les dice:
“El único signo que se les dará es el signo de Jonás”.
Así nuestro Señor Jesucristo nos lleva a la historia del profeta Jonás: Un hombre que recibe un mandato de Dios es un profeta; por tanto, habla en nombre de Dios y recibe un encargo.
El encargo es que vaya a la ciudad de Nínive, una ciudad grande y que viven alejados de Dios. El encargo es:
“Ve y predícales que se conviertan, que hagan penitencia. Si no, la ciudad de Nínive será destruida”.
Jonás recibe este mensaje de Dios y se embarca, pero no va a la ciudad de Nínive, sino que toma una embarcación en un sentido totalmente contrario.
Se desata una tormenta, Dios no está dispuesto a que le desobedezca Jonás y, resumiendo un poco, los marineros piensan que hay alguien que es culpable de esto, que esto es obra de una deidad.
Entonces, se dan cuenta de que es Jonás, así que lo arrojan al mar. De ese modo se libran del peligro.
Jonás es devorado (aunque no muere) por una ballena y allí permanece tres noches y tres días hasta que la ballena lo expulsa y llega a la ciudad de Nínive.
Aquí nos damos cuenta de que esa ballena mantiene dentro de sí a Jonás por tres días. Por eso, podemos ver que Jonás es un signo o representa, en cierto modo, a Jesús que muere Él, que es la palabra de Dios, el mensaje de Dios hecho Hombre y está tres días sepultado, oculto y al tercer día, resucita.
AUTO REFERENCIALIDAD
En efecto, Jonás entiende que Dios no está dispuesto a que le desobedezcan y entonces va y predica en Nínive la conversión de la ciudad y esta gente cree. Todos, desde el rey hasta el último animal, hacen penitencia y se convierten.
Para creer se hace necesaria la fe y, al mismo tiempo, la sencillez, que es lo que no tienen estos escribas, fariseos, maestros de la Ley, porque ellos se creen autosuficientes.
Así, aunque nuestro Señor Jesucristo hubiese hecho un gran portento en el cielo, que pronto se transfigurase delante de ellos, muy probablemente no hubiesen creído, porque se creían autosuficientes.
Eran también lo que el Papa Francisco llama como la auto referencialidad: creer que yo soy el referente de todas las cosas; que yo soy la medida de todo; yo soy el que juzga todo, por eso son incapaces de recibir el mensaje de Cristo.
Vamos a pedirle ahora a nuestro Señor, al Espíritu Santo, que abra nuestros corazones, que destruya, que tire abajo esos muros que a veces podemos construir.
A veces puede ser una vida cómoda, a veces puede ser también poner nuestra esperanza, nuestra fe en el dinero, en los placeres, en las cosas de este mundo.
También a veces podemos guardar allí un rencor, el orgullo, la vanidad y la soberbia… aquello que nos mantiene atados y que no nos deja ser libres.
Pero, sobre todo, la sencillez; sencillez para creer que eres Señor el único que nos puede salvar, el único que nos puede hacer verdaderamente felices.
ABRIRNOS A LA GRACIA DE DIOS
Esta cuaresma (porque este es un Evangelio de la cuaresma) nos invita a eso: a despojarnos de todo lo que estorba -como decía el Papa Francisco en su mensaje para esta cuaresma- y abrirnos a la gracia de Dios, abrirnos también a los demás, pero, en primer lugar, a la Palabra de Dios.
Jonás tuvo que aprender por las malas. Que tú y yo no tengamos que aprender de las malas, que escuchemos a Dios.
Por eso, nuestros ratos de oración, estos 10 minutos con Jesús y los minutos que tú puedas hacer de oración, son muy importantes, que valen la pena.
María santísima supo escuchar en todo momento la Palabra de Dios. Escuchó ese mensaje que le trajo el ángel Gabriel y cómo escucharía también a Jesús.
Hay que también contemplar a Jesús, escucharlo en la Palabra, en la Sagrada Escritura y, al mismo tiempo, contemplarle en la Eucaristía. Verle, contarle nuestras cosas, abrirle nuestro corazón.
Te pedimos por eso, Madre mía santísima, Madre inmaculada, que nos ayudes a tener esa sencillez como la tuya y así seremos capaces de creer y confiar en Cristo.