SOLAMENTE UNA VEZ
Señor, hoy quisiera empezar este rato de oración de una forma distinta recordando una canción que escuché hace poco de Andrea Bocelli. Bueno, en realidad es de otro cantante, pero lo escuché de él y es una canción bastante popular que se llama “Solamente una vez”:
Solamente una vez amé en la vida,
solamente una vez y nada más.
Solamente una vez en mi huerto brilló la esperanza,
la esperanza que alumbra el camino de mi soledad.
Y luego va a esa parte que tal vez es más famosa que dice:
Solamente una vez, solamente una vez.
Cuando ese milagro realiza el prodigio de amarte,
hay campanas de fiesta que cantan en mi corazón.
Una vez nada más, se entrega el alma
con la dulce y total renunciación….
Esta canción, que es tan bonita, es la respuesta de un alma que ama, de un alma que está correspondiendo al Señor. Y me gustó encontrar la historia detrás de esta canción, que es nada más y nada menos que una canción de entrega al Señor.
Un día un hombre que estaba en Buenos Aires, conocido como Agustín Lara, estaba disfrutando de su aperitivo cuando algo inesperado sucedió y su amigo cantante y actor, José Mojica, le compartió una noticia que le dejó sin aliento y junto con esa noticia le compartió una petición. Le dijo: –Maestro, necesito que me compongas una canción que estoy pasando un momento muy especial y de gran tamaño. Y le dijo:
–Me voy a retirar por completo de los escenarios porque he encontrado al amor de mi vida. –¿Y cuál es ese amor?, preguntó Agustín Lara, sospechando de alguna de las amigas que tan famoso actor y cantante tenía. Pero su interlocutor, José Mojica, respondió: –Me he enamorado de Dios. De Dios. Y por Él he dedicado toda mi vida y quiero retirarme, acercarme a Él y convertirme en sacerdote franciscano.
Claro, al escuchar eso, Lara se sintió conmovido y realmente él quería hacer algo especial para despedir a su amigo de esa vida mundana y darle la bienvenida a la vida espiritual. Y así nació la inspiración que está detrás de esta canción, tal vez una de las más icónicas de esa época.
SOLAMENTE CON EL AMOR
Hay que recordar que José Mojica era, a sus 46 años, un hombre de mucho éxito, una carrera artística muy próspera -había ya trabajado en más de catorce películas en México y también en Hollywood.
Y, sin embargo, decidió dejar la fama para ingresar a la orden de los Frailes Menores en la Provincia Franciscana de los XII Apóstoles del Perú. O sea, se hizo franciscano. En 1942 tomaría el hábito y sería ordenado sacerdote en 1947.
Es bien bonito pensar cómo el Señor llama a la gente. Y como sacerdote, este hombre se dedicó a llevar el Evangelio a los medios de comunicación y de hecho filmó algunas películas ya como sacerdote, como Al Pórtico de la Gloria, Seguiré tus pasos o Yo, pecador. También estuvo delante de la promoción vocacional franciscana.
QUE YO PUEDA VER
Esta es la historia de ese bolero “Solamente una vez”: Alguien que de repente se siente llamado por Jesús. Y el Evangelio que la Iglesia nos propone el día de hoy es también de una llamada. Cuando Jesús está caminando y “está Bartimeo el ciego, el hijo de Timeo […] empieza a decirle: Jesús, ten compasión de mí”. Y llega un momento en el que Jesucristo (que al principio parece que no le hace caso) le llama.
Y la gente que está alrededor le dice: Ánimo, levántate, Él te llama. Y el ciego arrojando su manto, se puso de pie de un salto y se fue hacia él. Y Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que haga por ti? Y él respondió: Maestro, que yo pueda ver. Y Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y enseguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.” (Mc10, 46-52).
VER CON TU OJOS
Y es que encontrarse con el Amor te hace de repente empezar a ver las cosas. Cuando uno se acerca a Dios se empieza como a cristalizar esa posibilidad de ver las cosas con su real dimensión, que en la vida estamos solo de paso, que esta vida tiene un significado de alcanzar la siguiente vida.
Por eso, qué importante es que intentemos pedirle al Señor: “Señor que vea”. Que vea ese amor, que vea eso como vio José Mojica, cuál era el verdadero amor de los amores y así, él dejó todo para seguirle. Y tal vez habrá escuchado también:“tu fe te ha salvado”. Lógico, porque acabas de ver las cosas.
Hay una santa muy antigua que se llama Santa Gertrudis de Helfta – imagínate, desde el 1256–, que escribía también una cosa similar sobre este pasaje: “¡Dios mío, tú eres mi herencia escogida entre todos, mi fuerza y mi gloria!
¿Cuándo entraré en tu omnipotencia para ver tu fuerza y tu gloria? ¿En lugar del espíritu de tristeza me revestirás con el manto de alabanza, para que unida a los ángeles, todo mi ser te ofrezca un sacrificio de aclamación?” (Santa Gertrudis de Helfta, Ejercicios, n.6: SC 127).
SOLAMENTE ENTREGA
Estamos hablando de 1256, en un momento de la historia de la humanidad bastante difícil. Y sin embargo, Santa Gertrudis se da cuenta de la impresionante forma en la que Dios va a entrar dentro de ella: “Entaré en tu omnipotencia para ver tu fuerza y tu gloria […] (y me quitarás) este espíritu de tristeza”.
Señor Jesús, que aprendamos a ver, que aprendamos a descubrir, porque solamente una vez, solamente una vez se entrega el alma y se laentrega completamente. Y nosotros queremos hacer lo mismo: entregarnos a ti.
No será necesario hacernos franciscanos todos los que escuchamos esto, por supuesto. Pero sí que quisiéramos entregarnos realmente.
San José María, hablando de Bartimeo, dice:
“¿No te entran ganas de gritar a ti, que también estás parado a la vera del camino, de ese camino de la vida, que es tan corta; a ti, que te faltan luces; a ti, que necesitas más gracias para decidirte a buscar la santidad? ¿Sientes urgencia de clamar: Jesús, Hijo de David, ten compasión en mí? ¡Qué hermosa jaculatoria para que la repitas con frecuencia!”
(San Josemaría, Amigos de Dios 195).
VER CON TUS OJOS
¡Qué hermosa jaculatoria! Señor, ten compasión en mí. Que yo pueda ver; que realmente –como tantas personas a lo largo de su historia– encuentre tu rostro, Señor y que me enamore de ti; y que esté dispuesto a dejar, igual que José Mojica, todas las cosas.
Pero igual que Mojica, igual que san Josemaría, igual que esta santa Gertrudis, todos de repente se han encontrado con tu maravilloso rostro y están dispuestos a dejarlo todo, porque solamente una vez se entrega el alma con esa dulce y total resignación.
Qué belleza, Señor. Quiero ser fiel a mi propósito de entrega. Hoy, durante este rato de oración, te pido, Señor, que me ayudes a entregarme cada vez más, que me ayudes a ver detrás de todas las cosas que hago, que digo, siempre esa posibilidad de santificarlas, de llegar a tu sagrado corazón.
Qué hermoso, Señor, porque quiero entregarme realmente a ti, porque quiero hacer que estas cosas no sean simplemente palabras, sino que sean hechos. Hechos que me lleven, Señor, a que mi vida tenga una forma que otros encuentren en ella un testimonio de la belleza que es seguirte; que no sea una cosa como triste o peor aún una cosa desanimada. Al contrario.
VER SOLAMENTE CON ALEGRÍA
Estos días he estado meditando un poco sobre el tema de la alegría. Sí, a veces el día a día nos puede quitar un poco la fuerza, pero vale la pena decir:
Señor, aquí estoy para entregar una vez más. Aquí estoy porque quiero darme a ti y sé que tú sacarás de estos pequeños esfuerzos cosas mucho más grandes.
Vale la pena volver a entregarse. Y esto dentro del matrimonio, en el celibato o en el sacerdocio. Volver a entregarse, volver a querer darlo todo. Así el Señor hará maravillas con nuestra vida.
Vamos a pedirle a nuestra Madre que nos ayude a entregarnos completamente, para repetir también ese: Solamente una vez se entrega el alma.
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