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P: Federico

5 min

ESCUCHA LA MEDITACIÓN

SILENCIO SONORO

Dios está en el silencio sonoro. Es un silencio que se cultiva, que se crea. Sepamos recogernos interiormente para escucharle.

En la Primera lectura de la Misa de hoy encontramos aquella famosa escena en la que el profeta Elías ve a Dios. Dios le dice que esté atento para cuando pase. Hubo un huracán, un terremoto y fuego, pero allí no estaba Dios. Fue hasta el susurro de una brisa suave que se presentó. El texto original dice que Elías consiguió escuchar al Señor gracias a un silencio sonoro. Otros traducen: Un ligero rumor.

¿Quiero encontrar a Dios? Tengo que buscar el silencio; no es solo que no haya ruido. Es el silencio sonoro: es apagar el ruido de fuera (el fuego, el viento, el terremoto) y apagar el ruido de dentro.

Pasan los planes por la cabeza, los pendientes, la imaginación hace desfilar imágenes, una tras otra, y uno que casi le dan ganas de decir: “¡Paren, que aquí me bajo!”

Y si la oración es el trato entre dos amigos: importa hablar y escuchar. Por eso es bueno el silencio. De parte de Jesús escuchar es fácil, porque siempre nos escucha. Pero de parte nuestra es, probablemente, lo más difícil.

Nos pasa a nosotros como les ha pasado a todos. No por nada la oración más importante de los judíos, es el Shemá Israel, comienza con esas dos palabras: Escucha, Israel… Escucha, fulano… Qué difícil escuchar.

ESCUCHAR EN EL SILENCIO

Es un secreto que se conoce desde hace siglos: hacer oración, querer tener un diálogo con Dios, sólo es posible en la quietud.  Se habla de “recogerse”; dedicar el tiempo que haga falta para estar en presencia de Dios; recitar oraciones que nos recuerden que está cerca; preparar nosotros ese silencio sonoro.

En la escena del Evangelio de hoy los apóstoles no están tranquilos, no hay quietud, no hay silencio…: hay viento, olas…: ¡tormenta!

Jesús acaba de alimentar a miles de personas, ha multiplicado los panes y los peces… y se retira a hacer oración…

Los discípulos lo tienen delante, pero no siguen su ejemplo…: deciden subirse a las barcas e irse a la otra orilla. Tal vez tienen prisa, tal vez ni siquiera tienen la costumbre de rezar… ¿Tú y yo, tenemos prisa?, ¿tenemos la costumbre de rezar…?

A veces, somos simplemente nosotros los que no estamos “cómodos” con el silencio… Somos hijos de nuestro tiempo…: “Vivimos en la era de los medios de comunicación. Quien intenta acceder inmediatamente a todas las noticias de los cinco continentes, quien no se pierde ninguna tertulia televisiva ni ningún comentario actual, o suele ver una película tras otra, puede convertirse en una persona incapaz de pensar algo propio. No tenemos ni tiempo, ni fuerzas suficientes para asimilar toda la información recibida.
Silencio, MARÍA AUXILIADORA, ¡RUEGA POR NOSOTROS!

SILENCIOS DE SILENCIOS

Hace pensar en una anécdota que se cuenta de Ida Friederike Görres. En cierta ocasión, corría la década de 1950, le preguntaron a esta escritora qué hacía para tener siempre ideas tan originales y saber juzgar con tanta claridad la situación de la sociedad. Respondió: «No leo ningún periódico. Así puedo concentrar mis fuerzas. De lo importante ya me enteraré de todas maneras.»

Ciertamente, su postura es muy discutible y (no hace falta imitarla)… Pero sí puede (servirnos para pensar un poco)… Será difícil para una persona «morar en la propia casa» sin una actitud distante con respecto a los medios de comunicación.

El escritor ruso Dostoyevski afirma:

«Estar solo de vez en cuando, es más necesario para una persona normal que comer y beber»” (Libertad vivida con la fuerza de la Fe, Jutta Burggraf).

Pues eso: estar solo pero en el sentido de silencio para escuchar. Hay silencios de silencios… Está el silencio incómodo, está el silencio cuando dos amigos ya no tienen que decir nada y simplemente pasan tiempo juntos, está el silencio entre enamorados…

“Aún recuerdo una novela que leí en que dos personas que se aman se encuentran después de un tiempo. La autora describe así ese momento: «Almorzaron lenta y pensativamente, con intervalos mudos entre torrentes de conversación, porque, una vez roto el hechizo, tenían mucho que decir, y también momentos en que el decir era un simple acompañamiento de prolongados diálogos de silencio»” (Junio 2015, con Él, Fulgencio Espa).

EL SILENCIO DE LA ORACIÓN

El silencio de la oración es para escuchar y para pasar tiempo con el Amigo, con el Amor. No es el silencio incómodo ni es matar el tiempo. Es silencio sonoro. Pero es silencio. Nosotros tenemos que poner de nuestra parte para crear ese silencio.

“Era la noche del 21 de agosto de 2011: vigilia de oración en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Centenares de miles de jóvenes en torno al Santo Padre. El cielo castellano se había cubierto de nubes de tormenta, y el viento arreciaba. El momento era de máxima tensión y todo amenazaba ruina.

Comenzó a llover como los ancianos del lugar jamás habían visto. Caían rayos y rugían los truenos; unos paraguas intentaban –en balde– proteger al Santo Padre del agua; la megafonía dejaba progresivamente de funcionar; el sistema de luz era aún suficiente, pero las pantallas abandonaron temporalmente toda emisión; una de las carpas que rodeaban el perímetro saltó por los aires por la fuerza del viento…

Era imposible cualquier comunicación. Los aparatos informáticos echaban humo. Cientos de unidades móviles provistas de teléfonos de última generación, portátiles excepcionales, torres de emisión/recepción de último nivel… nada era suficiente porque nada vale cuando dos millones de personas se dan cita (con sus celulares) en un mismo lugar: la red estaba absolutamente saturada.

Poco a poco, amainó la lluvia, cesó el viento. El Santo Padre quiso seguir adelante con la ceremonia de Adoración al Santísimo. Se acortó la liturgia y se dio paso al acto central: la exposición del Santísimo. Benedicto XVI se arrodilló a los pies de Jesús Sacramentado, y esa magnífica grey de dos millones de jóvenes hizo exactamente lo mismo sobre el embarrado suelo embarrado del aeródromo de Cuatro Vientos.
Silencio, Dios, Santos inocentes, QUITAR LOS OBSTÁCULOS

PARA ESCUCHAR Y HABLAR CON CALMA

Silencio absoluto; solo una ligera brisa dejaba oír su voz. Almas que rezaban. Dios más presente que nunca. Fue entonces cuando los periodistas empezaron por fin a enviar sus comunicaciones. Todos los muchachos habían dejado a un lado sus teléfonos  y estaban pendientes de Cristo Eucaristía.

La red quedaba libre: los profesionales podían hacer su trabajo. Jaime, joven periodista, quedó como estupefacto y entendió repentinamente que toda esa masa humana hablaba, a la vez, a una única Persona: Jesucristo. Dios existe, y habla con los hombres… y los hombres con Él. Aquel día cambió su vida…” (Agosto 2015, con Él, Fulgencio Espa).

Ese silencio que es de oración. Es el mismo silencio que este año vivimos en Lisboa cuando se expuso al Santísimo en la JMJ. Los casi dos millones que estábamos allí hicimos silencio, muchos de rodillas, y nos pusimos a hacer oración.

Hemos empezado diciendo que hay que tener un silencio interior para hacer oración, para escuchar a Dios, para hablarle con calma y bien…

Ya nos gustaría que así fuera nuestra oración… No hay tarea más importante que esa. Es algo que se cultiva. Y es importante. Para poder escuchar: silencio, atención. Saber escuchar en un silencio que es sonoro… Como el que, seguramente envolvía a nuestra Madre cuando la encontró el Arcángel  san Gabriel con la Embajada de Dios.


Citas Utilizadas

1Re 19, 19. 11-13

Sal 84

Rom 9, 1-5

Mt 14, 22-33

Reflexiones

Señor, que al hacer oración intente tener un silencio interior para escucharte y hablarte con calma. 

Que sepa dejar a un lado todo lo que me distrae y darle la importancia que merece a nuestro encuentro diario.

Predicado por:

P: Federico

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