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¿TENGO UN HERMANO?

es Jesús

HUMANIDAD DE JESÚS

Muchas veces consideramos las situaciones tremendas a las que te sometiste Jesús, para poder acercarte a nosotros en tu paso por la tierra, para salvarnos. De modo muy particular, tu pasión y tu muerte en la Cruz, pero también tantas incomodidades, tantas limitaciones propias de esta vida…

Situaciones difíciles o desagradables que quisiste asumir por cada uno de nosotros, para poder acercarte a cada uno de nosotros, y también para que, cuando nos tocara pasar esos momentos difíciles, pudiéramos unirnos a Vos, teniéndote como ejemplo, unirnos a tu humanidad, a tu Cruz.

Y en el Evangelio que hoy nos presenta la Iglesia en la Misa, la que la pasa mal es María, tu Madre. No sos Vos, Señor, sino Ella, que siendo la Inmaculada, siendo la criatura más buena, resulta que quería ver a su Hijo.

Te quería ver a Vos, Señor -nada más natural y comprensible que una madre quiera estar con su hijo.

Sin embargo, Jesús, estabas ya metido a pleno en tu vida pública: en la predicación, curaciones, ir de acá para allá recorriendo poblados, dedicando tiempo a los apóstoles para formarlos, para enviarlos.

Por eso, cuando llega María, con otros parientes tuyos, Señor, venidos desde Nazaret, te encuentra así, todo rodeado de discípulos, una multitud.

Y, nos podemos imaginar ahora -procurando hacer nuestra oración, procurando mirarte Jesús- así rodeado de gente; nosotros mismos formando parte de esa muchedumbre que estaba casi apretándote.

Sentados quizá a tu alrededor, quizá incluso en un buen puesto, adelante porque madrugamos para llegar antes y entonces estamos ahí casi a tus pies, o porque nos colamos, fuimos poniendo cara de distraídos y nos fuimos ganando posiciones.

LA MADRE Y LOS HERMANOS DE JESÚS

Y en eso escuchamos que alguien te avisa:

“Tu Madre y tus hermanos están fuera y te buscan”

(Mc 3, 32).

Qué vergüenza, ¿no? Pienso yo. Que María, la madre de Jesús, esté afuera y no pueda ver a su hijo, porque Cristo está con nosotros.

Y es así. No sólo vos, Jesús, te expusiste a pasar malos ratos en esta tierra -por nosotros, para estar cerca de cada uno de nosotros-, también tu Madre -que es nuestra Madre- pasa malos ratos, en este caso un poco por nuestra culpa.

Seguramente la Virgen, también en los años que vendrían después de que Vos subiste a los Cielos, sus malos ratos, sus sufrimientos, le vendrían de parte de sus hijos de la Iglesia, de todos los hombres, porque tendría esos desvelos, esas preocupaciones -como buena madre- por lo que le pasaba a sus hijos.

Ante esta situación, quizá un poco incómoda, está Tu madre afuera. No te puede ver. Nosotros acá, rodeándote Jesús, nos sorprendemos por tu respuesta.

Así sintiendo casi que estamos haciendo algo malo, impidiéndote que estés con tus familiares.

Jesús dice, en realidad responde con una pregunta:

“¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?  Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ése es mi hermano, y mi hermana, y mi madre”

(Mc 3, 34-35).

Y así de fácil, con una mirada y una frase, nos pusiste de golpe, Jesús, entre los tuyos, entre los más cercanos que tenés en este mundo: mi hermano, mi hermana y mi madre.

DIOS SE HACE CERCANO

Quizá hemos escuchado más de una vez, que ocurre lo contrario ¿no? que alguien se atribuye la amistad, la cercanía, la relación con una persona que es importante, que es famosa.

Como escuché una anécdota de uno que había invitado a una chica a salir por primera vez; fueron a un bar o un restaurante a tomar algo, y no venía muy bien la cosa, se ve que ésta estaba como, no sé si decepcionada, aburrida o que no le atraía tanto el pretendiente que la había invitado a salir.

Pero sucedió que justo en ese momento entró en el local un actor famoso -famoso acá en Argentina- y cuando éste lo vio, tuvo la ocurrencia, quizá para salir de ese de esa situación que venía medio pesimista, de hacerse pasar por el amigo del actor famoso para quedar bien.

Y al entrar casi le saltó encima y le dijo: “Richard ¿recibiste el mensaje que te mande?”. Y el actor, que se llama Ricardo, al ver que el otro le guiñaba el ojo y le hacía gestos, le siguió la corriente y le dijo: “Sí, sí. Llamame mañana”. Y este tipo quedó muy bien ante la chica y subió muchos puntos con su intervención, así con su ocurrencia.

El caso es que con Jesús pasa justo lo inverso: es el mismo Dios que se hace hombre, que se hace cercano y nos llama amigos a nosotros -hermanos, hermana, madre.

Vos, Señor, quieres hacerte cercano de cada uno de nosotros. Y qué gran pena tendrás, Jesús, si resulta que nosotros no te seguimos el juego, como hizo este actor, más aún sabiendo que no es ningún juego, es la realidad.

Ahora en nuestra oración nos podemos preguntar: Yo te siento Jesús, como mi hermano, mi hermano del alma, mi amigo más cercano. ¿Te siento así?

TRATAR A JESÚS COMO HERMANO

Me pasó más de una ocasión de conocer a alguien que había descubierto, ya siendo grande, que tenía un hermano o una hermana de cuya existencia no sabía nada, porque su papá lo había tenido antes de casarse -no se había enterado la familia, y después se entera.

Curiosamente, en más de un caso vi cómo esa noticia los llenaba de alegría, y querían conocer a ese hermano que hasta entonces no sabían que tenían y era una alegría. Ah sí tengo un hermano yo, una hermana más que no sabía.

Y quizá nosotros todavía estamos un poco que no hemos descubierto en Jesús a mi hermano.  Y si es así ¿qué vamos a hacer?

Vamos a procurar tratarte, Jesús, como a alguien de la familia, como a alguien cercano. Nunca desde el anonimato, desde la distancia.

¡No! Hay que achicar distancias con Jesús y te propongo si vos ves que nunca tuviste algún detalle, alguna manera de tratar a Jesús que tendrías sólo con un hermano o una hermana, pensá qué puede ser para tener esa confianza con Él.

Que sea parte de tu experiencia -y la mía también- hablarle a Jesús, compartirle algo, pedirle algo, hacer algo juntos que uno sólo haría con un hermano. Que no se quede así, esa intimidad que nos ofrece, que no se quede como en el aire, sin una respuesta, en el vacío.

Nuestra Madre no se va a enojar si nos encuentra así, a los pies de Jesús, muy cerca de Él, porque no le quitamos espacio, no la separamos Jesús. Al contrario, seguramente es Ella la que está bien pegada a Cristo, a su Hijo y nos atrae hacia Él.

Ayúdanos, Madre nuestra, a que seamos muy amigos de tu Hijo, hermanos suyos, así también hijos tuyos.

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