AMOR IN CRESCENDO
«Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna».
Tanto amó Dios al mundo… Empieza así el Evangelio del día de hoy que nos propone la Liturgia.
Es como un ‘in crescendo’ese amor de Dios. Algo que empieza pequeño y se va haciendo cada vez más grande.
Tanto amó Dios al mundo que llega hasta el máximo de darnos a su Hijo. Tanto amó Dios al mundo que estaba primero la Anunciación, la Encarnación, cuando efectivamente se hace hombre.
Pero el amor de Dios no se detiene ahí y llega a nuevos niveles. Tanto amó Dios al mundo que nos dio a Jesús para que nos sirva de modelo. Y tampoco se queda ahí, sino que tanto amó Dios al mundo que llegará a morir Jesús por nosotros en la Cruz para redimirnos.
Y tampoco se quede ahí, sino que luego , que nos manda al Espíritu Santo para que sea el Santificador, para que nos vaya modelando. Es como si tanto amó Dios al mundo, que nos va dando cada vez más, que nos va acompañando en este proceso.
Porque el amor siempre requiere reinventarse, siempre necesita volverse a dar, recomenzar…
LA DECISIÓN DE CAMBIAR
Acabo de estar en una convivencia de predicadores y aprendí un montón de cosas que me servirán, espero. Ir aplicando cosas aquí, (de hecho estoy haciéndolo en este instante).
Pero quería contarles algo personal, que haciendo examen al final de ‘qué es lo que más me había impactado’, de lo más importante de esos días en el que pude compartir con otros noventa sacerdotes, es que salí con la decisión de cambiar, de ser bueno, de amar más.
Y no es que haya sido yo un terrible, no… Pero si tengo esa convicción profunda, después de haber pasado esta experiencia de una semana, de que quiero morir exprimido como un limón. O sea, ¡quiero dar más!
San Josemaría nos animaba a querer morir así, exprimidos como un limón. Y en mi caso eso quiere decir cumplir mis deberes sacerdotales, tener más cariño con la gente que vivo, ser más paciente y delicado con las personas que trato, preparar mejor mis meditaciones, meterme más en el misterio de la Santa Misa…
Hay un montón de cosas, que no es que las haga mal, pero podría hacerlas mucho mejor.
Y esta semana ha sido para mí como un ‘hacerme consciente’ de que también tengo que amar.
Tanto amó Dios al mundo que nos da a su Hijo, tanto que nosotros tenemos que también devolverle.
SITUACIONES QUE NOS PASAN
Hay situaciones en las que a veces, como que nos vamos cansando, como que va pasando el tiempo y nos olvidamos de lo realmente importante. Situaciones en las que no me exprimo como un limón, sino que pienso que ya hago bastante y con lo que está ya fue suficiente…
Vamos buscándonos excusas, pensamos que las otras personas tal vez no nos entienden suficiente, o que no son tan agradables o que no era lo pactado.
Hay cantidad de cosas que pueden meterse como condicionamientos para no entregarnos completamente, para no exprimirnos como un limón…
Un papá que cuando llega a casa cansado, no le pregunta a su esposa qué ha pasado con los niños pequeños o no le pregunta en qué te puedo ayudar…
O una mujer que sabe que una amiga suya está pasando mucha necesidad y no le presta ayuda eficaz. Se limita a poner en un chat ‘unas manos rezando’ como si fuera que eso le va a arreglar sus problemas… No se esfuerza por ir un poco más allá, abrir su billetera a ver si es que puede también colaborar con algo.
Un hijo que se da cuenta de que no ayuda suficiente en casa, pero no está dispuesto a cambiar porque le da pereza. No es que sea malo, estudia, hace más o menos lo que le toca, pero sabe que podría ayudar más.
O ya una señora mayor que atiende a su madre, que es bastante complicada y que no le pasa por alto las cosas, llevándolas con cariño y comprensión, sino que le reclama a la viejita de forma áspera algunas cosas porque se sale de casillas…
LA FELICIDAD ESTÁ EN AMAR
Todos estos ámbitos son cosas que podríamos mejorar, y no se parecen mucho al “tanto amó Dios al mundo”.
Señor, yo quiero exprimirme como un limón… Dar todo, que sepa recomenzar, darme más.
Es que la verdadera felicidad está en amar, en darlo todo, en exprimirse como un limón.
Y, ¿por qué pongo tanto énfasis en esto? Porque en la sociedad actual mucha gente y también muchos cristianos, se dejan llevar por una idea equivocada, pensando que el camino de la felicidad es fácil y cómodo, que es bueno pensar mucho en uno mismo. En otras palabras, es una vida tranquila y enfocada a uno mismo. Que eso es suficiente para ser feliz. Pero eso no es verdad.
El camino de la felicidad pasa por la Cruz, por el olvido de sí mismo, por la entrega.
En los siguientes minutos quiero meterme ahí. Y para eso me parecía genial una cita de un autor que se llama Lovasik que me gustaría compartir contigo, es sobre justo de lo que estamos hablando, sobre el amor y la santidad.
Dice: “Los santos han sido santos porque fueron felices cuando costaba ser feliz, pacientes cuando costaba ser paciente, callados cuando necesitaban hablar, y afables cuando sentían la tentación de chillar. Siguieron adelante cuando querían detenerse. La santidad no es otra palabra para designar el olvido y la renuncia de uno mismo” (El Poder Oculto de la Amabilidad, de Lawrence G. Lovasik).
Y es que eso es santidad, Dios es santo. Y tanto amó Dios al mundo, que nos dio a su Hijo nos dio también el Espíritu Santo, que nos va acompañando, para que sepamos nosotros también entregarnos a Él y a los demás.
LA TIERRA BALDÍA
Hay un poeta que se llama Thomas Eliot que escribió “La Tierra Baldía”, que es una superposición de imágenes. que no tienen como un hilo argumental, pero que va construyendo como un collage, en el que mezcla personajes contemporáneos con imágenes y símbolos extraídos de multitud de fuentes culturales artísticas.
Realmente es difícil de leer, pero a mí me dejó una sensación de la tierra baldía, de que es cruel haber tenido la oportunidad de sembrar y no haberlo hecho, de haber tenido la oportunidad de que un terreno dé muchos frutos y por la desidia, por no haber puesto la suficiente importancia en las cosas, dejar que se vaya perdiendo, se vaya volviendo yermo, infecundo, improductivo.
Algo que por desgana se deja de cuidar. Hay que volver a roturar las cosas, hay que recobrar la lucha.
Y volviendo a esos ejemplos de ese pasado, que tal vez nos ha dado como ‘dolores’, ponernos a pensar en qué lo podemos cambiar…
Ese papá cansado del que hablábamos antes, que cuando llegue a casa le pregunte a la esposa en qué le puede ayudar… o la mujer que le pregunta a su amiga, qué le está pasando, y pasar por las compras del supermercado esa semana…
O el hijo que se da cuenta de que puede ayudar más y decide que va a lavar los platos los fines de semana… Y la hija que aprende a respirar profundo para no salirse de sus casillas con su madre anciana…
Todas estas fórmulas, son fórmulas de exprimirse como un limón, porque es como ir más allá, es volver a roturar la tierra para que salgan más frutos.
QUERER HACER EL BIEN
El Evangelio del día de hoy termina así:
«Todo el que obra el mal detesta la luz y no se acerca a la luz para no verse acosado por sus obras. En cambio, el que obra la verdad, se acerca a la luz para que vea que sus obras están hechas según Dios».
Estas obras salen a la luz, estas son las obras que nos dan paz.
Que queramos obrar de verdad, que queramos hacer siempre el bien. Que quiera ser bueno, que quiera ser santo para entrar en la onda de la Trinidad y que tanto amó Dios al mundo, que nos dio también a su Madre la Virgen, para ayudarnos en este camino.
Vamos a intentar devolverle amor con amor. Tener esa disposición personal de querer morir exprimidos como un limón. De darlo todo. De no esperar nada a cambio, porque el que nos lleva las cuentas es Dios y Él es el mejor pagador.
Así nos lo enseña nuestra Madre, la Virgen, que siempre nos dice:
«Haced lo que Él os diga».
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