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SÍGUEME

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“Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: –“«Te seguiré adonde vayas»”. Jesús le respondió:

“Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre».
Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios».
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos».
Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».

(Lc 9, 57-62)

Este es el Evangelio que nos propone la liturgia el día de hoy. Y la palabra fuerte del Evangelio de hoy es: ¡SÍGUEME!

Una palabra que encierra en sí un estilo de vida propio centrado en Jesús, ese “ME” es de seguirle a Él.

Y, por tanto, pone como primera condición dos actitudes que se complementan: -la confianza en Él y -el descentramiento de uno mismo. El salirse de uno mismo de ponerse en el centro.

UNA DECISIÓN CLAVE

Este relato se sitúa en el momento en que Jesús se afirma en la voluntad de subir a Jerusalén. Toma una decisión clave en su vida.

Parece querer decir que lo que ha hecho junto al lago, en su tierra de Galilea, ahora lo va a llevar a cabo en el centro religioso fundamental de Israel, en Jerusalén, sabiendo que “ningún profeta muere fuera de Jerusalén”.

En este contexto se dan varias respuestas al seguimiento a Jesús: son respuestas que parecen a veces radicales, mediocres, de comenzar o de no seguir, etc…

Son respuestas proféticas, por eso son tan drásticas. Van en la línea de dejarlo todo para seguir a Jesús, algo que aparece muchas veces en el Evangelio.

La primera respuesta es de total disponibilidad, en la que Jesús advierte contra la buena voluntad sin más trasfondo, inclusive con ingenuidad.

El Señor responde con claridad:

“Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.

Las otras dos respuestas tienen que ver con la familia, con los lazos de sangre que son los que unen más afectivamente.

Por entonces, eran los que daban estabilidad vital, ya que el clan nunca se dejaba, nunca abandonaba a ninguno de sus miembros.

Por eso, ese: “Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre”, -es decir: “Cuando muera mi padre, entonces te seguiré”.

Así también: “Permíteme antes despedirme de los míos”, es decir: “seguir teniendo a mi familia, a la par del seguimiento.”

¿CUÁL ES MI PRIORIDAD?

Por eso la respuesta de Jesús en estos dos casos, les sitúa, o les pone la marca dónde tienen que poner la prioridad.

Por supuesto que la atención a la familia es importante: Jesús, sobre todo, la practica con su madre, que le acompañará en todos esos viajes que está haciendo, pero…

¿es la familia para el Reino de Dios o es el Reino de Dios para la familia?

Podemos acordarnos ahora de Ignacio de Loyola, que decía:

“Y todas las cosas sobre la faz de la tierra son creadas para el ser humano, para que le ayuden a alcanzar el fin para el que es criado”.

Y es que efectivamente, todo nos lleva a descubrir la voluntad de Dios. Todo nos lleva a centrar las cosas en Jesucristo y a seguirle.

NOS FALTA LUZ PARA VER

Cuenta Gorki, de un pensador ruso que pasaba por una etapa de crisis interior, y se decidió ir a descansar unos días en un monasterio.

Y ahí le asignaron una habitación que tenía en la puerta un pequeño letrero en el que estaba escrito su nombre.

Por la noche como no lograba conciliar el sueño decidió darse un paseo por el claustro.

Esos monasterios rusos ortodoxos gigantescos, era una cosa imponente.

Y efectivamente empezó a dar vueltas, y se encontró que no había suficiente luz en el pasillo para leer el nombre de cada una de las puertas dónde estaban los habitantes.

Y fue recorriendo el claustro, y todas las puertas le parecían iguales, y por no despertar a los monjes se pasó toda la noche dando vueltas por el enorme y oscuro corredor.

Con la primera luz del amanecer distinguió al fin cuál era la puerta de su habitación, por delante de la cual había pasado tantas veces sin reconocerla a lo largo de toda la noche.

Aquel hombre pensó que todo su deambular de aquella noche era una figura de lo que a los hombres nos sucede con frecuencia en nuestra vida.

Cuando pasamos muchas veces por delante de la puerta que conduce al camino al que estamos llamados, pero nos falta luz para verlo.

ENCUENTRO CON LA VERDAD

Saber cuál es nuestra misión en esta vida es lo más importante que debemos plantearnos cada uno, y que podemos también plantear a quienes queremos ayudar a vivir con acierto.

La vocación es el encuentro con la verdad sobre uno mismo, un encuentro que proporciona realmente una inspiración básica en la vida de la que nace el compromiso y el cometido principal que la persona tiene.

Y es que el creyente percibe el plan de Dios para él. La vocación Incluye todo aquello que una persona se ve llamada a hacer, lo que da sentido a su vida.

Jesús nos dice en este Evangelio: ¡Sígueme!

Y nos dice tanto a esa persona con la que estaba conversando, como a cada uno de los que leemos el Evangelio, porque nos interpela a cada uno.

“Jesús yo quiero corresponder a tu llamada.” Una llamada que se da ahora mismo, una llamada que no es simplemente: “haz algo”, es: ¡Sígueme!

“Jesús que te encuentre, que te sirva. Que busque cuál es la puerta que Tú me has destinado a mí.”

Que no me encierre en mí mismo, que no me centre en mí mismo.

DOS ADVERTENCIAS

Queremos recurrir a esas dos ideas que se enriquecen en el Evangelio de hoy, por las dos advertencias de Jesús.

La primera es: el despojo o la certeza de no tener seguridades aquí abajo. “El Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”.

Es la seguridad del que está siguiendo a Jesús, pero sabe que no tiene donde reclinar la cabeza, y esa realidad nos mantiene firme en cualquier circunstancia de la vida que podamos atravesar, así sea algo duro…

Como estos días en que estamos leyendo la vida de Job, que también la Liturgia nos pone en la primera lectura.

Y uno ve a un hombre que ha sufrido muchísimo y que el diablo le ha tentado para que hable en contra de Dios, y le quita todo, sin embargo, Job nunca habla en contra de Dios.

Porque Dios le ha dado todas las cosas que necesita, Dios me lo dio y Dios me lo quito, dice en la primera lectura del día lunes.

Hoy vamos a volver a preguntarle al Señor acerca de nuestra vocación. ¿Señor, te estoy siguiendo? ¿Estoy correspondiendo ese “sígueme”? ¿Te estoy poniendo en el centro de las cosas?

¿O es que a veces me falta luz para volver a mi habitación, para volver a ver mi nombre escrito en las cosas que quieres que haga?

SER UN REFLEJO TUYO EN ESTA VIDA

“Señor, te pido que me ayudes y me des esa fuerza para decidirme de una buena vez a seguirte, Señor.”

Que haga como Job, que haga también como ese pensador ruso que estaba en crisis, y que no tengamos miedo de volver a Ti.

Que nos decidamos realmente a tomar las decisiones necesarias para ser más constantes en nuestro plan de vida, para vencer en esas pequeñas cosas que a veces nos cambian el carácter, o que nos hace más rudos. Que seamos más amables, más delicados.

Señor sé que ahí me estás llamando, que mi vocación pasa por hacer un reflejo Tuyo en esta vida.

Y que a veces me pierdo porque no tengo Tu luz. Y no tengo luz porque me he alejado de Ti.

Señor, sé que no voy a tener una piedra donde reclinar la cabeza, de acuerdo, pero sé que, si Tú estás a mi lado, todo es posible.

Y no quiero poner nada delante de Ti, porque quiero verte directamente para no perder tu luz; ni la familia, ni el trabajo, ni la comodidad, nada, nada, nada.

Que nada me aparte de Ti, Señor.

Vamos a poner todas estas intenciones en manos de nuestra madre la Virgen, ella seguro que nos ayudará a conseguir ver con claridad esa luz de ¡Sígueme! de Jesús.

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